Treize

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Al llegar a la mini-oficina de Sandra, la cual estaba de paso para llegar a mi oficina, vi como aquella mujer, la cual yo pensaba que era una persona sincera y buena, tenía una sonrisa extraña en su rostro.

No sabía que estaba sucediendo con ella, y quería que dejara de importarme. No sólo por Romeo, me dolía que yo pensaba que éramos amigos y ella no hace más que quejarse del tiempo de cuando Romeo y yo fuimos unidos.

Intenté alejar esos pensamientos de mi cabeza e intentar idear algo para buscar a Oliver.

Encontré una página de internet que tenía la dirección y número telefónico de cada individuo en los Estados Unidos, algo así como los viejos libros de páginas amarillas.

Oliver Cromwell
+X (XXX) XXX-XXXX
Broadway, New York.

Oliver Cromwell
+X (XXX) XXX-XXXX
Huntsville, Tennessee.

Oliver Cromwell
+X (XXX) XXX-XXXX
Nashville, Tennessee

Olive Cromwell
+X (XXX) XXX-XXXX
Louisville, Kentucky

Oliviere Cromwell
+X (XXX) XXX-XXXX
Boone, Iowa.

Oliver Cramwell
+X (XXX) XXX-XXXX
Fresno, California.

Olive Cramwell
+X (XXX) XXX-XXXX
Reno, Nevada.

No imaginaba que hubieran tantos Olivers y Cromwells (o derivados) en el país.

Aún quedaba tiempo para que saliera del trabajo, y como no tenía nada mejor que hacer anoté todos los números y direcciones en una pequeña libreta que tenía en mi escritorio. Luego, me dispuse a llamar al último número, para ir subiendo y descalificando a los menos probables.

—¿Sí? —se escuchó al otro lado de la línea. Claramente era una mujer y en el momento en el que me di cuenta de eso terminé la llamada.

Suspiré.

Esto agota mis ganas de vivir.

Llamé al siguiente número.

—¿Hola? —respondió un hombre al otro lado de la línea. Me emocioné, y mucho.

—Soy Leonardo Sullivan, ¿usted es Oliver Cromwell?

—Soy Oliver pero no Cromwell, soy Oliver Cramwell.

—Oh, lamento molestarlo, gracias.

Esta vez él terminó la llamada.

Suspiré, de nuevo.

Aún tenía 5 personas más a las cuales llamar, pero el miedo de que ninguna de ellas sea él me estaba invadiendo.

Llamé al siguiente número.

—¿Oui? —preguntó.

Colgué, no podía ser él.

Estaba a punto de llamar al siguiente número, cuando Sandra entró a mi oficina enojada.

—¡Deja de estar llamando! ¡Tú línea es mí línea y no me estás dejando hacer mi trabajo! —gritó.

Rodé los ojos y musité un "perdón".

Supongo que continuaré desde casa.

Excepto túWhere stories live. Discover now