🌸Los minutos duelen🌸

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Durante la última hora de clases de ese día, alguien se sentó a mi lado, obligándome a sacar los ojos de mi hoja de ejercicios. Sabía que no era Mateo porque él se había ido luego de la primer hora; No sabía por qué motivo, el director sólo entró y dijo que su madre había venido por él.

La que estaba a mi lado era Sanna.
Sanna era una de mis compañeras con las que, aunque tenía buena relación, casi nunca hablaba. Era una chica alegre, de pelo negro y rizado y con unos profundos ojos azules.

Ella me sonrió y yo, todavía sorprendida por su "visita", también lo hice.

-¿Cómo estás, Venecia?
-Yo... bien, y tú?- murmuré.
-Yo muy bien, como siempre. Mira, sé que te resulta extraño que esté aquí hablándote, no voy a fingir que es lo más normal del mundo, pero tengo mis razones.

Yo solté mi lapiz y puse absolutamente toda mi atención en ella.

-Quiero saberlas entonces... a las razones, digo.
-Mateo.

No pude evitar alzar una ceja y ponerme nerviosa, esta vez no por vergüenza, sino por miedo a que ella estuviera interesada en él tanto como yo.

-¿Por qué quieres hablar conmigo sobre Mateo?
-Porque él y yo nos llevamos bien, puede decirse que vamos camino a ser amigos y me ha pedido un favor.

Amigos. Ellos no eran más que amigos.

Una sonrisa enorme se formó en mi cara.

-Y ese favor tiene que ver conmigo, supongo- dije dudosa.
-Claro...- ella me miró a los ojos, sus ojos brillaron -¿Qué te parece si mañana, sábado, mi amigo, tú y yo vamos a tomar unos riquísimos helados?
-¿Los tres?
-Sé que suena un poco extraño, pero él es tímido, necesita un poco de apoyo. De todos modos, yo voy a llevar a un muchacho, así que seremos cuatro en total.
-¿Él te pidió que me invitaras?- susurré, ansiosa por escuchar un "si" como respuesta.
-¿Por qué haces tantas preguntas?- rió -¿Aceptas o no?

Quería decirle que hacía tantas preguntas porque su "amigo" me volvía loca, pero en lugar de eso sólo me reí inocentemente.

-Bueno... si, acepto.
-Genial. Nos encontramos en la heladería que está cerca del parque central, quieres? A las seis.- ella sonrió.
-Claro... nos encontramos ahí.

Luego ella se levantó sin borrar la sonrisa de su rostro.

Yo no podía salir del asombro. Nada de todo lo que acababa de pasar parecía cierto, y sin embargo lo era.

En ese momento me permití pensar que yo le gustaba. Que no sólo le gustaba mi nombre, sino también mi persona.

Día 6:
Mis amigas hicieron un gran alboroto cuando les dije por teléfono que tenía una especie de cita con Mateo esa tarde.
No les conté sobre los dibujos ni sobre el momento en que él me tomó de las manos, porque estaba segura de que ellas no podrían verlo como yo lo veía, jamás, y sería sólo una pérdida de tiempo.

Luego Alexa me dijo que era extraño que Sanna se acercara tan amistosamente a mi, pero antes de que me agarrara la paranoía, la aparté de un manotazo y me concentré en pensar cosas buenas.

Parada frente a mi armario, ni siquiera estaba cerca de decidir lo que llevaría puesto.
Nunca había tenído una cita, o en realidad, nunca me había importado tanto la opinión que otra persona podía llegar a tener sobre mi.

Elegí una blusa de color rojo y un jean de color negro. Luego me planché el pelo y me puse un poco de maquillaje.
Una vez lista frente al espejo, me sorprendí de lo mucho que me podía cambiar una plancha de pelo y un poco de maquillaje.

Estaba tan feliz que ni siquiera me importó lo que Jonathan me dijo cuando me vió bajar las escaleras.

