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UNA NIÑA EXTRAÑA

UNA NIÑA EXTRAÑA

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  —ESTABA PRACTICANDO —informó Mérida mientras se sentaba junto a Hiccup en aquella roca en medio del río.

—Lo sé, te vi. No te fue muy bien, ¿eh? —rió el castaño.

Ella soltó una especie de risa que hizo que Hiccup voltease a verla y la observase de una manera intensa.

—Sí, intenté pescar algo, pero soy terrible —comentó desganada—. ¿Qué? —preguntó al notar la mirada del vikingo sobre ella.

—Pensé que no sabías reír.

Ella rodó los ojos con diversión.

—Ja, ja —articuló irónica.

Hiccup rió.

—Qué graciosa —repuso—. Por qué no pruebas lanzar una ahora —ofreció señalando los peces que nadaban a sus pies.

Ella preparó el arco y tomó una flecha del carcaj. Hiccup notó como a la hora de tensar la flecha en la cuerda ésta le temblaba en las manos y no tenía un agarre firme.

—Jala hasta atrás, hasta la mejilla —aconsejó Hiccup, a lo que la pelirroja obedeció—. Ahora... Suelta.

La flecha salió disparada pero chocó muy lejos del pez señalado.

—Fallé.

—Ya veraz que le tomarás mano al asunto y te aseguro que serás la mejor arquera de Berk.

—Seré la única arquera de Berk —apuntó ella yendo a recoger la flecha antes de que la corriente se la llevase.

—Pero la mejor.

Ella sonrió a medias.

—Creo que debería irme —murmuró el castaño levantándose—, ¿tú vienes?

—No —negó ella—, quiero quedarme a practicar un poco más antes de volver.

—Okay —murmuró antes de desaparecer entre la maleza.

Cuando Hiccup volvió al pueblo se encontró con Chimuelo jugando con Tormenta.

—Hola chicos —saludó acariciando a ambos dragones—. Día de locos, ¿verdad?

—¿Dónde estabas? —preguntó una voz a sus espaldas, logrando sobresaltar al muchacho.

—¡Astrid! Por todos los dioses, casi me matas del susto —exclamó llevando su mano al pecho.

La rubia estaba cruzada de brazos y con una mirada gélida e impenetrable.

—¿Dónde estabas? —Volvió a repetir la rubia remarcando cada palabra.

—Con Mérida.

Ella abrió los ojos de la impresión, aunque sabía que no debería estar siquiera impresionada. Lo sospechaba.

—Ella no me gusta, es muy rara —opinó  haciendo una mueca de disgusto.

Hiccup frunció el ceño.

—Yo también lo era, ¿verdad? Antes de Chimuelo —masculló el castaño volteando para seguir su camino junto a su dragón.

—Hiccup, espera —Lo detuvo la rubia—, no quise decir eso, lo sabes. Simplemente es que ella no me agrada, es un presentimiento.

Él levantó una ceja, incitando a su novia a hablar.

—Me hace sentir amenazada —confesó finalmente.

—¿Estás celosa?

—¡No! —negó ante la acusación—, ella no tiene nada que me interese, literalmente, nada —recalcó, haciendo que el joven Haddock frunciera el ceño sin comprender—. Siento que de alguna manera ella pudiese acabar con todos nosotros si se lo propusiera.

—En verdad dudo de tu presentimiento —dijo él cruzándose de brazos.

—Me preocupa que pueda hacerte algo —explicó la rubia con honesta preocupación—, simplemente procura no acercarte a ella.

Y con eso la Hofferson se despidió, dejando a Hiccup junto a Chimuelo. El castaño miró a su dragón y sonrió.

—¿Sabes? Es una bendición que nunca haga caso a lo que me dicen.

Chimuelo sonrió a medias.

Ambos caminaron hasta su cabaña en la colina donde Estoico los esperaba.

—Pero qué cara traes —Fue lo primero que el Vasto dijo al ver a su hijo. —¿Problemas con Astrid?

—Nada que no pueda controlar —suspiró su hijo sentándose con su padre, y entonces recordó algo que no dudó en preguntar—. Papá... ¿Es verdad que cuando era pequeño jugaba con Mérida DunBroch? La recuerdas, ¿verdad?

Estoico pareció sorprendido por la mención de la pelirroja, para terminar suspirando.

—Sí, su padre era un muy buen amigo mío.

—¿Qué pasó? Digo, porque la personas no dejan de hablarse de la nada —comentó el castaño con obviedad.

—No nos dejamos de hablar, Fergus, su padre, murió en un incendio ocasionado por un... Por un dragón.

Hiccup frunció el ceño.

—¿Y su mamá?

—Elinor murió horas después de dar a luz a Mérida —explicó apesadumbrado por los recuerdos tan bonitos que había compartido con Fergus y Elinor en un pasado.

—Pero yo no les tengo rencor a los dragones por lo de mamá —musitó Hiccup por lo bajo.

—Su caso es diferente —Trató de explicar su padre con amabilidad.

—¿Sabes algo que yo no? —preguntó de repente.

Estoico abrió los ojos como platos y negó.

—¡No! Simplemente recordaba los buenos momentos.

Hubo un momento de silencio donde Hiccup se perdió en sus propios pensamientos, pero entonces preguntó:

—¿Y quién cuidó de ella luego de lo de su padre?

—Ella vivió al cuidado de sus tíos un tiempo, pero hace no mucho quiso ir por su cuenta y volvió a la casa donde nació, ahora creo que vive sola.

Hiccup se sorprendió y de alguna manera sintió lo mismo que cuando la vio en las cataratas de fuego: admiración por su fuerza, por su valentía.

—Oh no, Hiccup, conozco esa mirada —señaló su padre—. Mejor mantente alejado de ella, no es alguien con quien deberías juntarte.

—Papá, no es como si fuera a lastimarme —rió Hiccup, pero se detuvo ante la mirada tan seria de su padre.

—Hiccup, Mérida es alguien muy extraña y nadie la conoce, mejor no tientes a la suerte.

El joven Haddock bufó.

—No porque sea extraña es peligrosa, ni que fuera a matarme —discrepó con incredulidad—. Todos ustedes deberían dejar de juzgar sin conocer e intentar ver más allá de las apariencias. Como con Chimuelo.

Estoico lo miró con pena.

—Hijo, ella no es un dragón.

—Tienes razón, ella es una niña, papá, como yo.

INDOMABLE ━━ mericcupWhere stories live. Discover now