🌼Las manos correctas🌼

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Día 5:
Un dolor fuerte en el estómago me sacó de mi sueño. Tardé varios segundos en comprender lo que estaba pasando, hasta que ví a Mina tirada sobre mi con sus enormes ojos bien abiertos.

Me dolía la cabeza porque todo lo que había hecho el día y la noche anterior era llorar.
Miré a mi hermana con los ojos entrecerrados y la aparté, tirándola a mi lado en la cama.

-¿Por qué haces esas cosas? Me duele...- murmuré pasándome la mano por mi dolorido estómago.
-Quería despertarte. Mamá dice que hoy deberás llevarme a la escuela.
-¿Llevarte yo?
-Si, exactamente eso.

Me senté en la cama y miré hacia la ventana. Afuera llovía torrencialmente, ¿de todos modos mamá pensaba enviarla a la escuela?

-Está lloviendo, Mina, regresa a la cama.
-Pero yo quiero ir...
-Por favor...- murmuré.
-¿Estás triste?
-No...
-Te ví llorando anoche.

Sonreí de costado y me levanté de la cama.

-Estoy bien, de verdad. Mira, te dejo quedarte en mi cama, quieres?

Mina sonrió feliz y se tapó con mis frazadas.

-¿Tú si irás a la escuela hoy?
-Es que... me gusta ir los días lluviosos porque casi nadie más va- murmuré mientras buscaba ropa.
-Cuando tenga tu edad voy a hacer lo mismo...
-Quizás...- la miré -O quizás seas de las que prefieren quedarse durmiendo.

Le dí un beso rápido en la mejilla y después corrí hacia el baño.

(...)

Por primera vez en la semana, no había tenido ganas de salir de mi casa cuanto antes, así que me preparé un abundante desayuno y salí con el tiempo justo.

Al llegar a la escuela, las cosas estaban más o menos como yo lo esperaba. La gran mayoría de los alumnos se habían quedado durmiendo cómodamente en sus camas, incluyendo a mis tres amigas; y sólo unos pocos estaban ahí, como yo, abrigados hasta la punta de la nariz y mojados por la lluvia.

Busqué mis libros en mi casillero y después entré al aula para mi clase de Historia.

Fue entonces cuando ví a Mateo entrando al aula con su forma de andar tan despreocupada y su mirada ausente.
Apreté la lapicera que tenía en mi mano con fuerza... yo estaba prácticamente segura de que él no iría a clases por el mal clima, pero, aparentemente yo no estaba ni cerca de conocer a ese chico.

Su mirada se encontró con la mía justo antes de que yo pudiera apartar la mirada y fingir que no lo veía.
Una sonrisa demasiado amistosa, cosa extraña en él, tiró de sus labios, y caminó hacia la silla vacía a mi lado.

-Tranquila, Venecia, sólo es un muchacho.

Intentaba darme ánimos a mi misma, pero era difícil lograrlo.

-Hola, Venecia.

Su voz sonó increíblemente alegre.
Yo clavé mis ojos en los suyos y tragué en seco, para contestarle.

Wow. Anoche había llorado como una condenada sólo por verlo cerca de otra chica y ahora estaba justo aquí a mi lado, sonriéndome como si fuéramos amigos.

-Hola, Mateo.
-Veo que eres de las mías. Te gusta salir las mañanas frías y lluviosas.
-Es que me gusta la tranquilidad de estos días- murmuré.
-Y por lo visto eres la única de tu grupo a la que le gusta eso, no?
-Ah.. notaste a mi grupo...
-Claro, son mis compañeras, no?
-Es que, no sé, casi siempre estás como... ausente.

No podía creer que le estaba diciendo todo eso. Era como si de repente no pudiera dejar de decirle lo que pensaba.

Mateo dejó de sacar sus libros de su mochila y me miró con sus fríos ojos.
En ese momento creí que estaba molesto.

El chico (no tan) perfecto Where stories live. Discover now