-Mamá, papá, ya me voy.
-¿Te vas sola?- mi mamá me miró de pies a cabeza.
-Si, yo.. ya te expliqué cómo va a ser todo- murmuré.
-Ah si, claro. Bueno, mucha suerte y... estás muy bonita, cariño.
-Exacto. Tu madre tiene razón, tenemos una niña muy hermosa..- mi padre me sonrió desde el sillón.
-Muchas gracias. Vuelvo para la cena, si? Adiós.

Me fui rápidamente, y una vez afuera, respiré hondo varias veces, intentando calmar los insoportables nervios que iban en aumento con el correr de los minutos.

Llegué a la heladeria unos diez minutos luego de las seis y me sorprendí al ver a Sanna y otro chico hablando animadamente en una de las mesas. No pensé que ellos sería tan puntuales.

-Venecia!-  exclamó ella al verme.
-Hola, Sanna...- sonreí, y le dí un beso en la mejilla.
-Él el William, un buen amigo.
-Hola- dijo William.
-Hola, Venecia, un gusto- sonreí y le dí la mano.
-Puedes sentarte si quieres, Mateo debe estar por llegar.

Yo me senté en una de las sillas, sin poder quitar la sonrisa de mi cara.

Ellos comenzaron a hablar y por primera vez en mucho tiempo me sentí dentro de una conversación por completo.

William era muy simpático, y ni hablar de Sanna, ella era muy divertida.

Cuando miré la hora en mi teléfono eran las siete de la tarde.
Fruncí el ceño y comencé a mirar a todos lados, esperando ver a Mateo.

-No sé qué tendrás para que Mateo esté tan interesado en ti, de verdad. Él no suele mostrar interés ni por él mismo, pero...- Sanna no paraba de hablar.
-No creo que sea tanto el interés, digo, él ni siquiera está aquí.
-Ay tranquila, debe haberse demorado, lo tendrás aquí en un par de minutos.

Pero los minutos siguieron pasando y pasando... Se hicieron las ocho de la noche y él ni siquiera apareció.

A Sanna no le quedó más opción que aceptar que su amigo no vendría. Ella me miró con pena y luego se fue, junto con William, disculpándose por Mateo y diciéndome que todo era extraño y que algo debió pasarle para que nos plantara de esa manera.

Yo sólo asentí a cada cosa que ella dijo, fingiendo que no me afectaba para nada, que no me sentía tan destrozada como en verdad me sentía.

Recién cuando ellos se fueron, las lágrimas empaparon mis mejillas y me fui de esa heladería con el corazón hecho pedazos y todas las ilusiones destrozadas.

No podía creer que por un segundo me había permitido pensar que yo le gustaba, que le importaba...
Y comprendí, demasiado tarde, que no debí poner tantas expectativas a esa salida.

Llegué a casa con los ojos rojos e hinchados y aunque intenté pasar desapercibida, Jonathan, que estaba en el living, me vió.

Quise irme corriendo hacia mi habitación cuanto antes, pero él se acercó a mi, y causándome muchísima sorpresa, me abrazó fuerte contra su pecho.

Yo comencé a llorar otra vez. Ahora mucho más.

-¿Quién te hizo esto, Venecia?

Yo lo miré a los ojos. No quería contarle. No quería entrar en detalles.

-Nadie... sólo soy yo que... me ilusiono demasiado rápido.

Me sequé las lágrimas y comencé a caminar hacias las escaleras.

-Y no le digas a papá y a mamá que me viste llorar, por favor- murmuré.
-Claro... pero, si me dices quién...-
-No importa, Jonathan- lo interrumpí.

La actitud bipolar de mi hermano me dejó confundida, pero me sentía tan triste que ni siquiera pude pesar en eso.

Me quité la ropa linda, el maquillaje y me até el pelo en una cola alta.
Luego me tiré en la cama.

De pronto mis planes de fin de semana habían cambiado.

Ahora me la pasaría tirada en la cama.


El chico (no tan) perfecto Where stories live. Discover now