La infancia de Taira no Bara (primera parte)

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Rozen.

Antes de saber hablar ya oí mi nombre y supe que era Rozen. Mi madre lo susurraba, pero no dulcemente. Lo susurraba como si fuera un peligroso secreto. A veces incluso lo siseaba junto a mi oído, y yo notaba su aliento cálido cosquilleando mi piel. Nunca lo murmuro, y nunca lo gritó tampoco. Los murmullos son para las sirvientas, y los gritos para advertir a los demás. Ella no quería atraer la atención hacia mí de esa manera.

Pero ese nombre solo ella y yo lo conocíamos. Nadie más sabia de él, y cuando lo usaba sonreía, como si aquello de alguna forma le complaciese. Era algo privado, nuestro pequeño secreto, porque nadie sabía de él. Nunca lo usaba ante nadie más, ni siquiera ante mis hermanos.

Mi familia y demás personas me conocían por otro nombre: Bara.

Igual que las nieblas que se ciñen a las colinas gradualmente van clareando y desaparecen, y la forma sólida de las rocas y los bosques aparecen, igual la vida toma forma en nuestros recuerdos más tempranos, que desaparecen después. Entre el remolino de memorias y sentimientos mezclados de mi niñez, recuerdo el palacio donde vivía la familia de mi madre, y donde ella había crecido. Mi abuela y mi abuelo todavía vivían, pero cuando intento recordar sus rostros no puedo. Todos habíamos ido allí, huido allí más bien, a causa de los problemas con el Clan Minamoto, quienes deseaban las tierras de nuestro Clan, en la provincia de Ise, donde nuestros antepasados establecieron una dinastía importante de daimyo.

Ahora se que todo eso fue en la prefectura de Aichi, aunque por supuesto yo no comprendía nada de lo que sucedía. Solo sabía que nuestro palacio estaba al cobijo de una montaña, más abierto al sol y al viento que el otro en el que nos escondíamos, que era oscuro y cerrado como una caja. No me gustaba estar allí y deseaba volver a mi antigua habitación, esa que tenia un bonito cerezo en la ventana. Le pregunte a mi madre cuando seria aquello, cuando podríamos volver a casa.

-¿A casa?- dijo ella- Esta es nuestra casa.

Yo no lo entendía y sacudía la cabeza.

-Esta era mi casa, donde yo crecí.

-Pero no es la mía- insistía. Intenté no llorar al pensar que quizá nunca pudiera regresar allí. Pensé que había detenido las lágrimas en los rabillos del ojo, pero mi labio tembloroso me delató.

-¡No llores, pequeña!- dijo ella, estrechándome entre sus cálidos brazos- Las princesas no lloran, ni siquiera delante de sus madres- limpio mis ojos con pequeños besos- Ise no será tu único hogar, no importa si ahí naciste. Tu hogar siempre estará donde encuentras tu corazón. Recuérdalo siempre.

Asentí obediente, aún cuando seguía sin entender sus palabras. Ella sonrió satisfecha y arregló la peineta de jade que sostenía mi pelo. 

-Pronto mi niña, pronto- me susurro ansiosa- Pronto sabremos el tiempo que tenemos que permanecer aquí, y adonde tendremos que ir. El oráculo nos lo revelara.

El oráculo. El futuro. Augurios. Profecías. Hasta entonces yo era libre de todo eso. Era una niña sin importancia... o eso creía al menos. Después, gobernaron mi vida, los adivinas, los límites fijados por el destino, lo parámetros que me definían.

Íbamos dando sacudidas en una carreta por una tierra salvaje y boscosa. No se parecía en nada a la tierra en torno a Ise, recogida en su suave valle verdeante. Allí las colinas eran lubregas, cubiertas de sauces ensombrecían el camino. A medida que nos acercábamos a la montaña donde se escondía el lugar sagrado del oráculo, tuvimos que abandonar las carretas e ir caminando por un sendero con rodadas en un empinado ascenso.

-Así cuando llegas es más especial- dijo el mayor de mis hermanos, Ryu. Tenía siete años más que yo, y el pelo oscuro, era el único que había heredado los ojos azules de nuestra madre, pero con un carácter amistoso y alegre. Era mi mejor amigo entre mis hermanos, animoso y alentador, divertido, aunque siempre cuidadoso y vigilante conmigo, la menor – Si fuera fácil de encontrar, no sería una recompensa tan grande.

El Ángel y la Princesa del Infierno de Rosas (Alexander Lightwood)Where stories live. Discover now