CAPÍTULO 15. Draco

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CAPÍTULO 15.

Adrien se despertó poco después del amanecer; estaba tumbado boca abajo, con la cabeza girada hacia la ventana y lo primero que sintió fue el brazo de su padre sobre su cuerpecito, haciéndole sentir tremendamente protegido y a salvo. Se removió con cuidado, procurando no molestar a Severus, pero enseguida su papá se dio cuenta de que ya no dormía y retiró su brazo para dejar que se diera media vuelta; Severus no había pegado ojo en toda la noche, velando los sueños del niño para asegurarse de que todo estaba bien, así que no había tardado ni un segundo en percatarse de que Adrien ya se había puesto en marcha ese día. Sólo deseaba que estuviera bien, que lo ocurrido el día anterior no le dejara ninguna clase de secuelas y siguiera siendo el niño alegre que se había ganado un hueco en su corazón de hielo con una velocidad pasmosa. Adrien giró la cabeza y se encontró con el rostro sonriente de su papá, que lo observaba como si lo viera por primera vez, con los ojos brillantes y la expresión relajada, de una forma similar a la forma en que su mamá solía mirarlo cuando lo despertaba por las mañanas. Inmediatamente Severus llevó una mano a la cara del niño y le acarició una mejilla, notándolo tranquilo, casi como si no hubiera pasado nada, aunque había algo en los ojos de Adrien que no estaba allí antes, como si el miedo que debió sentir el día anterior fuera a tardar mucho tiempo en desaparecer.

-Buenos días, pequeño -dijo Severus con suavidad, sentándose en la cama mientras examinaba los moratones del cuello de Adrien que, gracias a las pociones, estaban desapareciendo a una velocidad pasmosa -¿Has dormido bien? -Adrien afirmó con la cabeza y se quedó recostado, un poco somnoliento aún; se sentía tan a gusto que no quería moverse de allí en todo el día -He pensado que podríamos pasar el día fuera -dijo Severus, dispuesto a levantarse -Tengo que ir a comprar unas cosas a un lugar especial y estoy seguro de que te gustará mucho.

Severus esperaba una reacción repleta de emoción, pero en lugar de eso, Adrien le miró con un deje de tristeza y se incorporó un tanto resignado, dispuesto a obedecer a su padre a pesar de no tener ganas de ir a más lugares especiales: bastante había tenido el día anterior con la visita a aquella casa tan tétrica y lo que ocurrió después...

-¿Sigues asustado, Adrien? -inquirió Severus examinando el rostro un tanto melancólico del niño, adivinando sus pensamientos sin necesidad de irrumpir en su mente igual que solía irrumpir en la mente de la mayor parte de las personas que tenía cerca. Adrien no respondió, aunque su silencio confirmó las sospechas de su padre -Te aseguro que no te va a pasar nada, pequeño -Severus lo estrechó entre sus brazos, intentando reconfortarlo -Nos vamos a divertir mucho, ya lo verás; el sitio que quiero que veas es el Callejón Diagón, hay muchas tiendas para magos y es un lugar muy bonito. Nada malo te ocurrirá cuando estemos allí.

-Pero... -Adrien agachó la mirada; a Severus no le gustaba verlo así, pero no se le ocurría qué podía hacer para ayudarlo a sentirse mejor -Papi...

Severus suspiró; Adrien se mostraba reacio a salir de la casa y realmente no era para menos, pero no podía permitir que el niño viviera siempre asustado. La noche anterior parecía haber entendido a la perfección todo lo que su padre le explicó acerca del mundo mágico, pero eso no fue suficiente para hacer que su miedo desapareciera por completo; esa mañana, Adrien parecía más pequeño y más vulnerable que nunca y Severus decidió que, si no lograba convencerlo con buenas palabras, no lo llevaría al Callejón Diagón. Después de todo, aún faltaban un par de semanas para el comienzo del curso y podía permitirse el lujo de retrasar las compras unos días más, hasta que el niño estuviera completamente recuperado y se sintiera más seguro.

-Verás, Adrien -dijo con suavidad, rezando por que sus palabras sonaran medianamente seductoras -Había pensado en comprarte unas túnicas de mago -el niño lo miró un segundo, pero no demasiado convencido -Quizás alguna vez pueda llevarte a Hogwarts conmigo, cuando empiece el curso, y las túnicas te vendrán bien... -Adrien pensó que todo aquello parecía tentador, ir a aquel maravilloso castillo muchas otras veces, pero seguía sin querer marcharse de casa esa mañana -Hay túnicas de muchos colores y podrás elegir el que más te guste... -Severus esperó que Adrien le interrumpiera eligiendo el tono que prefería su túnica, pero el niño seguía callado -También hay tiendas donde venden dulces que sólo los magos podemos comprar y una heladería que tiene unos riquísimos helados de todos los sabores -Adrien hizo un gesto de curiosidad, pero siguió sin decir nada; Severus seguía pensando en cosas del Callejón Diagón que pudieran llamar la atención de un niño -Podremos buscar algún libro para que colorees con dibujos que se muevan, como los personajes de los cuadros del abuelo Albus -esa vez, Adrien estiró el cuello y miró a su padre con interés -Y luego están los juguetes, claro: muñecos que pueden moverse y hablar ellos solos, puzzles que cambian de dibujo cada vez que montas uno, escobas voladoras que se alzan un metro del suelo...

Papá SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora