Capítulo nueve.

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Una semana después del incidente me digno a salir de mi habitación, mamá se sorprende de no tener que llevarme la comida a la cama o que al menos le dirija la palabra. No es por ser malo hijo, es sólo que verla me recuerda cuantas veces tiene que llorar y le hago de sentir de esa manera.

—¡Oh, Nate! —exclama Spring.

Recibo su abrazo con cariño, dejo que me diga todo lo que quiera y cuanto me ha extrañado. Autumn me mira con curiosidad, sé que no tengo el mejor aspecto ahora mismo pero él lo entiende. Ellos ya no son más niños, saben lo que sucede y el porqué me veo así. Saben que me golpearon y que no supe cómo defenderme. Ellos lo saben todo y me hace sentir miserable.

—¿Cómo está mi pequeño petauro? —le susurro mientras la cargo. Ella sigue siendo mi niña y nadie puede quitarme esa venda de los ojos. Aparto los mechones de su cabello castaño rojizo y miro sus ojos azules, como los que tiene Autumn, como los que tiene papá, como los que tengo yo. Eso me gusta.

—Me han atacado de tareas este fin de semana, pero estaré bien —me dice. Toca la herida de mi labio, ahora está seca—. Ya no está hinchado.

—Ha pasado una semana —le digo.

—¿Te sientes bien? —me pregunta Autumn desde la mesa.

Le sonrío y asiento con la cabeza, aunque no sea del todo cierto pero los niños no tienen que enterarse de eso.

Dejo a Spring y voy hacia mamá que está en la cocina preparando el almuerzo. Mi padre está en el jardín intentando revivir una planta de mamá que ya no tiene caso. La llama Atenea y la ama.

—Hola —susurro. Ella me mira—. Lo siento.

—¿Por qué le haces esto a tu madre? —me murmura. Deja la ensalada a medio hacer y se acerca a mí—. ¿Por qué?

—Es que no puedo ver tu rostro, sólo me veo siendo un mal hijo que da problemas.

—Pero eres mi hijo, ¡sólo necesitas un poco de ayuda para superarlo!

—Sí, pero no ayuda de un doctor —le digo. Ella suspira—. No quiero ver más a un doctor.

—¿Entonces qué puedo hacer por ti?

—Dejarme vivir sin doctores, intentar tener una vida normal.

—¡Lo intentaste y terminaste golpeado!

—Ya, solecito —le dice mi padre—. Déjalo, la única manera en que supere todo esto, es que él mismo deje todo atrás y se concentre en el presente. Lo que causó todo esto está en el pasado.

Entonces entiendo la solución de Kaleb Rowe: dejar el pasado atrás. Por una parte entiendo, la razón por la que no he podido avanzar es porque no he dejado el pasado atrás, en donde debe estar. Me he concentrado en las razones que me llevaron a estar donde estoy y no en las razones que podrían ayudar a sacarme de este agujero. No es fácil pero el mundo tampoco se hizo en un día.

Concéntrate en el presente, puedes hacerlo.

—Vamos a hacerlo —le digo.

—Puedes hacerlo —me dice papá.

—¡Hola! —de repente nuestra conversación se ve interrumpida por una voz suave y sé a quién pertenece. Sólo me congelo.

—¡Oh, Laurélie! —exclama mi madre.

¿Qué? ¿Qué es esto? ¡Ella está aquí! ¡Desde cuando mi madre sabe su nombre!

—Tu madre la ama —me dice mi padre—. Ella habla francés.

Complicado es sólo una palabraWhere stories live. Discover now