💐Flotando en las nubes💐

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Por lo general, siempre les contaba a mis amigas todo lo que pensaba y sentía; o quizás no les contaba absolutamente toda la verdad, pero si una parte.
Esta vez, sentí que no debía decirles nada. Aunque muy en mi interior era perfectamente consciente de que no se me pasaría, quería creer que si, que esta misma tarde ya tendría a ese chico fuera de mis pensamientos.

-Creo que alguien tiene un grave problema en los oídos...

Miré a Alexa intentando parecer completamente natural. Ella alzó una ceja y rió por lo bajo.

-Esta mañana tuve que llamarte tres veces...
-Solamente tengo un poco de sueño- me excusé.
-¿Segura de eso?- dijo Bianca guardando su teléfono en su bolsillo.
-Si, segura de eso.

La campana que daba inicio a la primera hora de clases me salvó de tener que ahondar en detalles.
Las cuatro caminamos hacia el aula de química, y a pesar de mis intentos desesperados, no pude poner atención a lo que ellas hablaban.

La imagen de un atractivo y a la vez extraño chico con el pelo teñido de rubio gastado se había quedado atascada en mi cerebro.

Fui la última en entrar al aula, y justo antes de hacerlo, miré por encima de mi hombro a través del pasillo.
No había rastros ni de él ni del director, así que supuse que seguirían dentro del despacho aún.

Ocupé mi lugar junto a Alexa y saqué mi cuaderno y mi lapicera.

-Todavía no entiendo por qué seguís usando esta cosa...- Alexa agarró mi lapicera y la examinó.
-Si no te gusta no la mires, es simple- se la quité de un manotazo- Además, no sé qué te preocupa, si soy yo la que la usa...
-Estás actuando raro otra vez. Definitivamente te sucede algo.
-Ahora resulta que no puede caerme mal uno de tus comentarios?
-Ay está bien, vamos a fingir que te creo que solo es por la lapicera- rodó los ojos- Pero no soy estúpida, Venecia.

Yo comencé a anotar lo que leí en la pizzarra con mi lapicera y la ignoré olímpicamente.
Realmente no había nada de malo con mi lapicera, pero era rosa y con un pompón en la punta, y Alexa la consideraba demasiado infantil para su gusto.

La profesora comenzó a explicar el tema del día, y yo dejé que mis pensamientos me llevaran lejos de su aburrida clase.
Fue entonces cuando el director se apareció en la puerta, y detrás de él, esa cabeza rubia tan fácil de reconocer.
Mi mirada fue inmediatamente a la puerta y mi corazón comenzó a latir apresurado con la esperanza de que él entrara y ocupara uno de los lugares de la clase, pero lo único que pasó fue que el director pidió disculpas por la interrupción y ambos se fueron.

-¿Vas a hacer el experimento, Venecia?- la voz de Alexa me volvió a bajar de mis pensamientos.
-Eh.. si, si..
-¿Te pasa algo?
-Ya te dije que no me pasa nada.
-Sólo fue una pregunta inocente.
-Si, ya lo sé. Así como también sé que estoy tratándote demasiado mal sin ningún motivo. Perdón, Ale...
-Ah tranquila, supongo que todos tenemos derecho a tener días malos.

(...)

-¡Venecia!

Cerré de golpe mi casillero por el susto y miré hacia un costado.
Avril sostenía mi mochila, mientras alzaba una ceja.

-¿En dónde tenés la cabeza?

No le iba a decir que no podía sacar mi mirada del chico nuevo que estaba parado contra su casillero, completamente solo.

-Estaba pensando en el trabajo práctico que tenemos que hacer, solo eso...
-A mi también me tiene bastante preocupada. ¿Vamos? Las chicas nos están esperando.
-Si, vamos...

Puse el seguro en mi casillero, agarré mi mochila y ambas caminamos a través del pasillo, hacia la salida.
Al pasar junto al chico nuevo, volví a mirarlo con insistencia, pero él ni siquiera pareció registrarnos.

Tenía la mirada más fría y ausente que había visto en mi vida.

Afuera, Alexa y Bianca nos esperaban en el auto de Alexa y ambas subimos a los asientos traseros.

-¿Por qué tardaron tanto?- Alexa frunció el ceño.
-Venecia tuvo un pequeño problema con sus libros...- definitivamente Avril no había notado que yo no dejaba de mirar a ese chico.
-¿Libros?
-Si, Alexa, libros.

Alexa si parecía haber notado que yo tenía algo extraño, pero no iba a decírmelo hasta estar bien segura, como hacía siempre.

Día 2:

Me miré en el espejo del baño y sonreí. Había estado toda la noche dando vueltas en la cama, preguntándome por qué ese chico ni siquiera había notado que yo estaba ahí.
No solía preocuparme mucho por mi imagen, pero de pronto las ganas de verme bonita se habían duplicado.

Agarré un rimel y un labial rosa.
Un poco de maquillaje no me haría daño, ¿verdad?.

Mi pelo era otro enorme problema. Era un maldito rebelde sin causa y no podía controlarlo.
Lo tomé con ambas manos y probé cómo luciría estando recogido. Me espanté a la primera y terminé aceptando que mi mejor opción era ir con el pelo suelto como siempre.

Unos golpes en la puerta me interrumpieron y me ví obligada a abrir.
Mina, mi hermana menor, me miraba con enojo.

-Te encerraste ahí hace como mil horas!- me gritó con su voz chillona.
-No exageres...

Mina tiene ocho años, yo tengo 17, pero ella con pegar solo dos gritos parece la más adulta.
Tiene unos enormes y hermosos ojos marrones, el pelo igual de castaño y rebelde que el mio y el mismo carácter malhumorado.
Es como una pequeña yo.

-No exagero. Y apúrate porque mamá te espera en la cocina.
-No tengo tiempo...
-Si yo fuera tú, iría, se veía enojada por el desastre en la cocina.
-¿Desastre? ¿Cuál desastre?

Salí del baño y bajé las escaleras casi corriendo.
Mi madre estaba en la cocina, limpiando el piso mientras soltaba insultos.
Yo observé la cocina. Todo estaba lleno de agua, pero no entendía cómo si yo había desayunado hacía unos minutos y todo estaba bien.

-¿Qué pasó?- murmuré.
-¿Y todavía lo preguntas? Dejaste la canilla abierta, Venecia, y el agua se rebalsó!

Ella me gritó histérica.

Yo me quedé en silencio.
Definitivamente no recordaba haber hecho eso.
Pero sabía que seguramente el culpable había sido el chico nuevo de cabeza rubia.

El chico (no tan) perfecto Where stories live. Discover now