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A MÉRIDA DE
DUNBROCH


Cuando el sol terminó por ocultarse, ambos jóvenes decidieron que era hora de seguir camino

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Cuando el sol terminó por ocultarse, ambos jóvenes decidieron que era hora de seguir camino. Bajaron del risco y fueron hasta río arriba, donde las cataratas dejaban caer el agua con furia.

Mérida estaba unos pasos adelante de Hiccup, y el vikingo no podía estar más contento, porque Mérida había admitido que eran amigos. La sonrisa bobalicona no de la borraba nadie, y tal vez estaba siendo algo exagerado, tal vez era algo tonto de su parte, pero de alguna forma le reconfortaba saber que Mérida podía contar con él para las buenas y las malas. Y en realidad no sabia que era lo que le había impulsado a acercarse a Mérida en primer lugar, tal vez fue que no le gustaba llevarse mal con nadie, o simplemente fue algún tipo de deseo del que no estaba consciente, de volver con su primer mejor amiga. Porque de eso estaba seguro, Mérida fue y es su mejor amiga. Claro, Chimuelo tampoco puede quedar fuera del nombre. 

—Mérida —llamó el chico haciendo que la DunBroch voltease  verlo—. ¿Me prestas el diario?

Ella dudó pero finamente se lo dio, decidida a no cuestionar la petición del vikingo. Hiccup no se preocupó mucho por ello y ojeó el cuaderno sin ver más allá de lo necesario. No quería ser tan entrometido y abusar de la confianza. Sus intenciones eran releer la historia de la madre de la pelirroja, deseando que hubiese una pista más exacta que indicara la ubicación de lo que estaban buscando, pero con bastante dificultad gracias a la débil luz de sol que aun quedaba. A mitad del cuaderno notó que habían arrancado unas páginas, y antes de que pudiese preguntar escuchó el grito de Mérida llamando por él.

Hiccup corrió hasta ella y notó como a sus pies se hallaba encallada una canoa que parecía haber estado allí mucho tiempo. 

—Es lo que usaron mis padres para pasar las cataratas —explicó Mérida inspeccionándolo, mas no encontró nada fuera de lo normal—. Sube.

—¿Qué? —preguntó el otro sin entender.

—Que subas, Haddock, ¡vamos!

Rápidamente el castaño obedeció y subió a la parte delantera, mientras que Mérida empujaba desde atrás para meter la canoa al agua. Al final subió ella y tomó el único remo que había, comenzando a ir contra corriente, que por fortuna, no era muy fuerte. Mérida remaba en silencio, e Hiccup simplemente admiraba el lugar. Porque las vistas desde abajo eran tan espléndidas como las de arriba. La noche se ya se cernía sobre ellos y pronto se acercaron a las cataratas, donde el torrente de agua los empujaba hacia atrás, sacando mas esfuerzo de la pelirroja. Hiccup se dispuso a ayudarla remando de las manos, pero fue una mala idea pues casi se les da vuelta la canoa.

El castaño se ganó una mirada fulminante, pero al final, pudieron cruzar -ganándose una buena mojadura-, y encontrándose con una cueva gigante e iluminada débilmente por el agua que había.

INDOMABLE ━━ mericcupWhere stories live. Discover now