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DONDE HICCUP SE ENTERA
DE QUE MÉRIDA LO ODIA
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SI LE PREGUNTABAS a alguien de Berk quién era Mérida DunBroch, enseguida te dirían lo rara que era ella. Te dirían como sus ojos azules destellaban en desprecio hacia todo y todos. Como su nombre y apellido venían de tierras lejanas  y eso la haría aún más peculiar. Te mencionarian la horrible muerte de su padre y la falta de una madre. Y también harían hincapié a su soledad, porque ella tenía una casita que no compartía con nadie, ni un dragón le hacía compañía.

Mérida era muy rara, te lo dirían con un gesto muy seguro y cruzados de brazos.

Y, también te dirían que ella odiaba a Hiccup Haddock con cada fibra de su ser; aunque eso ya podría ser una exageración de la gente en general.

Pero Hiccup no sabía nada de eso, él sólo sabía que no era del agrado de esa muchacha. Todo gracias a los gemelos Brutacio y Brutilda, que se lo contaron un día que ella cruzó por delante de ellos. Desde entonces, siempre que la veía, no podía evitar preguntarse por qué ella lo odiaba tanto.

Claro, Mérida nunca fue a entrenar como recluta hacia unos meses, cuando iniciaron las entrenamientos para cazar dragones, y en ese tiempo solo tenía ojos para Chimuelo, o en todo caso, Astrid. Pero le resultaba increíble cómo la pelirroja pudiera pasar desapercibida ante él.

Hiccup era muy atento, se jactaba siempre de eso, y Mérida no era alguien a quien pudieses ignorar fácilmente; con cabello rojo y rizado que presumía como a una melena de león, y ojos tan azules como el vívido mar. Además, guardaba una tez rosada manchada de ligeras pecas casi impercepribles a la vista. Conocía cada centímetro de la pelirroja, la había observado por semanas últimamente, y aunque él no había notado aquello, Astrid sí.

—La miras mucho —mencionó ella un día la rubia en el gran salón mientras comían algo junto a todos sus amigos—, a DunBroch.

—¿No les parece extraño que la haya notado hasta hace solo unos días? Es decir, está aquí desde siempre y nunca la he visto —dijo el castaño sin prestar atención al tono de Astrid.

—¿Y por qué la notas hasta ahora? —preguntó Patapez.


—Porque me enteré de que me odia.

—¿Y eso importa? Ella odia a todo el mundo —despotricó Astrid.

—Pero conmigo es peor.

Su mirada esmeralda se perdió en la pelirroja sentada a unas mesas de distancia como si fuese una nueva especie de dragón de la que Hiccup deseaba saber, conocer todos y cada uno de sus secretos. Y lo que Astrid no sabía, era que él haría todo por descubrirlos.


🎯




Esa misma tarde Hiccup se cruzó con Mérida, y no fue precisamente por casualidad.

Hiccup quería tener ese encuentro con ella.

La pelirroja hizo su habitual cara de hastío y se cruzó de brazos.

—¡Hola Mérida! Yo... —El castaño se rascó la nuca con un nerviosismo repentino. — Solo quería saber si podrías considerar la idea de adoptar un dragón, hay muchos aquí en Berk que no tienen un jinete y...

—No —cortó tajante ella—, no necesito un dragón, y no me gustan los dragones.

Hiccup frunció el ceño, iba a preguntar si lo decía en serio, pero optó por intentar convencer a la chica de que ganarse la lealtad de un dragón podía ser una de las mejores cosas.

—¿Sabes? Seguro te gustaría tener a un dragón a tu lado. La sensación de volar es increíble, y de tocar el cielo y... La amistad de un dragón es lo mejor que te puede dar la vida. Así que yo lo consideraría dos veces.

—Escucha, niño —Porque, por supuesto, ella era mayor por un año y medio—, estoy bien así como estoy, además, yo ya puedo tocar el cielo por mi cuenta —replicó.

Él levantó una ceja, intrigado por su uso exacto de palabras.

—¿Cómo? Porque de verdad me gustaría verlo.

Y no bromeaba, la curiosidad había despertado en su interior como una vieja amiga.

—Solo lo hago, y no necesito de un dragón para ello —Le dijo altanera antes de marcharse.

Hiccup la observó caminar hasta que desapareció de su campo de visión, todo con un gesto consternado decorando su rostro. Entonces Chimuelo llegó y se posicionó a su lado.

—¿Qué pasa amigo? ¿Quieres volar un rato?

El dragón mostró su sonrisa torcida antes de pasar entre las piernas del adolescente y emprender vuelo.

Surcaron los cielos toda la tarde, perfeccionando sus tácticas de vuelo y trucos nuevos. Hiccup no podía explicar la sensación que le generaba volar junto a su mejor amigo, y, volar era muy bueno para despejar su mente de niñas pelirrojas y malhumoradas.

Cuando Chimuelo comenzó a cansarse ambos bajaron en Grimoor, muy cerca de Punta Cuervo. Anduvieron caminado, hablando de todo... O bueno, Hiccup habló, Chimuelo gruñía o sentía o a veces ni le escuchaba.

Obra del destino fue que se la encontrase en las cataratas de fuego, trepando El Diente de Arpía como si no temiera en resbalar y caer. Como si fuera imparable.

Hiccup se quedó embobado al ver como ella se enfrentaba sin temor a caer. Y cuando se encontró en la cima, ella extendió sus brazos hacia el agua que caía de las Cataratas de Fuego y bebió de ella. Después, Mérida alzó sus brazos al cielo en signo de victoria, totalmente eufórica.

La miró con ojos desorbitados y una sonrisa tirando de sus labios. La miró con una admiración increíble, porque Mérida DumBroch había tocado el cielo sin un dragón.

INDOMABLE ━━ mericcupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora