Capítulo tres.

6.4K 666 100
                                    

No puedo evitar emocionarme y abrazar a papá cuando me entrega mi auto; lavado, perfumado, en perfecto estado. Casi podría echarme a llorar de la emoción de sólo pensar que no tendré que volver a tomar el autobús.

—Kaleb Rowe, alias papá, es el mejor.

—Ya veo porqué mamá te eligió —le digo.

—Tu mamá me eligió porque no había nadie más que la quisiera con todo y hurón —él bromea.

—Selig —canturrea mi madre.

Mi padre la mira con ira fingida y me río, porque siempre bromean con ese nombre. Él se ríe y niega con la cabeza, haciéndole una seña a mamá. Yo me río pero no sé quién es Selig.

Me despido y me enojo porque la lluvia de la mañana arruinará lo bello de mi auto, pero es esto o tomar el autobús nuevamente y no estoy dispuesto a hacerlo. Tiro la maleta en el asiento del copiloto y enciendo el motor.

Las calles están húmedas y la gente corre, sé que he salido a mi tiempo porque la estación del autobús está vacía, antes salía mucho más temprano para alcanzarlo pero ahora puedo ir sin prisa. Pero hubiera deseado no cruzar por ahí...

Su cabello rojizo estaba empapado y pegado a su blusa, su falda estaba manchada de algo color café que identifico como barro, está cubriendo su cabello con su bolso y tiene el maquillaje ligero totalmente escurridizo. Sé que el autobús se le ha pasado, porque parece algo desesperada. Laurélie estaba en apuros otra vez y yo estaba frente a ella como para ayudarla... otra vez.

Hace frío y el colegio no está tan cerca como parece o como se imagina, ella está mojada de los pies a la cabeza y su boca se mueve de manera extraña, lo que me indica que sus dientes están castañeando. Suspiro, puedo mantener mi trastorno de ansiedad pero tampoco soy tan desgraciado para dejarla así en medio de la lluvia.

Detengo el auto frente a ella, veo como su cuerpo se inclina hace la ventana y abre sus ojos de par en par cuando me ve.

—¡Nathan! —exclama.

Aferro mis manos al volante para que no sepa que estoy temblando de sólo verla y no precisamente porque ella me guste o enloquezca.

—Por favor, sube ya antes de que me arrepienta completamente —murmuro.

Ella sube al auto a gran velocidad, sigue temblando. Su olor inunda el auto y me siento mareado porque todo en ella es dulce, dejo que mis manos se aferren al volante porque podría causar un accidente si no controlo esto. Ahora siento que mi cuello y espalda sudan, me siento mareado pero debo calmarme. Jamás había tenido a alguien que no sea de mi familia en el auto, en mi auto.

—Toma —susurro pasándole mi chaqueta roja, ella la toma con una sonrisa.

Oh, Dios. ¿Qué está pasando? ¿Por qué a mí?

—Gracias —dice—. Siempre estás cuando me encuentro en apuros, eres como una especie de milagro andante para mí.

No le respondo. Soy una especie de gelatina y me siento mareado, creo que podría vomitar del miedo aquí mismo. Mis manos sudan, intento controlarme pero es que ella es tan extraña, me habla como nunca una chica me ha hablado -tampoco han sido muchas las que lo han hecho- y no importa las vergüenzas que he pasado frente a ella, como en la clase de literatura, ¡sigue sin tratarme como si no tuviera lo que tengo!

¿Me hice entender o es que ya me volví loco? Sí, creo que me he vuelto loco.

—Nathan —me llama.

Mi corazón va a salirse ahora mismo, es que ella siempre está tan tranquila mientras su presencia -como la de los demás- resulta un gran obstáculo entre la tranquilidad y yo.

Complicado es sólo una palabraWo Geschichten leben. Entdecke jetzt