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LOS MISTERIOS TRAS
FERGUS DUNBROCH


El dragón negro embistió contra el cielo y nubes, disfrutando un poco de la agonía que parecía estar viviendo Mérida

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El dragón negro embistió contra el cielo y nubes, disfrutando un poco de la agonía que parecía estar viviendo Mérida. Sus alaridos ponían nervioso al castaño, pero lo entendía, era su primera vez sobre un dragón y Chimuelo no estaba especialmente bondadoso ese día.

-¡Chimuelo! -Le regañaba Hiccup mientras era prácticamente estrangulado por Mérida, que se aferraba fervientemente a su espalda, asegurando que no deseaba morir en ese momento.

-¡Hiccup! Por favor -escuchó que decía ella, ocultando su rostro en el cuello del vikingo. Estaba aterrada y Chimuelo no dejaba de ascender a una velocidad característica de Furia Nocturna-. No quiero morir...

-No vas a morir -exclamó a través del viento-. ¡Enséñale a vivir, amigo!

Las alas del dragón dejaron de agitarse creando un movimiento brusco que los hizo dar un pequeño bote en su lugar. El viento había dejado de amerreter contra ellos, y ahora era solo una caricia suave.

-Ya puedes abrir los ojos, Mérida.

Quiso abrirlos, pero primero tuvo que dejar a sus ojos adaptarse a la abrumadora luz que los rodeaba. Finalmente sus párpados se abrieron y sus ojos observaron el mar blanco que se cernía frente a ella. El cielo azul sobre ellos y un océano de nubes más abajo. Su estómago cosquilleó con emoción y no pudo evitar que sus labios se curvasen levemente, mientras soltaba una exclamación de admiración. Se sostuvo de los hombros de Hiccup y se levantó unos centímetros para poder ver mejor. Su cabello azotaba su rostro y lo hizo a un lado con un movimiento sutil, siendo observada por Hiccup desde su hombro.

Mérida ni siquiera sentía el frío, solo se concentraba en la sensación que estar allí arriba le provocaba. El viento hasta parecía hablarle. No era la primera vez que Mérida podía tocar el cielo, pero sí la primera vez que lo hacía sobre un dragón. Y por un momento, ella olvidó por completo la supuesta maldición del Furia Nocturna que su padre había llevado.

-Es... una buena forma de olvidar todo, ¿verdad? -preguntó ella sin borrar aquella sonrisa genuina y deslumbrante.

-Es la mejor manera de liberarte de todo, sí -reconoció él.

No supieron cuanto exactamente volaron, pero cuando se dieron cuenta ya estaba por anochecer. Probablemente horas en las que a ellos les parecieron minutos. Decidieron bajar a una pequeña isla que parecía habitable para que Chimuelo descansase, y ellos también. Descendieron en picada, algo que a ambos les produjo un cosquilleo en sus estómagos, como los aleteos de pequeñas mariposas.

Al tocar tierra Hiccup fue el primero en bajarse, perdiendo estabilidad en sus piernas gracias a pasar mucho tiempo sobre Chimuelo. Por suerte éste ultimo lo ayudó a tiempo.

-Gracias amigo -murmuró el castaño para luego mirar a Mérida, que aun se encontraba sobre el dragón. - ¿No bajas?

-¿Tan pronto? -Se quejó ella, algo que le arrancó una sonrisa al castaño.

-¿Me acabo de ganar puntos? -inquirió divertido.

Ella hizo una mueca que pretendía ser despectiva.

-¿Qué? ¿Te parece que por obligarme a subir a un dragón y darme una de las mejores sensaciones de la vida, te querré de la nada y seremos los mejores amigos? A demás, el crédito no debería ser para ti, sino mas bien para tu dragón, aunque me cueste admitirlo -repuso divertida señalando al dragón, que hinchaba su pecho de orgullo.

Hiccup fulminó al dragón con fingido odio, ganando una carcajada de Mérida, que rápidamente contagió al vikingo.

