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-¡Vamos niña, andando!-Grita Feraud desde afuera de la tienda.

Estamos en el aeropuerto, a punto de ir camino a Londres. Con mis nervios a tope y Feraud apurandome mientras Dylan mira su reloj cada cinco segundos, debo decir que no me ayudan demasiado.

El tiempo en la empresa pasa rápido, demasiado a mi parecer, pero en el transcurso suceden tantas cosas extrañas que no las creerían. El que dijo que los artistas están locos, tenía razón.

Esperen... yo soy artista.

...Bah, también estoy loca.

-Irina, espera, quédate así, sí, mira ese dulce y quédate quieta-Josh llega interrumpiendo mis pensamientos junto a su cámara, hago lo que me pide y de pronto escucho un "click" proveniente de la cámara.

Josh es un fotógrafo de la empresa. Me lo encontré en los pasillos hace unos días, tropecé con él y en cuanto me miró pareció quedar obsesionado conmigo, aunque no en el sentido amoroso, claro. No sé qué me ve; soy la chica más normal y despistada que puede haber.

En fin, desde ese día Josh se convirtió en un buen amigo y yo me convertí en su "modelo" por así decirlo. No importa a donde vaya, él y su cámara me acompañan, y no importa cuánto le diga que no soy modelo, que ni siquiera sé posar para fotos, él está obsesionado con que yo sea la chica que salga en sus fotos más artísticas. Como verán, también viene a Londres con nosotros, pues convenció a Dylan diciéndole que soy su próximo proyecto de fotografía.

-Josh, deja de fotografiarla y vámonos, andando. Black, elija su dulce y paguelo ya, hay que irnos-Ordena Dylan, sin perder su tono autoritario conmigo jamás.

Se ha empeñado en llamarme por mi apellido y tratarme de "usted" desde que salí de su oficina dando un portazo hace dos semanas. De él no hay mucho que decir, desde ese momento es igual de frío y distante todos los días, aunque no suelo verlo demasiado. No sé si evita cruzarse conmigo o qué, pero casi nunca lo veo en la empresa. ¿Así es como planeas frustrar mis sueños? Bien hecho, Dylan, gran plan.

Escojo un dulce con una amigable envoltura metálica rosa y luego de pagarlo salgo de la tienda con mis maletas, una en cada mano. Sin saber dónde guardar el dulce y sin poder sujetarlo, lo agarro con mis dientes y comienzo a caminar apresurada junto a los cuatro. ¿Cuatro? Sí, cuatro. La secretaria de Dylan también viene con nosotros.

Dylan le entrega los boletos a una mujer del servicio y entonces subimos al avión.

Asiento A8...asiento A9...asiento A10...¡Asiento A11!.

Me siento en mi lugar, justo del lado de la ventanilla. Me quedo mirando por allí, escucho la voz de la azafata explicar todas las medidas de seguridad y las reglas del avión, pero opto por ignorarla. Ni siquiera me importa saber quién se ha sentado a mi lado, esta es la primera vez que viajaré en un avión y no sé si emocionarme y pensar que nada pasará, o recordar todo lo que aprendí de Mayday: Catástrofes Aereas en National Geographic.

El avión comienza a despegar e inmediatamente clavo mis uñas en los apoyabrasos del asiento, al despegar hace una pequeña turbulencia y se me viene a la mente una de la imágenes que pasaron en un capítulo de Mayday.

-Oh Dios, vamos a morir todos en esta lata de sardinas andante-Chillo en lo bajo, aterrada. A mi lado escucho una risa siendo contenida y entonces miro a mi compañero de asiento-Oh no, voy a morir junto al ser más despreciable del mundo-Chillo aún más aterrada.

Él se esfuerza por no soltar una risa, pero se nota que le causa gracia mi estado, una pequeña mueca que intenta no volverse una sonrisa se asoma entre sus labios.

Proyecto RepeticiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora