Sombras del futuro

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Alec había tenido un día horrible.

Gabriel había insistido en entrenar con él todo el día, y Alec no había encontrado ninguna excusa para escapar. Y luego Michael los había reunido para darles una larga y muy tediosa platica sobre su divina misión y una sarta de cosas que Alec ni siquiera se molesto en escuchar. Cuando finalmente se libro de sus hermanos, voló de regreso a la isla.

Llego horas antes que amanecería, entro a la casa y fue a su habitación, evitando hacer cualquier ruido que despertara a Rozen.

Se dejo caer sobre el colchón, y se saco las botas de una patada, demasiado exhausto para cambiarse el resto de la ropa.

Estaba empezando a ir a la deriva cuando la casa dejo salir un gemido. Como si la propia madera estuviera siendo deformada, la casa empezó a gemir y a estremecerse, las velas tintinearon en la habitación.

Se sentó de golpe y giro a la ventana que estaba abierta. El cielo estaba despejado, no había nada.

Nada ademas de la oscuridad deslizándose al interior de la habitación procedente del pasillo detrás de la puerta.

Alec conocía esa oscuridad, había soñado con ella años atrás. Se filtraba por la rendijas de la puerta como agua. La casa volvió a estremecerse y un grito aterrado atravesó la noche.

Salió de la cama de un salto, abrió la puerta de golpe, y la oscuridad lo azoto como un viento fantasmal, llena de estrellas, fuego y de... miedo.

De mucho miedo y desesperación.

Alec salió corriendo de la habitación completamente a ciegas dentro de la impenetrable oscuridad. Pero había una pequeña luz, el resplandor del alma, y lo siguió hacia donde sabia que se hallaba su habitación. Corrió la puerta y entonces la noche y el viento lo azoto.

-Rozen.

No hubo respuesta. Pero podía sentirla ahí. La siguió hasta que sus manos tocaron lo que tendía que ser su cama.

-Rozen- dijo por encima del viento y la oscuridad.

La casa se sacudió, las tablas del suelo sonaron ruidosamente bajo sus pies. Palmeó la cama, sintiendo las sabanas debajo y entonces, un cuerpo pequeño y tembloroso.

-¡Rozen!

La oscuridad se arremolino por todo el lugar. Escaló sobre la cama y se lanzo hacia ella, palpando lo que era su brazo, luego sus hombros, luego sus piernas, la cargo y acomodo sobre su regazo, la sostuvo con fuerza contra su cuerpo y grito su nombre. Su piel estaba helada.

No hubo respuesta, deslizó su mano por su cuello, por su boca para asegurarse de que aún respiraba, que eso no era su poder escapando de ella. Un aliento helado golpeo la palma de su mano.

La llamo nuevamente, pero ella no se movió. Acerco sus labios hasta su oído y le habló, llamándola, insistiendo una y otra vez en una letanía interminable, hasta que una grieta apareció en la oscuridad.

Lentamente la oscuridad empezó a retroceder, volviendo al interior de la pequeña bruja. La negrura se aclaro lo suficiente para que Alec viera su rostro: sus labios saco y pálidos, los ojos violetas abiertos y rojos, cubiertos de lagrimas.

-Todo esta bien- dijo Alec. Su respiración era irregular, desigual- Ha sido un sueño solamente.

Entonces como nieve siendo sacudida de un árbol, la oscuridad cayo, y la luz de la luna iluminó el cuarto.

-Alec- dijo con voz ronca. Como si hubiera estado gritando.

-Si- dijo el angel, aparto sus rizo azabache de su rostro- Todo esta bien. Estabas teniendo una pesadilla.

El Ángel y la Princesa del Infierno de Rosas (Alexander Lightwood)Where stories live. Discover now