🌹Una mañana no tan solitaria🌹

37 0 0
                                    

Abrí el paquete de papas fritas y metí mi mano en su interior. No podía quitar mi mirada del grupo de chicas que estaban rodeando a Mateo desde el comienzo del recreo.
No puedo negarlo, me moría de envidia porque ellas eran capaces de hablarle con tanta facilidad y a mi me costaba horrores.

-Quisiera saber por qué no dejás esa obsesión por ese chico de una vez...

La voz de Alexa me sacó de mis pensamientos y la miré sorprendida. No podía creer que había estado actuando de forma tan obvia y que ya se habían dado cuenta.

-¿Qué? ¿Qué chico?- exclamé, nerviosa.

Mis amigas intercambiaron miradas y luego comenzaron a reírse. Yo me puse roja como un tomate y me obligué a dejar de mirar en dirección en Mateo.

-Ay Venecia, Venecia... no puedo creer que te hayas quedado afuera de toda la anécdota de Bianca y su "amor imposible"- Alexa rió y le dió un codazo a Bianca, que solo rodó los ojos.
-Ah, era eso...- murmuré aliviada.
-Si, ¿qué más iba a ser?
-Nada, es que como no estaba poniendo atención no entendía nada.
-Cambiando el tema, ¿vieron quién parece que ya hizo amigos?

Avril señaló con la cabeza hacia el grupo de personas que yo me estaba esforzando por ignorar. Y como todas miraron, yo aproveché y también lo hice.

Ni se imaginan cuánto me molestó verlo rodeado de chicas.
Para empeorarlo todo, lo ví sonríendoles. Si, la primera vez que lo veía sonreír y era por ellas.

-Corrección, amigos no, amigas.

Alexa comenzó a reírse de lo que ella misma acababa de decir y las otras dos se le sumaron.

Yo forcé la risa también. Pero por dentro sentía que lloraba.
Ahí fue cuando sentí un poco de miedo. ¿Era posible sentir ganas de llorar de ese modo por alguien que a penas conocía?

-Él es súper raro, me sorprende verlo hablando, a mi no me dijo una sola palabra en todo el rato que lo tuve de acá para allá.

Miré a Avril mientras me comía mis papas y decidí que ya era hora de fingir que toda esta conversación me daba igual.

-Él me habló hoy. Parecía completamente normal.

Las tres me miraron como si estuvieran realmente sorprendidas de que yo hubiera hablado con un chico. Lo cual no tenía sentido, porque aunque Alexa si supiera mucho sobre ellos, la expericiencia de Avril y Bianca con el sexo opuesto era tan inexsistente como la mia.

-¿Te habló?- Avril alzó las cejas.
-Me devolvió un aro que se me había caído y...
-Entonces no cuenta- Alexa me interrumpió - Solo tuvo un buen gesto, no es como si las ganas de hablarte surgieran de él.

Yo me quedé en silencio otra vez, sumergida en mis pensamientos.
No sé qué clase de mejor amiga le rompe así las ilusiones a la otra; pero supuse que era porque Alexa no sabía lo que a mi me pasaba con él.

-No hablemos más de él, volvamos a mi tema- dijo Bianca.

Y así fue como todas, incluyéndome, volvimos a hablar sobre Bianca y ese chico que tan loca la tenía.

Día 3:
Esa mañana me sorprendí mucho cuando al llegar a la escuela, comprobé que ninguna de mis amigas había llegado aún.
Fui hacia la cafetería y me pedí un café con madialunas y luego fui a ocupar la mesa de siempre, sola.

Con el correr de los minutos, comprobé que quizás hoy ninguna de ellas asistiría a clases y no quise llamarlas para preguntarles porque sabía que sería una pérdida de tiempo; ninguna de ellas estaría despierta a las siete y media de la mañana.

Saqué el libro que estaba leyendo de mi mochila y lo abrí junto a mi taza de café.
A pesar de estar tan sola, no me sentía mal por eso; al contrario, me resultaba agradable tener un día de paz.

Mis ojos iban deborando línea tras línea de esas páginas, mientras tomaba mi café y comía mis medialunas.

Entonces mi cabeza comenzó a jugarme una mala pasada. De pronto, la imagen del protagonista del libro en mi imaginación cambió: ahora era un joven de cabeza de color rubio gastado y ojos penetrantes.

Parpadeé varias veces intentando volver a la normalidad; pero era imposible porque Mateo ya había comenzado a invadir hasta mi imaginación.

Volví a la lectura unos segundos después, decidida a aprovechar esos últimos minutos antes de clases, y estaba tan concentrada en mi libro que no me dí cuenta que alguien se había sentado junto a mi.

Reaccioné cuando sentí un inconfundible aroma a perfume de hombre.
Alcé la mirada y lo ví.

Mateo sentado a mi lado. Mateo mirándome directamente a los ojos.
Y no era mi imaginación.

-Hola...- murmuré.
-Parece que la lectura estaba demasiado buena, no? Digo, ni siquiera me notaste.

Él sonrió y yo sentí que me derretía ahí mismo.

-Ah, es que... este libro me gusta mucho.

Movió la cabeza dándome a entender que comprendía y estiró su mano hacia mi libro, su mano tocó la mia y yo sentí miles de mariposas en el estómago.

-¿Puedo?
-Si claro, no hay problema...

Agarró el libro y lo examinó durante unos segundos; después soltó una pequeña risita y lo volvió a dejar sobre la mesa.
No dijo ni una palabra.

-¿Por qué te estás ríendo?- fruncí el ceño, confundida.
-No puedo creer que leas esas cosas vacías y sin sentido.
-Bueno, a mi me gusta, son historias realmente...
-Falsas- me interrumpió.

Yo me quedé muda, no sé si porque no sabía realmente qué decir o porque él me ponía demasiado nerviosa.

-Falsas o no, a mi me gustan.

Logré decir por fin.
Mateo se acomodó su cabello y volvió a mirarme a los ojos.

-Creí que eras más inteligente, Valencia.
-Leer novelas románticas no me hace menos inteligente, y mi nombre no es Valencia.
-Yo creo que si. Uno se forma con lo que lee- sonrió -¿Y cómo es entonces tu nombre?
-Soy Venecia. Y con respecto a eso de los libros..
-Venecia- me volvió a interrumpir.

Yo tuve que reprimir el deseo de besarlo cuando lo escuché pronunciar  mi nombre.

-Venecia. Venecia.

Parecía metido en sus pensamientos y yo no me animaba a interrumpirlo.

Entonces sus ojos volvieron, por fin, hacia mi.

-Me gusta. Me gusta mucho. Venecia. Creo que acabo de decidir que llamaré así a mi hija.

Yo sonreí.
No estaba segura de que eso fuera un cumplido hacia mi, pero no pude evitar sonreír.

De pronto él dejó de ponerme atención otra vez. Sus ojos volvieron a verse perdidos y vacíos; y se levantó.

-Bueno, Valencia, creo que mejor te dejo seguir con tu falsa y vacía lectura...
-Mi nombre es... Venecia...

No me escuchó, porque se fue demasiado rápido; y yo no logré entender si había cambiado mi nombre otra vez intencionalmente o se había confundido de verdad.

El chico (no tan) perfecto Where stories live. Discover now