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Joy se removió incomoda sin saber que hacer exactamente, y es que ahora mismo se encontraba con Meg sentada en el sillón que tenia en su habitación esperando a que Bon llegará. Miro por enésima vez la pantalla de su celular verificando que hace más de veinte minutos Bon le había escrito que estaba cerca.

Desde que a Meg se le había ocurrido tocarla así las cosas habían estado algo tensas entre ellas, bueno más por su parte ya que siempre se alejaba cada vez que ella se acercaba. ¡Pero no era su culpa! Era lo más razonable para ella, Meg literalmente había ocasionado un terremoto en su mente, además de que su nerviosismo era traicionero, podría ser peor que Bon.

No supo en que momento pero las manos de Meg rozaron accidentalmente con las de ella, solo atino a sobresaltarse y retirar su mano. Sintió un leve calor en todo su rostro y orejas, en cualquier momento podría incendiarse.

— Joy. . . yo. . . err.— La albina comenzó a balbucear mientras jugaba con sus manos.

Ésta solo miro al piso intentando calmarse, se sentía confundida.

— ¡Argh!

El bufido fue desapareciendo a la misma vez que Meg se tiraba de espaldas y se deslizaba hasta llegar al piso, donde se hizo un ovillo. Joy solo miro sin saber que decir.

— Lo siento.— El murmullo de su amiga hizo que la habitación quedara sumida en silencio.— Fui una tonta y, uff, no quiero que te alejes de mi.

Le dirigió una mirada y se recargo con sus brazos en el sofá para poder mirarla. Quería darle un abrazo pero tenia miedo de que ella se alejara.

Joy por otra parte no quería que Meg halla llegado a tales extremos de disculparse sin haber hecho algo malo, aunque le hubiera incomodado. Conocia a Meg y la dificultad que ella tenia para disculparse o si quiera pensar en una.

— Solo. . . no lo volveré a hacer. . . — El ojo visible de Meg brillaba, parecía que en cualquier momento lloraría.— No me evites.

— Meg, no te disculpes no has hecho nada malo.— Aun habia algo de nerviosismo.

— Si no fuera malo, en estos momentos no estarias evitando tocarme.

Y la albina tenia razón, Joy se mantenía algo alejada de ella sin nido quiera la intención de acercarse. En respuesta se abrazo levemente a sí misma.

— Solo tengo miedo.— La cara de la albina cambio a una de pánico, Joy se dio cuenta de eso y rápidamente movió las manos en forma de negación.— ¡De ti no! — Aclaro rápidamente.— Solo que. . .

Volteo a ver por la ventana, una sonrisita se le escapó al ver a un par de pájaros en su nido del árbol.

— Sabes como son mis padres, sus pensamientos y los mios. . . — Apretó levemente sus puños.— Me has confundido, creí que no me sucedería esto. . . — Ahora miro sus piernas, comenzó a mecerlas.— Pero, todo esto es nuevo para mí y cada vez que te veo. . . yo. . . ¿Como explicarlo?

— Entonces, ¿No me odias? — Meg levanto levemente la cabeza.

— Para nada, no podría odiarte por nada en el mundo.— Respiro profundo.— Solo que a veces necesito mi espacio, para pensar, ya sabes...

— Por un momento pensé que debería irme del país.— Comentó la albina en un susurró.

Un pequeño momento de silencio fue necesario para que ambas comenzaran a reír a carcajadas. El alivio en el pecho de Meg era inimaginable.

Joy jalo a Meg para abrazarla, quedando ésta entre sus piernas aún arrodillada en el piso y levemente su rostro en el pecho de esta. Al menos todo estaba bien entre ellas.

Dulce tentación - MangloyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora