💐Una rosa y dos palabras💐

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Día 7:

Mi madre no lograba entender por qué no quería salir de mi cama. Intentó sacarme información llevándome el desayuno a mi habitación, y luego también el almuerzo, pero no consiguió nada de mi.

Ya había decidido que no le diría ni una palabra a nadie sobre Mateo y su comportamiento extraño.
Comenzaba a sentirme enferma porque no lograba entenderlo, y aún así, las ganas de conocerlo hasta poder saber todo de él, no se iban.

-No puedo seguir viéndote así, Venecia, pareces un trapo de piso.

Ella se cruzó de brazos en la puerta de mi habitación. Puse atención a la expresión en su rostro y me dí cuenta que quizás estaba preocupada en serio.

-Sólo no me siento bien, me duele la cabeza y... todo el cuerpo- murmuré, sentándome en mi cama.
-¿Y esperas que me crea eso? Soy tu madre, cariño, y estás así desde que llegaste de tu cita ayer por la noche.

Puse mi mejor cara de nada y negué con la cabeza.

-No estoy mal por nada que haya pasado en esa cita.
-¿Entonces por qué lo estás?
-No estoy mal, estoy enferma.

Ella rodó los ojos, harta de mi y mis respuestas cortas y secas y salió de la habitación.

Miré un punto fijo en la pared y solté un suspiro.

Quizás... estaba comportándome como una maldita loca obsesionada.

Pero es que ni siquiera podía entender por qué me dolía y me afectaba tanto.

Día 8:

Al bajar de mi habitación, temprano en la mañana, me encontré con mi mejor amiga sentada en la cocina, con mi madre.
Claro que no me molestaba ver a Alexa en mi casa, pero conociendo a mi madre, era más que obvio que ella la había llamado para "levantarme el ánimo".

-Hija... buen día, ¿cómo dormiste?
-Hola, Veni- Alexa sonrió.
-Hola... ¿qué.. qué hacés acá?- intenté sonar completamente amable.
-Tu madre dijo que estabas un poco triste y que mi compañía podía hacerte bien..
-Mamá...- comencé a quejarme, pero ella me interrumpió.
-Claro, bueno chicas las voy a dejar desayunar tranquilas. Mina me espera para que la lleve a la escuela...

Nos dió un beso en la mejilla a cada una y después se fue, rápido, escapando de mis quejas.

Alexa me dedicó una sonrisa inocente y me extendió una taza de café.

-¿Querés contarme?
-No quiero hablar, es lunes y son las siete de la mañana...- me excusé.
-Algo debe haber pasado con Mateo. Venecia, soy tu mejor amiga, en mi podés confiar, de verdad.

Sentí un nudo en la garganta, pero sabía que ella tenía razón y que al menos a ella debía contarle lo que me pasaba, porque guardándomelo todo sólo me hacía más daño a mi misma.

-Él... nunca apareció.

Estaba avergonzada, realmente avergonzada.
Alexa negó con la cabeza y me miró directo a los ojos.

-Ese chico definitivamente tiene un serio problema.

Yo rodé los ojos y me tomé la mitad de la taza de café de un sólo trago.

-No quiero que me digas las cosas típicas de una amiga, Alexa. No me digas que él es un idiota por no ver "lo hermosa que soy", quiero la verdad, aunque sea dura. Simplemente no le gusto y ya.

Alexa asintió, pero como siempre, supo qué decir, no era como yo, nunca se quedaba muda.

-¿Y qué si no le gustas? Por eso vas a desperdiciar días de tu vida llorando como una condenada? No mi querida niña, eres hermosa y puedes tener a cualquier chico mucho mejor y menos raro que él.

Pero yo quería a ese chico raro.
Estaba completamente encaprichada.

(...)

Alexa se encargó de contarles a Avril y Bianca lo que había pasado porque yo no tenía ni las más mínimas ganas de hacerlo.
Ni siquiera quise seguir hablando del tema, sólo le resté importancia como toda una experta.

Durante todo ese día, Mateo ni siquiera me miró. Mi interior, sólo deseaba que al menos me mirara, o que se acercara a disculparse, pero no lo hizo.
Estuve esperando pacientemente en cada hora, pero nada de eso pasó.

¿Cómo era posible que mientras yo no podía dejar de mirarlo él ni siquiera pareciera notar que yo existía?

Me despedí de mis amigas al salir de la escuela y comencé a caminar hacia mi casa.

Fue entonces cuando escuché su voz a mis espaldas. Me detuve y dí media vuelta despacio, dudando todo el tiempo de si estaba o no hablándome a mi.

Entonces me llamó por mi nombre.

-Venecia...

No sabía si debía actuar como si estuviera realmente ofendida por lo que me hizo o si debía fingir que nada había pasado y que no estaba para nada afectada.

Se acercó a mi, pero no como siempre, no, esta vez invadió por completo mi espacio personal. Sus profundos ojos estaban fijos en los mios y su nariz casi rozaba la mia.

Entonces se alejó un poco y levantó su mano, poniendo delante mio una rosa.

-Lo siento.

Lo volví a mirar a los ojos, sin decir ni una palabra.

Me parecía injusto que para él fuera tan fácil obtener mi perdón.

-De verdad, lo siento, Venecia.

Armándome de una valentía que no sabía que tenía, aparté su mano y por ende también la rosa y lo miré, seria.

-No fuiste, Mateo.

Asintió una vez y volvió a poner delante mio la rosa.

-Sé que no estuve bien, por eso estoy aquí diciéndote que lo siento.
-Tampoco fuiste capaz de hablarme tú mismo, tuvo que hacerlo Sanna.

Yo seguía firme en mi postura, aunque por dentro, ya lo había disculpado desde el momento en que me dijo que lo sentía.

-No pensé que eso te molestara.

Negué con la cabeza, sintiéndome más valiente que nunca.

-No es eso lo que me molesta. Me molesta que no seas lo suficientemente valiente para enfrentarme. Primero necesitas que alguien me invite por ti y luego... simplemente no vas.

Cerró los ojos, apretando la mandíbula y a mi me dió miedo que se enojara conmigo o algo de eso.

Luego abrió los ojos, que de pronto parecían muy vacíos.

-Si, lo sé, soy un idiota. Sabes qué? Ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí en primer lugar.

Tiró la rosa al suelo y comenzó a alejarse.
Yo reaccioné al instante. Tampoco quería que se vaya.

-Espera, Mateo, no puedes irte así.
-No aceptas mis disculpas y.. no voy a rogarte, Venecia.

Caminé hacia él, luchando contra mi repentina inseguridad.

-No quería que me ruegues, sólo quería que de verdad lo sintieras.
-Y lo siento, te lo dije.
-Nunca pareces hablar en serio.
-Siempre hablo en serio.

Volvió a acercarse mucho a mi. Demasiado. Sus ojos estaban fijos en los mios, su nariz tocando la mia, y sus labios... demasiado cerca de los mios.

-Lo siento.

Repitió, sin apartarse.

Si yo hubiera sido lo suficientemente valiente, quizás, lo hubiera besado ahí mismo.

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⏰ Last updated: Feb 21, 2018 ⏰

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El chico (no tan) perfecto Where stories live. Discover now