🌺Peculiarmente perfecto🌺

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Esa tarde en mi casa, acostada en mi cama y con los ojos clavados en el techo de mi habitación, no podía dejar de repetir una y otra vez la charla que había tenido con él.
El día anterior Alexa había dicho que si no nacía de él hablarme, no contaba, pero esta vez, él había venido a sentarse a mi lado porque quería, porque había sentido ganas de hacerlo y eso me llenaba el corazón de esperanzas.

Día 4:
Al bajar las escaleras esa mañana y encontrarme con toda mi familia reunida en la cocina, supe que no podría irme a la escuela tan rápido como tenía planeado.

-Buenos días...- dije a modo de saludo y me quedé parada, mirándolos.
-¿No te vas a sentar a desayunar?- dijo mi padre.
-Tenía planeado desayunar en la escuela...
-Ya desayunaste ayer en la escuela, además hoy estamos todos, Venecia, hay que aprovechar- mi madre señaló una silla vacía y sonrió.

Yo asentí y ocupé mi lugar mientras me servía el desayuno.
El tema de la pelea entre mi hermano y yo no se tocó para nada, y él prácticamente no me miró en todo el rato que duró el desayuno.

Así estaba conformada la familia Arrechabaleta. Mi discreta y perfecta familia... que no sería tan "perfecta" si no fuera tan discreta.

Mi madré, Sasha, era una mujer inteligente y con un gran carácter. Puede decirse que muchas veces veía en ella a la mujer en la que iba a convertirme a su edad, porque nos parecíamos demasiado.
Mi padre, Sebastian, era más bien un hombre tranquilo que se la pasaba trabajando para que nada nos faltara. Él tenía una gran debilidad por mi, y eso no puedo negarlo, pero nunca hacía diferencias.
Luego estaba Jonathan, mi hermano mayor. A sus 19 años, había decidido que no estudiaría en la universidad y se dedicaría a trabajar. Que no me quería para nada ya es noticia vieja.
La del medio era yo, Venecia, que estaba en mi último año de secundaria y a mis 17 nunca le había llevado un problema a mis padres, de ningún tipo.
Y por último, la menor, Mina, de 8 años y caráctar más horrible que el de mi madre y el mío juntos. Fuera de eso, Mina era una completa dulzura conmigo y muchas veces era la única que me daba toda la paz y el amor que necesitaba.

Salimos todos juntos de casa. Mi padre se fue a su trabajo, Jonathan igual, mi madre llevó a Mina a la escuela primaria, y yo fui hacia mi escuela.

Lo cierto es que me hubiera encantado desayunar en la cafetería del colegio para ver si Mateo se volvía a acercar a mi.

Al llegar, me acerqué a Avril que estaba luchando con el seguro de su casillero, mientras buscaba disimuladamente al chico nuevo con la mirada.

-Hola...
-Hola, Venecia. ¿Cómo estás hoy?
-Tuve un extraño desayuno familiar esta mañana, pero creo que estoy bien.
-Es raro que tu familia se junte a desayunar, aunque bueno, no se puede esperar menos de la perfecta familia Arrechabaleta.

Ella sonrió tristemente y yo sentí ganas de abrazarla.
Avril había tenido una vida difícil. Su padre las abandonó a ella y a su madre cuando era una niña y formó otra familia con otra mujer.

-No somos perfectos, nosotros...
-Pero están todos juntos- me interrumpió.

Y ahí fue cuando ya no supe qué más decir.

Ella terminó con su casillero y luego de que yo pasara por el mio, fuimos hacia la primera clase.
Bianca y Alexa no habían llegado aún.

Yo ocupé mi lugar en una de las primeras mesas y saqué mis hojas de colores para la clase de Arte.
Avril se sentó detrás mio, porque las mesas de esta materia eran individuales.

-Alumnos, hoy vamos a trabajar en parejas.

La voz del profesor sonaba entusiasmada.

Yo empujé sin querer mis hojas y estas se cayeron al piso. Miré hacia un lado, y ví la inconfundible cabeza rubia de Mateo agachándose a recoger mis hojas.
Me las extendió y yo le sonreí agradecida, pero él no sonrió, solo hizo una mueca con los labios que supongo intentaba ser amable pero no llegó a serlo.

-Ya que están hablando, Venecia, ¿por qué no trabajas con el compañero nuevo?

Yo asentí, sintiendo los nervios presionándome el estómago.

Uní mi mesa con la suya y él llevó mi silla junto a la suya.

-Vamos a ver qué tan reales quedan los rostros de sus compañeros en sus hojas.

Mateo agarró una hoja de color rosa y un lapiz y me miró a los ojos.

-Creo que el rosa es una buena elección si se trata de ti.
-¿Por qué?- pregunté en voz baja.
-Te veo como una débil y sensible chica, y mi cerebro relaciona esas cualidades con el color rosa.

Estaba tan embobada mirándolo que ni siquiera me importó que me llamara débil.

Agarré una hoja de color amarillo y lo miré.

-Creo que no es necesario aclarar por qué el amarillo es mi elección- murmuré, sintiendo que mis mejillas me quemaban.
-Dímelo. Quiero escucharlo de tu boca.

Me quedé en silencio, sorprendida por sus palabras. Él hablaba y actuaba raro, y eso me encantaba, realmente me encantaba.

-Por el color de tu pelo, Mateo.
-Así me gusta...- sonrió satisfecho -Y ahora, a dibujarte...

Comenzó a mover el lapiz con rapidez, mientras me miraba de vez en cuando.
Yo no sabía muy bien qué hacer. No era buena dibujando y además, él era demasiado atractivo, jamás me quedaría tan bien.
De todos modos comencé a dibujarlo, con cuidado y aprovechando la excusa perfecta para mirarlo.

Él terminó primero, pero no me mostró el dibujo, dijo que iba a esperar a que yo terminara el mio.
Se quedó mirándome fijamente, para que yo pudiera dibujar más rápido, pero eso era difícil para mi: la mayor parte del tiempo lo perdí simplemente observándolo.

Nunca un chico me había gustado tanto, tanto, tanto, como él me gustaba.

Cuando terminé, dí vuelta la hoja y lo miré a él.

-A ver el tuyo primero...- murmuré.
-Veamos ambos a la vez, quieres Venecia?

Dijo bien mi nombre esta vez y yo solo fui capaz de mover la cabeza afirmativamente, atontada.

Al ver su dibujo, no pude evitar abrir los ojos de par en par, realmente sorprendida.

Era demasiado exacto y no estoy bromeando.
Mi pelo, mis ojos, mi boca, mi nariz... parecía una fotografía.

-¿No me vas a decir nada?- preguntó de repente.
-Es increíble, dibujas demasiado bien..
-Es lo que hago para pasar el tiempo, entre otras cosas.
-El mío es... terrible al lado del tuyo.
-No, no está tan mal. ¿Sabes qué Venecia? Voy a conservarlo.

La campana del fin de la clase sonó de repente.
Mateo guardó mi dibujo entre sus hojas y salió sin decir ni una palabra.

Yo miré su dibujo en mis manos con detenimiento.
Tenía absolutamente todos los detalles. Era increíble.

-¿Y? ¿Qué tal el chico raro?

La voz de Avril me hizo pegar un saltito por la sorpresa.

-Es... peculiar...- murmuré.
-¿Peculiar bueno o peculiar malo?
-Pecualiar perfecto..

Avril se agachó a mi lado con los ojos abiertos de par en par.

-Venecia, ¿él te gusta?

Miré el dibujo en mis manos con una media sonrisa en los labios.

Ya era imposible de ocultar.

El chico (no tan) perfecto Where stories live. Discover now