19. Como un roble

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Cuando pensaba en la magia, imaginaba brujas y hechizos que vio en tantas películas; nunca pensó que el lugar en donde estuviera en paz pudiera sentirse así de mágico

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Cuando pensaba en la magia, imaginaba brujas y hechizos que vio en tantas películas; nunca pensó que el lugar en donde estuviera en paz pudiera sentirse así de mágico. El agua en sus pies se llevaba los pensamientos de su mente y el aire que llegaba a su rostro era más fresco en medio del río.

No veía un río en la naturaleza desde hace años. El de Vlinder tenía su encanto, pero la mayor parte del tiempo solía estar lleno de gente que iba a bañarse. Este, en cambio, era de agua cristalina y meramente turístico. Más pulcro a la vista.

Edith estaba sentada a la orilla sobre una manta de picnic que había encontrado en la cabaña, Lucy construía una ciudad con las piedras que elegía del agua, mientras su tío, Lisandro, descansaba mirando el cielo.

Lilian había decidido sentarse en una roca con los pies en el agua sin perderlos de vista. Cada familia es un mundo aparte, y no podía negar que extrañaba a la suya.

De estar ahí, sus padres se sorprenderían con la frescura del agua, e Iván, talvez, hablaría de su trabajo y ella fingiría interés mientras en el fondo no podría importarle menos, y por el cariño que le tenía se esforzaría en seguir fingiendo. Siempre con esa barrera que ella misma había puesto que no le permitía estar tranquila con ellos sin sentirse fuera de lugar.

Con sus tíos, por supuesto, había más distancia; pero eran más transparentes en la lástima que sentían por ella. En tratarla con cuidado porque era adoptada y... por su depresión, como si ella fuera alas de una mariposa que se deshacen al menor toque.

Sonrió débilmente al pensar eso. Las mariposas le recordaban a Melissa.

—¿Quieres que te tome una fotografía ahí? —Edith ya tenía la cámara en sus manos—. Elena me preguntó cómo estabas.

Lilian acomodó su cabello por instinto, y posó para ella.

—Está bien, puedes enviarle una foto, y no te olvides de pasármela.

Un aire fresco chocó con su rostro, se estaba empezando a levantar el viento. En Enlapper todo se sentía distinto. La naturaleza siendo ella misma en verano era algo que la devolvía a su niñez. En la ciudad no habría manera de distinguir una estación de otra de no ser por la lluvia.

—¿Qué harás en tu cumple Lili?

—¿Ella te preguntó eso? —No quería que su madre organice nada—. Dile a mamá que no quiero...

—No, yo te pregunto. —Interrumpió y bajó la cámara a su regazo—. Tal vez si hacen una cena podamos hacernos tiempo para ir.

—Yo quiero carne asada —dijo Lisandro, sin perder la vista del cielo—. Carne asada, por la noche, lo mejor.

—Bueno, —rio Lilian— talvez hagamos una cena informal. Pero no quiero pastel.

—Entonces ahí estaré, sin pastel.

El silencio de las Mariposas | GL | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora