10 años despues

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10 años después. 

La noche era tan fría como una puñalada de hielo, más incluso de lo estaba acostumbrado a presenciar. Pero él lo ignoro, su gracia producía el calor suficiente para mantenerlo cómodo. Alec suspiro, y una nube difama de vapor se elevó en la oscuridad y relució por un instante bajo la caricia de la luna antes de desvanecerse.

Apretó con una mezcla de expectación e inquietud el metal de su arco: el tacto frió y la cuerda tensa bajo sus dedos callosos resultaba reconfortante. Se sabía expuesto en aquel páramo desnudo poblado de niebla que se rizaba de formas imposibles, extendiéndose cientos de metros hasta un bosque donde los arboles desnudos con ramas secas que, en aquella penumbra evanescente, parecían negras y retorcidas.

El silencio le presionaba los oídos, pero sabía que ya no podía alargarse mucho más. Conocía aquella sensación previa, aquel turbado cosquilleo en el que su estómago le anunciaba la llegada de un suceso aguardado y temido por igual.

Sabía que era el blanco perfecto, y quizás por ello él siempre prefería ir de caza solo. Era más fácil atraer la atención de aquellas retorcidas abominaciones. Como aquella en la distancia, que lo acechaba entre los árboles, atraído por su sangre y su fuerza vital. Fácilmente era catalogado como una presa fácil, un hombre solitario y hermoso que no era sino un añadido más para un trofeo.

Unas nubes perezosas cubrieron la luna, dejando una efímera y absoluta oscuridad. En aquel lapso de negrura casi completa, un aullido horrible desgarro el silencio y le alertó de la presencia del depredador. El joven apretó más su arco, intentando contener la adrenalina para no desplegar sus alas en una acción impulsiva. Espero impasible, la aparición del monstruo.

Lo oyó cruzar el bosque a la carrera, apartando ramas y tumbando arboles a su paso, atraído por una inexorable gravedad hacia él. Alec sonrió ligeramente: lo habían estado esperando, era un reclamo perfecto. Esa era la razón por la que había ido solo a aquel lugar, quizás con su acción podría encontrar el paradero del heredero.

El demonio surgió de la foresta con un crujido de ramas rotas. El hombre sonrió imperturbable y levanto la cabeza.

El monstruo media casi tres metro y tenía la piel gris, cubierta de escamas negras. Sus grandes ojos sin cuencas chorreaban sangre y sus manos tenían cuatro garras retorcidas, capaces de descuartizar a diez hombres e un zarpazo.

El demonio avanzo con deleite, preparándose para atacarlo y destrozarle la garganta. Deseaba escuchar sus alaridos de agonía y ver las últimas convulsiones de sus pulmones incapaces de transferir oxígeno. Sin embargo no reparo en la falta de miedo de la víctima, ni en el modo desafiante y ausente de pavor con el que le miraban los ojos azules. Entonces la bestia salto, pero antes que pudiera llegar a su víctima una palabra en un idioma desconocido salió de sus labios. Una sola palabra acudió irracionalmente al cerebro del monstruo.

Enoquiano. Un Ángel.

Pero ya era demasiado tarde.

Un destello naranja brotó a espaldas del demonio y un círculo de fuego rodeo a la criatura. El ser chillo de dolor y se tambaleo, girando sobre sí mismo para descubrir la trampa demoniaca de la cual no podría escapar.

-¿Qué es lo que esperas?- gruño el demonio al ver que el ángel no hacía ningún ademán para atacarle - Termina conmigo de una vez.

-No es tu vida lo que quiero- contesto el ángel, caminando lentamente a su alrededor, analizándolo -Busco información. Información sobre la ubicación de cierto ser...

-¿Y qué obtendré yo a cambio?- interrumpió el demonio mordaz.

-Quizás te perdone la vida.

El demonio rió con fuerza.

El Ángel y la Princesa del Infierno de Rosas (Alexander Lightwood)Where stories live. Discover now