Capítulo 2, Parte 9

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Luego de besarla algo nació en el cuerpo de Tyrone, no era ni miedo, ni vergüenza, ni temor y ninguno de sus derivados, era una llama que se encendió con ese beso o mejor dicho, con esa conexión más que de labios era de almas, de pasiones.

Se fue a dormir un poco ebrio y tuvo un sueño en el que estaban él y Carmen en alguna piscina de uno de esos hoteles californianos, con el sol brillando a su máxima potencia y ambos protegiendo sus ojos con gafas. Ella llevaba puesto un traje de baño de dos piezas de color verde, con el aquel cuerpo tan seductor que de seguro muchos a nuestro alrededor quisieran saborear algún día, Tyrone estaba en una de esas sillas típicas de las playas y piscinas, tomando agua de coco.

Carmen estaba en la piscina, una con el agua, pero comenzó a subir la escalera para salir de la piscina mientras le decía algo a él, no podía entender lo que le decía, era inaudible sólo podía ver las mímicas de sus labios.

—¿Qué?

Y nada.

—No entiendo lo que dices.

Salió del agua y se acercaba para donde él estaba.

—Despierta.

—¿Despierta?

—Despierta.

Acostado boca arriba en la cama, ya había amanecido porque toda la habitación estaba iluminada por la luz del sol. Miró a todos los lados, cortinas rojas, sábanas rojas la habitación de Carmen, nunca fue a la suya. Había amanecido en la habitación, en la cama de Carmen, quizás ambos en la misma cama.

—¿Qué?¿Nunca fui a mi habitación?

—No, te desmayaste.

¿Se desmayó? Entonces lo de los retos fue un sueño, también su recorrido por el pasillo hasta su habitación también fue un sueño y, el beso, también fue un sueño.

—¿Por casualidad jugamos a hacernos retos anoche?

—Sabía que iba a pasar esto. Sí, y sí nos besamos, fue ahí donde caíste desmayado estabas muy ebrio.

No podía ser posible, besó a Carmen, estaba ebrio y se desmayó, no podía ser más ridículo. Un beso sin consciencia.

—¿Desde cuándo estoy así?

—Desde madrugada tarado. —le dijo ella con mano en la frente, al parecer tenía secuelas por el alcohol consumido hace un par de horas, se hallaba en una silla.

—Jesucristo.

—No te olvides María.

Tyrone se puso de pie, imitó el gesto de la mano en la frente, le dolía la cabeza pero de inmediato estaba frente al inodoro, vomitando.

—Por suerte cenamos pizza y no pollo frito. Te alcanzaré un cepillo de dientes que me sobra, lávate los dientes en lo que preparo algo para desayunar.

Una resaca, una resaca es el resultado de la sumatoria de vino más un "buen" whiskey. El día anterior había amanecido completamente hermoso y seguía de la misma manera pero luego de veinticuatro horas estaba nublado, el cielo de Tyrone estaba nublado debido a un terrible dolor de cabeza que le hizo recordar esos días en que era víctima de un nefasto virus de la gripe, por algo decían que el día más claro llueve. Mientras el inodoro era su fiel compañero, reflexionó sobre el mito de Omar, ya Tyrone estaba pasando por la resaca y le faltaba el milagro. ¿Cuál podía el milagro de él?¿Sería que ya se había cumplido?¿Podía ser el hecho de besar a Carmen el milagro?

No era escéptico con respecto a esto, ella era muy atractiva, para Tyrone ella era una de esas celebridades de Hollywood que bajo ninguna circunstancias sería parte de su vida de una manera estrecha, una amante, una novia.

Ella, él, café, leche, galletas y los cigarros de Carmen eran los elementos que se apoyaban en la mesa.

—Ojalá y que no sea lo mismo en la fiesta de graduación.

—Será peor pero de seguro los doctores toman cocteles.

—Con Tequila, gracias.

—Muy chistoso.

Carmen se había traído consigo una pequeña bocina portátil, conectó por su teléfono con un cable auxiliar a la bocina y puso música. Se estaba reproduciendo a un volumen aceptable A la mar de Vicente García, una canción perteneciente al álbum de mismo nombre. La letra de la canción era algo triste, no daban ganas de llorar pero quién la sabía completa la cantaba a todo pulmón, con una fusión de varios estilos y géneros caribeños era una pieza bien realizada y conseguía el estilo de romper con el esquema de la música latina de los últimos años, sobre todo la del Caribe.

—Es muy buen artista.

—No lo es, es un gran artista.

—Lo es.

¡Soy palma que en la brisa le baila solo a la mar porque con tus amores sé que no puedo contar!—cantó Carmen y la canción terminó, comenzaba a sonar Bohío.

Era un dolor de cabeza insoportable pero alguna de las ondas emitidas por la bocina lo relajaban y provocaban un efecto tranquilizante.

—Pensaba que eras gay.

—¿Qué?¿Por eso no te enojaste cuando te vi desnuda?

—No torpe, no fue por eso.

—¿Y entonces por?

—¿Recuerdas aquella chica del pelo corto? La que se sentaba en la primera fila del aula, segundo pupitre ¿sigue sentándose allí?

—Sí, aún se sienta ahí, sé cuál es.

—Ella te gustaba, ¿verdad?

—Estás en lo correcto.

—¿Y por qué no te atreviste a decírselo?

—No, imposible, Nashla es perfecta pero no es mi tipo.

Todo fluía de un modo distinto, Tyrone sentía la tranquilidad que pueda existir en un desierto. Miraba a Carmen como su ella fuese una obra de arte, no era por su belleza, sino por el mensaje que él quería descifrar el cual estaba plasmado en su rostro. Nostalgia era un término que se le venía la mente al hacer un análisis rápido al cuadro de dos ojos, una boca y nariz refinada.

—Carmen me tengo que ir a mi habitación.

—No te preocupes, igual trataré de dormir un poco.

—Oye, necesito un favor.

—¿Cuál?

—Pellízcame para saber que no estoy soñando.

No era un sueño, era la realidad pura. Se fue cubriéndose y tratando de evitar el sol para que no aumentara el dolor de cabeza, llegó casi corriendo a su habitación, se recostó en la cama y con ayuda de las pastillas para dormir pudo conciliar el sueño.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora