1. Rendido

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Pocas personas había caminando a esas horas. Eran las cuatro de la mañana y él llevaba sin dormir demasiadas horas, cincuenta y tres exactamente. El sueño, el cansancio y los ojos que tanto habían llorado dejaban su bonito rostro lleno de tristeza. Si quedaba algún resquicio de ser perfecto, era su pelo dorado, pero que empezó a verse arruinado en cuanto empezó a llover. Hacía frío, pero él no podía seguir caminando sin rumbo y la lluvia era menos molesta que la necesidad de cerrar sus ojos.

Llamaba la atención de las personas que pasaban con los coches o de los pocos que corrían bajo la lluvia buscando refugio. Sus pies ya no le permitían seguir, tenía un banco cerca y en él se tumbó suspirando.

Él lo vio desde el coche, pero simplemente siguió hasta su garaje sin prestar más atención.

Se hizo de día a las tres horas, el sol era molesto y el ruido de la ciudad no le dejaban descansar bien. Se despertaba, se dormía de nuevo, volvía a despertar. La gente gritaba, las motos pasaban y hasta un coche que iba a demasiada velocidad por la carretera, pasó por un charco y provocó que se empapara entero de nuevo. Había parado de llover, pero a veces chispeaba. El viento era frío, aunque no muy fuerte.

Hoseok bajó de su casa y cuando salió a la calle vio a aquel muchacho que había visto la noche anterior. Lo miró unos segundos, parecía un vagabundo, a pesar de ser demasiado joven. Miró su reloj, llegaba tarde al trabajo así que se fue de allí.

El chico rubio estaba empezando a morir de hambre, frío, cansancio, pero las horas pasaban y pocas personas se dignaban a mirarlo, era más fácil ignorar cómo una persona sin hogar se pudría encima de un banco, congelado y mojado. La poca gente que lo miraban pasaban de él o se quejaban por tener a un vagabundo en el barrio. Agradablemente los niños se daban cuenta de su presencia, lo miraban con curiosidad, pero ellos no podían hacer nada.

La noche caía temprano, eran las seis de la tarde y el tiempo había empeorado considerablemente. Había llovido con mucha fuerza y las temperaturas bajaron. En un momento se puso a granizar y él solo puso las manos en su cabeza, a pesar de que las bolitas de hielo caían sobre él golpeando su cuerpo.

Hoseok, quien volvía corriendo con un paraguas, fue a entrar en el portal y se fijó de nuevo en él. Aquel chico se cubría la cara y ni si quiera se metía en algún portal para protegerse. Se acercó a él y lo llamó, tocando uno de sus hombros.

-Eh... ¡Eh! Despierta... ¿Estás bien? Es peligroso, el tiempo empeorará, está granizando y habrá tormenta... ¡Tienes que cubrirte! ¡Vamos levanta!

Pero el chico rubio seguía con las manos en la cabeza sin decir nada.

Se movía, sabía que estaba vivo. Lo agarró del brazo para tirar de él y que así se levantara. Por suerte no puso resistencia y se dejó hacer. Cuando consiguió que se levantase, se fijó en su rostro. Era un chico realmente hermoso pero tenía ojeras y sangre en la cabeza. No podía dejarlo así, por lo que decidió llevarlo a su casa.

Notaba la dificultad que el chico tenía para mantenerse en pie, debía estar realmente agotado. Llegaron a la puerta de su casa y le dejó entrar. El chico lo miraba, tenía un ápice de curiosidad en sus ojos, pero seguía sin abrir su boca.

Hoseok se agachó para ayudarle a quitarse los zapatos, pudo ver que en los calcetines también había sangre. Se puso en pie y lo agarró de los brazos.

-Oye, tienes que desnudarte. Tienes la ropa toda mojada y voy a curar tus heridas... ¿Entiendes lo que digo? ¿Hablas mi idioma?

El chico agachó su mirada y unos segundos después, se empezó a quitar su chaqueta. Hoseok suspiró aliviado y cogió la chaqueta que él se había quitado. Antes de que pudiera seguir desnudándose, lo agarró de una de sus muñecas y lo llevó hacia el cuarto de baño.

Wings [Hopemin]Where stories live. Discover now