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NO CUALQUIERA PUEDE
ACERCARSE A MÉRIDA
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DICEN QUE CON paciencia se puede domar a cualquier dragón, aunque en realidad nadie lo dice

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DICEN QUE CON paciencia se puede domar a cualquier dragón, aunque en realidad nadie lo dice.

De todos modos, Hiccup tiene paciencia, y a veces es algo limitada, pero no con Mérida.

Ese día estaba lloviendo y había decidido ir y actualizar el libro de dragones junto a Chimuelo, ya que Astrid y sus demás amigos no estaban muy interesados en la tarea, y mucho menos con el día que hacía.

Thor descargaba su furia entre rayos y centellas.

Cuando entró al gran comedor se encontró con la pelirroja ojeando distraídamente un cuaderno, y estaba completamente sola. Hiccup no pudo evitar recordar como hacia dos días la había visto trepar de manera osada al Diente de Arpía para beber de las Cataratas de Fuego.

Su papá solía decirle que sólo los guerreros más antiguos bebían fuego.

De repente Hiccup se había vuelto un vikingo curioso que tenía hambre de aprender y conocer más sobre la única DunBroch que habitaba Berk; la pelirroja era todo un misterio que a nadie le parecía interesar, excepto claro, a él.

Se acercó sigilosamente a ella con Chimuelo atrás, y esbozó una sonrisa torcida.

—¡Hola, Mérida!

La pelirroja levantó su vista y los ojos cual mar se clavaron en los suyos a través de aquella melena roja. Ella frunció el ceño y fulminó al chico con la mirada.

—Haddock —Se vio obligada a saludar casi como un bufido.

Hiccup se sintió extraño; nunca en toda su vida le habían llamado por su apellido. Rascó su nuca y soltó una risita ahogada, entonces recordó la presencia de su dragón.

—¡Oh! Uh.... Él es Chimuelo. Chimuelo, Mérida. Mérida, Chimuelo.

El dragón Furia Nocturna hasta podría decirse que tenía el ceño fruncido y sus pupilas levemente afiladas, dándole un toque amenazante. Mérida se levantó de la mesa y dió un paso atrás, totalmente desconfiada de la bestia. Se cruzó de brazos y miró mal al animal, quien le gruñó e Hiccup estaba muy seguro de que ella hizo un gesto muy similar.

Al vikingo se le escapó otra risita. A este punto cualquiera pensaría que reía para no llorar. 

—Yo... No esperaba eso —admitió él.

—Bueno, adiós —Mérida le hizo una mueca similar a una sonrisa irónica.

—¡No, espera! —pidió él tomándola del brazo y haciendo que el libro que Mérida portaba se le cayese al suelo, dejando sus páginas al descubierto.

Apenado, Hiccup se apresuró a recoger el libro y no pudo evitar ver el contenido. El libro hablaba de Freyja, la diosa del amor y la fertilidad, que con sus flechas repartía el amor a los desafortunados. Mérida le quitó el libro de las manos y se aferró a él como si su vida dependiese de ello.

—¿Te gusta las historias? —inquirió levantando una ceja.

—¿Y ti qué te importa, chico dragón? —espetó ella con rudeza—. No te metas donde nadie te llama.

Y con eso ella se fue del gran salón dando un buen portazo. El muchacho se quedó pensativo unos minutos con la mirada totalmente perdida en la puerta donde la pelirroja había desaparecido. Miró a su dragón, que le observaba con sus grandes ojos verdes eléctricos, expectantes.

Los recuerdos de sus intentos por acercarse a Chimuelo meses atrás llegaron a su cabeza; el como primero tuvo que llamar su atención, y luego ganar su confianza. E Hiccup ya sabía que estaba loco, se dio cuenta cuando quiso hacer lo que ningún otro vikingo se animaba a hacer, y era entrenar a un dragón. Pero ahora, ahora sabía con certeza que estaba desquiciado por querer aplicar las mismas tácticas con la señorita Mérida DunBroch.

—Chimuelo, me acabas de dar una idea —anunció con una sonrisa plasmada en su rostro—. Voy a hacerme amigo de Mérida.

La mirada que le dirigió su amigo no había que interpretarla, se distinguía a gritos lo que el dragón estaba pensando: buena suerte con eso.

—Vamos amigo, tenemos trabajo que hacer en la herrería.

El resto de la tarde el joven Haddock dedicó todo su tiempo en fabricar algo de lo que no dudaba, podría llamar la atención de la pelirroja.

Así también pasó el resto de la noche bajo las brasas del fuego, herramientas y metal.

Finalmente a la mañana siguiente cuando el sol comenzaba a salir por el horizonte, en sus manos se hallaba un bello arco de madera, acompañado por un carcaj forrado en cuero y detallado con algunas figuras de dragones talladas a mano. Y dentro del carcaj, habían veinte flechas que él mismo se molestó en hacer.

Era muy inusual ver a Vikingos armados con arco y flechas, pues no se consideraba un arma letal para los dragones, y ahora que ya no eran una amenaza ni siquiera se usaban, pero esperaba que Mérida le gustase y le diese un buen uso.

Cuando llegó al medio día e Hiccup decidió ir nuevamente al gran salón por algo que comer, se encontró con Astrid y todos sus amigos, que no solo se sorprendieron por el arco y flechas que él castaño cargaba, sino también por las definidas ojeras que había bajo sus ojos.

—Hiccup, ¿estás bien? —inquirió Patapez preocupado.

—Sí, te ves mal —opinó su novia.

—Terrible —acotó Brutilda.

—Cansado —siguió Patán.

—Medio lelo —soltó Brutacio.

—Estoy bien, es solo que.. .—dejó su frase en el aire al ver del otro lado del lugar cargando con bandeja a Mérida, entonces no dudó en correr hasta ella, ignorando las miradas atónitas de sus amigos. — ¡Mérida!

La pelirroja volteó a verlo con el ceño fruncido y cuando se dió cuenta de quién se trataba, rodó los ojos.

—¿Qué quieres ahora, Haddock?

—Yo...Emm... Te hice esto, tal vez te guste —murmuró algo cohibido mientras le tendía el arco y el carcaj con flechas.

La pelirroja lo tomó en sus manos y lo inspeccionó, acariciando cada trazo que se marcaba en el carcaj. Entonces, el castaño se congeló mientras con horror apreciaba como aquellos ojos azules se cristalizaban, y luego sus dedos se apretaban al arco con furia retenida.

—Eres un idiota, Hiccup —escupió ella antes de largarse de allí, llevando consigo el regalo de Hiccup.

El joven Haddock estaba estático, sin comprender nada, no entendía qué había hecho tan mal como para causar tal reacción en la pelirroja. Se sentía mal, había echado a perder todo.

Sí, probablemente le costaría bastante acercarse a ella, incluso más de lo que le costó llegar a Chimuelo.

Era muy bueno que estuviese dotado de paciencia para con ella, porque no había dudas de que iba a necesitarla.

INDOMABLE ━━ mericcupWhere stories live. Discover now