Dichosa ella

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¿Esto realmente era lo mejor para ambas? ¿Debía hacerlo realmente? 

Esas preguntas rondaban en la mente de Meg, tortuosamente la consumían sin dejarle escapatoria. Maldijo el momento en que vio a Fox, en que considero que podría ser una buena oportunidad para su relación, volver a recuperar lo pasado. Pero se equivocó...

No resulto ser más que un portador de mala suerte. Y demasiada.

No podía dejar a su ángel atrás, sinceramente ni en sueños. Hacia una mirada retrospectiva a su vida antes de llegar a Joy como eran ahora y solo hallaba tristeza, dolor, terror, melancolía. Con Joy su vida había mejorado, y no solo para ella sino para ambas. Habia descubierto nuevas facetas en ella, que amo y ama con todo su ser. Desde el movimiento de pies cuando está nerviosa o el pestañeo elegante y grácil que hacia cuando estaba feliz. No. No no no no.

Se lamentaba por lo que iba a hacer pero al menos quiere mantener un recuerdo de ella, algo que se mantenga latente en ella.

. . .

Notaba más cariñosa de lo normal a Meg en los últimos días, ya era viernes y la albina se notaba impaciente. Supuso que fue algo en casa lo que la puso demandante de cariño, la entendía. O eso pensaba. Así que ideo alguna manera para calmarla y relajarla, en los viejos tiempos veían películas o cocinaban algo así que le pareció adecuado. Quiso invitar a Bon pero este ya tenia planes con Bonnie y Freddy para practicar la guitarra. Todo seria perfecto. Incluso podrían mantener algo de privacidad y libertad, sus padres saldrían a ver a su abuelo en una reunión importante.

Así que cuando ambas llegaron no les fue raro que ellos no estén. 

En un principio todo estuvo normal, viendo películas, conversando u haciendo algún chiste. Todo se torno algo "raro" después de haber estado bailando, cayeron a la alfombra una al lado de la otra. Sintió un mariposeo en su estomago cuando cruzaron miradas y fue mirada con tanto amor y cariño por parte de Meg. Se sintió tan amada. Ella con delicadeza delineo el contorno de su cara y labios, haciendo pequeñas caricias en el proceso. Sus respiraciones se mezclaban y cada segundo que pasaba sus cuerpos estaban cerca, Meg ya se encontraba encima de ella besándola con una fiereza pasional que por un momento sintió que ella trataba de decirle algo mas lo ignoró. 

Las manos de la contraria ya no delineaban la cara, pasaron a los hombros haciendo un recorrido hasta su cintura. Sin saber que hacer la rodeo con sus brazos mientras daba caricias en su espalda. Ya hubieron varias situaciones donde llegaron ha ese limite por lo cual estaba familiarizada con la situación, sin embargo no contaba con que una mano de Meg se infiltrara bajo la camisa que tenia puesta y la otra acaricie sus muslos descubiertos. Su corazón latió a velocidad de la luz -o al menos ella lo sentía así- y quedo helada, su rostro se calentó.

  —Meg, no... —La razón le gritaba que no.

Llegaron los besos a su clavícula y oreja, sintió su alma doblegarse. Sin darse cuenta un pequeño gemido salio de ella.

—Yo realmente te deseo, Joy, te amo como no te imaginas.— El susurro de Meg en su oreja fue tan profundo y excitante para ella que se vio en la tentación.

Tentada por una chica que la miraba dulcemente.

Una dulce tentación.  

Luego de eso vinieron las caricias, besos, toqueteo. Las prendas acabaron en alguna parte de la habitación y los cuerpos se enredaron en un ritmo incesante. El dolor se hizo presente en ambas seguido del placer, los jadeos y gemidos llenaban la habitación indecorosamente. Se hacían promesas sin palabras haciendo todo más especial. Y aquella tarde de primavera Joy le entregó todo a Meg ciegamente, en la alfombra de su habitación.

Dulce tentación - MangloyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora