Capítulo seis.

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—¿Cómo afrontaste el hecho de que Kerrick no es tu padre biológico?

Miro como mis pies aplastan unas hojas de color naranja, una ardilla está siguiéndome los pasos de árbol en árbol. Laurélie está a unos metros más adelante de nosotros, sólo me dedico observarla antes de hablarle.

—Al principio quedé loco, pensar que el hombre que me miraba con amor no era mi padre me ponía enfermo —dice, se quita la chaqueta de los Lobos a pesar de que la mañana aún está fría—. Pero luego me volví fiel creyente de la frase: Padre no es el que engendra, sino el que cría. Él me crió, yo lo llamo papá, amo que esté en mi familia. Las cosas siguieron igual y Kerrick River jamás dejará de ser mi padre.

Por un momento admiro la naturalidad con la que toma las cosas. Me siento intimidado por su actitud fresca de ver la vida, por un momento me gustaría ser como Channing, pero recibí algo peor.

—Me gusta tu forma de ver la vida —digo.

—Es mejor así, Nate —responde—. Si me hubiera enfrascado en el secreto de mi familia, me hubiese ahogado.

Seguimos caminando, Laurélie le sonríe a la ardilla que me persigue con la mirada. Ella extiende su dedo hacia la ardilla y ésta tiene la osadía de intentar morderle.

—Es mejor que tengas cuidado con los animales del bosque, preciosa —le dice Channing con una sonrisa de lado—. No todos son amables.

—Gracias por el aviso —ríe ella.

Channing me hace una seña cuando ella se gira, dándonos la espalda. Le echo una mala mirada, porque mi valentía se está yendo y no sé qué decirle exactamente a la chica que está a metros de mí.

Avanzo mientras Channing me hace porras desde atrás.

—Bien, creo que tengo que explorar otros rumbos —él dice—. Nos vemos.

Lo miro con terror y él me guiña un ojo, no puedo respirar con tranquilidad mientras Laurélie me mira con diversión. Él se ha ido adrede y me ha dejado a la deriva. Me siento como un pájaro que ha sido enjaulado toda su vida y está a punto de ser liberado.

—Yo... —murmuro. No la miro—. Quería... yo, es decir.

—¿Me das nueces? —ella pregunta.

Su mano pequeña y pálida se extiende hacia mí, llevo todo el camino con el paquete de nueces en el bolsillo de mi chaqueta y este suena, casi gritando que está allí guardado.

Miro su mano. Asiento a su petición y saco mi mano del bolsillo con el paquete de nueces, lo abro para ella y se lo entrego. Siento mi cuello sudoroso y mi garganta está muy seca... demasiado.

—¿Querías disculparte? —pregunta.

—¿Qué? —murmuro. Luego reacciono ante sus palabras—. Es decir, sí.

—Está bien —se encoge de hombros—. Sé que fue mi culpa, yo me llevé tu preciado primer beso.

—No te burles —digo, desviando la mirada.

Ella se acerca unos metros, bajo la mirada de la ardilla enojada que mira sus nueces con ansiedad. Mis manos están sudando.

—No me estoy burlando —dice—. Créeme, mi primer beso fue un asco. Además, eres lindo.

Sus palabras hacen que mi mente haga eco de ellas, miro como sus dedos se introducen en la bolsa de nueces y se lleve una a la boca. Sí, ella también es linda.

—Cuéntame —susurro.

—¿Qué cosa? ¿Mi primer beso?

Asiento en respuesta.

Complicado es sólo una palabraWhere stories live. Discover now