-Me amas -aseguró mientras le ayudaba a bajar de la montadura de Chimuelo.

-Ya quisieras, Haddock -se burló-. ¿Dónde estamos?

-Si te soy sincero, nunca había estado por aquí.

Ambos le dieron una mirada a su alrededor. Estaban en un risco, donde solo podían apreciar los árboles que había a su alrededor. Y tal vez ambos se hubiesen puesto a apreciar la puesta de sol, si Mérida no hubiese visto aquella luz azul que flotaba entre algunos árboles.

Frunció el ceño e intentó llamar la atención del castaño, que acariciaba a su dragón.

-¿No lo vez? -preguntó ella señalando a la llama azul que producía singulares sonidos, casi parecían risas.

-¿Ver qué? -inquirió entornando los ojos.

-¡Allí! La luz azul flotante -murmuró sin dejar de señalar al ser.

-No veo nada.

Mérida rodó los ojos y lo tomó de la muñeca, obligándolo a seguirla y adentrarse al bosque. Extendió su mano para tocar a la llama, más ésta se comenzó a moverse lejos, internandose más y más a lo profundo de la isla. Era una suerte que la maleza no fuese espesa, sino su carrera se complicaría bastante.

-¡¿En serio no lo viste?! -exclamó incrédula sin dejar su marcha.

-¡Te juro que no veo nada!

Mérida siguió con Hiccup y Chimuelo a sus espaldas, siguiendo a aquella luz mágica que solo ella podía ver.

Pronto los árboles acabaron para dar paso a un terreno más rocoso y en descenso. La luz mágica de adentro a la oscuridad de una profunda cueva, y finalmente la pelirroja se detuvo. Miró el interior y antes de dar un paso, sintió una mano aferrándose a su muñeca. Volteó para encontrarse con el rostro de Hiccup, que la miraba de forma seria. Él junto a su dragón estaban realmente confundidos.

-No tienes que venir si no quieres -atajó ella al ver el rostro del castaño.

Él negó.

-Solo quería asegurarme de que tú quisieras hacerlo -explicó soltándola.

La DunBroch asintió decidida, e Hiccup le devolvió el gesto.

Cuando dieron el primer paso, un escalofrío les recorrió el cuerpo a ambos, como un mal presentimiento. Ignorando eso, caminaron a través de la oscuridad. Tal vez fueron quince o veinte minutos, pero al final llegaron hasta el punto donde las paredes de roca se expandían, y al final veían una salida que daba directamente a una playa; podían oír el agua de las olas hacer eco en el lugar. De todas maneras, eso no fue lo que llamó su atención, sino más bien la embarcación que allí había. Grande e imponente, su estructura no parecía ser de los barcos de Berk. Su vela llevaba un símbolo distinto, muy diferente al que ambos conocían; el símbolo de una imponente espada.

-Wow... -susurró Mérida antes de acercarse al barco.

-¡Cuidado! -advirtió Hiccup-, podría tener trampas.

-No lo creo -masculló ella ignorando toda advertencia, subiendo de un salto al barco atascado en la arena.

Hiccup suspiró resignado y también subió. Se sorprendió por la estructura del bote y lo diferente que se manejaba a los suyos.

Volteó para decirle a Mérida que todo esto era asombroso, pero se detuvo al ver que ella ya estaba revisando un pequeño compartimiento en el suelo. Sacó una caja que tenía bastantes papeles, parecían ser mapas.

-Son mapas -confirmó Mérida abriendo uno de ellos para mirarlo.

Hiccup también tomó uno, solo que ese no era lo que él esperaba, más bien se trataba de una carta que leyó con detenimiento. Luego de unos minutos, sus ojos se abrieron como platos y levantó la vista para hallar a Mérida con sus ojos puestos sobre él, a la espera.

-¿Qué? ¿Qué es? -inquirió quitándole la carta de las manos.

-E-el barco -balbuceó el vikingo-... Era de tu padre. De Fergus DunBroch.









INDOMABLE ━━ mericcupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora