🏵Su voz y su nombre🏵

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Esa mañana al salir de casa tuve que ir secándome las lágrimas hacia la parada del transporte público.
Mi hermano mayor, Jonathan, se había comportado como un completo imbésil como cada día de su vida y me había soltado un par de insultos.
Mi madre, siempre tan protectora de su único hijo varón, no me defendió y Mina era demasiado pequeña para hacerlo, aunque le lanzó una terrible mirada asesina y me presionó fuerte la mano cuando notó mis ojos llenos de lágrimas.
Si papá no hubiera estado en el trabajo la historia hubiera sido diferente.

Yo no odiaba a Jonathan, pero él si me odiaba a mi y yo no sabía por qué.
Tampoco es como si él un día me hubiera dicho "te odio", pero me lo demostraba con sus dichos y sus acciones.

Tenía varios mensajes de mis amigas en mi teléfono, que no abrí por simple flojera, por eso no me sorprendió que Bianca y Alexa estuvieran esperándome con el ceño fruncido en la esquina de siempre.

-¿Por qué no contestas nunca los mensajes?- Alexa me atacó.
-No tuve una buena mañana, chicas, lo siento.
-¿Jonathan otra vez?- Bianca se mostró más comprensiva.
-Básicamente, y como siempre- saqué el teléfono y comencé a abrir los mensajes -¿Dónde está Avril?
-Le asignaron la tarea de mostrarle las instalaciones al chico nuevo- Alexa sacó su labial y su espejo de mano.
-¿El chico nuevo?

Intenté no sonar tan interesada como en verdad me sentía, y creo que lo logré.

-Si, ese de pelo tan particular. Es un poco extraño, no les parece?- Alexa sonrió.
-Yo creo que no deberíamos apresurarnos, no lo conocemos, quizás nos sorprenda- Bianca dijo las palabras que me hubiera gustado decir pero no dije para no quedar tan obvia.
-¿Y.. por qué fue ella?- murmuré, sintiendo una envidia demasiado fuerte quemándome el pecho.
-Eso por no leer los mensajes, Veni.

Yo comencé a leerlos, ignorando el hecho de que ella me llamó por ese estúpido y feo apodo.
El director quería que fuera yo la encargada de hacerlo, por mi buen comportamiento y calificaciones, pero como tardaba en llegar, enviaron a Avril, que era la segunda opción en la lista.

Cerré los ojos y conté hasta diez internamente, tranquilizándome.

Si no hubiera perdido tiempo frente al espejo esa mañana, ahora estaría hablando con él.

-Ay, ya deja de ponerte tanto labial rojo que no estás en una discoteca...

Bianca hizo una mueca de disgusto y Alexa sólo rodó los ojos mientras guardaba el labial en su bolso.

-El maquillaje es mi mejor amigo.
-No es necesario tanta cantidad. Te ves mejor sin él- la retó Bianca.

Yo permanecía en silencio, lamentándome por la oportunidad perdida de poder hablar con el chico nuevo.

-Hablando de maquillaje, hay alguien que hoy se ha maquillado y eso si que es raro...- Alexa me miró directamente y yo la miré suplicándole con la mirada que se detuviera.
-Es cierto, Venecia, por qué hoy decidiste maquillarte?
-Sólo porque si, ¿qué no puedo simplemente tener ganas de verme bonita?- dije, demasiado a la defensiva, pero me dí cuenta de eso demasiado tarde.
-Tranquila, es solo que es raro... nunca te maquillas. Pero te ves bonita y natural, no te preocupes- Bianca me acarició mis mechones rebeldes de cabello y sonrió.
-Ahora la verdad; una chica nunca se maquilla solo porque si- Alexa levantó ambas cejas, con intensiones.
-¿Ah no? Mírate, tú lo haces- sonreí y comencé a caminar hacia la entrada.

No sabía por qué, pero sentía que fuera necesario contarles lo que me pasaba.
Todo era demasiado reciente y quería esperar un poco más. No sabía exactamente qué esperaba, pero solo lo hacía.

La primer clase de esa mañana era matemáticas y nunca me había ido bien en esa materia.
Me senté tan al fondo como me fue posible y esperé a que llegara Avril, quien seguramente vendría acompañada por el chico nuevo.

Bianca y Alexa estaban juntas en la mesa que estaba frente a la mia, hablando sobre algo que no me interesaba en absoluto, pero por suerte no volvieron a molestarme con eso del maquillaje.

Por fin, cuando ya todos los alumnos habían llegado, Avril entró, seguida por el chico nuevo.
Ella se sentó a mi lado, y él dejó sus cosas en una mesa de la primer fila, para después pararse frente a la clase junto a la profesora y el director, que acababa de entrar.

-Buenos días alumnos...- saludó él con su voz firme.
-Buenos días- respondimos todos a coro.
-Quiero presentarles a un nuevo compañero, que va a estar compartiendo algunas clases con ustedes. Él es Mateo Bauer.

Él no dijo una palabra, a penas movió la cabeza y la mano a modo de saludo.

Yo me había quedado completamente idiotizada mirándolo, así que no escuché el resto.

Mateo Bauer.
Mateo.
Lindo nombre. Lindo apellido. Lindo chico.

Recién cuando él ocupó su silla y no logré ver nada más que su espalda, volteé a ver a Avril.

-¿Y? ¿Qué tal estuvo?
-Es completamente extraño- ella rió.
-¿Cómo que extraño?- fruncí el ceño.
-No habla, puedes creerlo? O bueno, si lo hace porque no es mudo pero, prácticamente no dice una palabra. Además, tiene una mirada demasiado profunda que asusta e incomoda.
-Yo lo veo... bastante normal- murmuré.
-Creéme Venecia, ese chico nuevo no solo tiene extraño el cabello; todo él, es extraño.

Yo me quedé en silencio.
Lejos de asustarme o espantarme, me generó aún más intriga y curiosidad.

Gracias al cielo la hora pasó bastante rápido, pero cuando alcé la cabeza para mirarlo, Mateo ya se había ido.

Salí del aula para ir al baño, y mis amigas fueron hacia la cafetería.
Lo ví en el pasillo, junto a su casillero, igual que el día anterior, pero pasé por su lado sin mirarlo.
Y entonces, ocurrió lo que nunca pensé que ocurriría.

-Hey, nena...

Me dí la vuelta con el corazón latiéndome a mil por hora.
Tenía terror de que no me estuviera hablando a mi, pero al ver sus ojos en contacto directo con los míos, comprendí que si.

Su voz... Esa voz ronca que se escondía detrás de esa cara con rasgos tan tiernos, me erizó la piel por completo.

¿Cómo alguien podía generarme algo tan fuerte?

-¿Me hablas a mi?
-Si, a ti. Eh... ayer pasaste por mi lado y se te cayó esto- me mostró un aro de perla.

Yo me llevé una mano a mi oreja rápidamente y me dí cuenta que el aro no estaba. ¡Y no lo había notado!

-Ah... si, es mio, mu-muchas gracias..- murmuré, agarrando el aro.
-No fue nada.

Él volvió a mirar hacia otro lado y sus ojos parecieron olvidarse de mi nuevamente.
Yo hubiera querido decirle otras cosas, pero sólo fui capaz de dar media vuelta y caminar rápido hacia el baño, apretando el aro en mi mano.

El chico (no tan) perfecto Where stories live. Discover now