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ENTRE CURIOSAS CARTAS
Y RAROS MISTERIOS

Si estás leyendo esto, entonces significa que encontraste mi barco, y que yo, ya estoy muerto

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Si estás leyendo esto, entonces significa que encontraste mi barco, y que yo, ya estoy muerto.

La maldición del Furia Nocturna me atormenta desde que puse un pie en Berk hacer ya muchos años. Aquella criatura hija de la muerte y el relámpago mismo; que nunca se deja ver y que jamás falla un tiro. Probablemente es mi culpa el cargar con tal maldición.

El único deseo de un muerto a un desconocido, es que luego de leer esto, se lo entregue a alguien. 

Tengo una hija y muchas cosas que decirle. Su nombre es Mérida DunBroch, y deseo que a quien esté leyendo esto, por favor le entregue este mensaje. Ella sabrá qué hacer entonces.

"El atardecer fue solo el comienzo..."

-Fergus DunBroch

Cuando Mérida terminó de leer, bajó el gastado pergamino y su mirada se quedó perdida en algún punto del suelo.

—No tiene mucho sentido —murmuró Hiccup—¿Para ti sí?

—Nop, definitivamente no. Pero la última frase me suena —confesó ella levantándose del suelo, guardando la carta en su carcaj con cuidado de que no se dañase.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó el castaño mirando los mapas que habían sacado de aquél compartimiento.

—Llévate los mapas si quieres —suspiró ella acariciando el puente de su nariz, procesando todo aquello—. Quiero volver a casa.

Volaron hasta Berk en un silencio sepulcral, donde sus mentes parecían trabajar a mil por minuto, en busca a una respuesta a la última frase de la carta. La intriga les carcomía vivos, y Mérida no podía dejar de preguntarse qué era lo que su padre tenía que decirle. A esa altura ninguno de los dos se preocupaba por lo que les esperaba de vuelta en Berk, ni las consecuencias que su huída conllevaría. Porque iba a tener sus consecuencias, probablemente Hiccup tubo que haber pensado la opción dos veces antes de actuar, porque ahora las cosas serían peores. De todas formas, si no hubiesen desobedecido y seguido cosas que solo la pelirroja veía, no hubiesen encontrado el barco de Fergus.

Ninguno de los dos se arrepentía en lo absoluto.

Al aterrizar se encontraron con un Estoico furioso que aguardaba a que ambos vikingos llegasen a él, pero cada uno parecía estar en su propio mundo.

—¡Hiccup! Espero que tengas una buena explicación para tu escénica hace rato —espetó de malos modos el jefe de la tribu.

Finalmente el castaño pareció poner los pies sobre la tierra y darse cuenta en la situación en la que se habían metido. Pasó saliva e intentó buscar una excusa.

—Fue mi culpa, señor —dijo de forma aburrida Mérida al ver que el castaño no parecía bueno con las excusas—. Yo le dije que nos fuéramos de aquí.

El castaño tenía sus ojos como platos y cuando estuvo a punto de objetar algo, la pelirroja se encargó de patear su pantorrilla y hacerlo callar.

—Muy bien... —suspiró el Vasto fulminando a la DunBroch con la mirada—. Dado que asumes la culpa y veo que eres mala influencia, te pido con todo el respeto que mejor te alejes de mi hijo. Va para ti también, Hiccup —señaló el hombre.

El rostro de Hiccup reflejaba terror ante aquello, en cambio Mérida seguía con su expresión aburrida intacta, como si ella ya hubiese visto venir aquello. Rodó los ojos ante la poca originalidad del jefe a la hora de poner castigos.

—¡Pero papá...!

—Nada de peros —le interrumpió el hombre—. Es mi última palabra. Ahora, vámonos, tenemos muchas cosas de que hablar.

Hiccup fue arrastrado por su padre hasta su casa, donde lo soltó y finalmente ambos pudieron hablar en privado.

—¿En qué estabas pensando, hijo? —inquirió su padre. — ¡Escaparte así con Mérida! No es alguien con quien deberías estar, su forma de ser es destructiva y no le importas tú, a ella no le importa nadie además de sí misma.

—Si crees que es por Chimuelo, ella ya me contó lo de su padre —masculló el muchacho enfadado.

—Lo digo porque la conozco. Su forma independiente y su manera de querer rebelarse contra todo aquél que se le imponga la vuelven una chica difícil —intentó hacerle entrar en razón.

—¿Qué? ¿Por querer ser totalmente independiente y no seguir tus reglas es alguien mala? ¿Por querer ser libre, es mala? —exclamó Hiccup—. Ella es como yo.

El hombre negó en busca de paciencia.

—Hiccup, ella no es como tú.  Es más temeraria, y no lo digo de buena forma —agregó—. He tenido encuentros con ella, su forma de actuar, de decir las cosas... El como mira al pueblo, me da muy mala espina.

—Soy conciente de como ella es y de sus razones. Ella no es como yo, tienes razón —concedió fulminando a su padre con la mirada—, pero no me da miedo lo desconocido.

—Pues mientras vivas bajo mi techo tu seguirás mis reglas —anunció Estoico—. Si te vuelvo a ver con Mérida, las consecuencias no caerán sobre ti, caerán sobre ella.

Fin de la discusión. Hiccup no dijo nada, sintiéndose entre la espada y la pared. Se fue a su habitación dando fuertes pasos, hecho una furia. Se encerró y no salió hasta el día siguiente, donde fue hasta el gran salón, sacando los mapas que había doblado meticulosamente para poder guardarlos en su cuaderno. Así que a luz de vela comenzó a investigar los mapas, donde se distrajo de la pelea que la noche anterior había tenido con su padre.

Un susurro lo sacó de aquellos mapas que le habían maravillado.

—¡Hiccup! —se escuchaba susurrar una pared—. ¿Hay alguien contigo?

—Ehh... No.

Entonces unos alocados rizos rojos aparecieron detrás de aquella pared de piedra. 

—Tengo algo que... —iba a decir Mérida, pero Hiccup la interrumpió.

—No puedes estar conmigo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—¿No oíste lo que dijo ayer mi padre? —preguntó obvio.

—Sí —asintió ella alargando la última sílaba con un tono obvio—, pero creí que no le harías caso a tu padre. Me decepcionas.

Ella fingió estar dolida mientras caminaba hasta sentarse a su lado.

—Y en circunstancias normales lo ignoraría —reconoció—, pero es diferente ahora. Él amenazó con pagarlas contigo.

La DunBroch soltó una risa sardónica para luego acercarse al castaño con una sonrisa arrebatadora.

—Pero Estoico nunca te dijo que jamás pudo conmigo, ¿Verdad?

Mérida aún sin borrar su sonrisa sacó el cuaderno que Hiccup muchas veces la vio leer, y de allí tomó la carta de su padre.

—Sé lo que significa la frase.


 

INDOMABLE ━━ mericcupWhere stories live. Discover now