Capítulo 3, Parte 5

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En el grupo había un chico llamado José, él sabía tocar la guitarra y retó una noche a Carmen a escribir una canción que ella les había hablado acerca de su etapa de escritura y ese deseo de volver a hacerlo algún. Para ella era más que imposible escribirla ya que no conocía la estructura tal y como debía de ser de una canción, en cambio prefirió escribir un poema o mejor dicho, hacer el esfuerzo de escribir un poema. Relacionarse con la poesía era algo que ella sabía que algún día llegaría pero dejaba que sucediera en el momento menos inesperado y según la situación el momento ya había llegado.

La noche que acordó con José llevar la canción pero le traicionó y llevó un poema, era una noche tranquila. A pesar de que en la carretera cercana pasaban muchos carros, los clientes no llegaban y de hacerlo era uno cada veinte minutos, reunidos todos duraron casi una hora completa sentados charlando y contándose historias sobre sus vidas, lo mismo de siempre. En un momento determinado, José se levantó de su asiento y aplaudió para que prestasen atención.

—Silencio todos, aprovechando esta velada más que agradable, Carmen me entregará la canción.

Apagando el cigarro en un cenicero que trajo Pietro, era un cenicero negro con el fondo de un cristal transparente y los bordes con una línea dorada, Carmen le afirmó que no había escrito ninguna canción.

—No escribí ninguna canción José, olvídala.

—¿Cómo que no la escribiste?, vamos Carmen me diste tu palabra.

Le aseguró que no la había escrito como ya le había dicho antes pero para no ir con las manos vacías escribió un poema, encendió otro cigarro y lo miro.

—Hice el intento de un poema, sabrás tú si lo deseas oír.

—Bueno, a leerlo ¿o no muchachos?

Todos al unísono le respondieron que sí, a la expectación cada uno de ellos fumaba con excepción de Pietro quien había olvidado sus cigarrillos y si no eran esos no fumaba otro alguno. El sonido intermitente de los autos, el derrape de sus llantas, el ruido producido por la falta de aceite de los abanicos todo eso paso a otro plano cuando Carmen sacó una hoja doblada y con rayones muy notables, en las afueras del establecimiento el viento soplaba con fuerza, los árboles se agitaban aparatosamente.

Comenzó a leer en voz baja hasta que Jesús protestó.

—¡Eh! Queremos escuchar y tratar de emocionarnos, con fuerza compañera no vaya hacer que te vendan por unas monedas.

Aumentó su tono de voz.

"Dame un beso,
para poder vivir,
matar esta maldita soledad.

Rachas de amores abortados,
huérfanos de una parte,
inconclusos.

Corazón amargado,
de perro sin amo.
Quiero tus pecados,
en mi carne,
desolación por muerte,
un punto y aparte.
Ven, se mi amante.

Reaccionaron como si acabaran de ver una obra de teatro en Broadway, se levantaron de los asientos con los cigarros en la boca soltando residuos, aplaudían y vociferaban el nombre de Carmen. Todo fue muy rápido, el poema, los aplausos, la cara de sorpresa de Carmen al ver semejante reacción, no se lo creía. ¿Hablar?¿Reírse?¿Agradecer?, no sabía qué hacer, era algo que por primera vez sentía, esa gloria de que algo que has creado y en este caso un escrito, es alabado, aplaudido. En lo que restó de la noche no se habló de otra cosa que fuese del poema.

Al llegar el final de la jornada de trabajo aquella noche, sacando los cálculos de las ganancias, Carmen y los otros se dieron cuenta de que se había vendido más de lo que ellos imaginaron aunque relativamente poco en comparación con otras noches. Juntos con el supervisor, cerraron el local y cada quien se fue a su casa, hotel o como Carmen, a su pensión a descansar hasta la próxima noche.

No preparó la cena, no tenía hambre ni apetito pero de igual manera tomó té de manzanilla para relajarse un poco antes de dormir. Con la pijama puesta tomó un cuaderno donde realizó apuntes sobre la clase de ese día, la palabra "psicología" sobresalía porque estaba subrayada con un marcador fluorescente de color verde, buscó el significado de la palabra en un viejo diccionario que la acompañaba desde su época como estudiante en la primaria.

Psicología: Del griego Psyché, alma y Lógos, tratado. Parte de la filosofía que trata el alma, conocida también como estudio o tratado del alma.

Quizás ella unía cables, no lo sabía.

—Un momento. —Se detuvo ella a reflexionar. —No, mejor lo escribo.

Arrancó una hoja de cuaderno y escribió.

"El abogado al aplicar psicología durante un juicio no hace más que jugar y someter a el alma de quien ha tomado como objetivo. Lo mejor sería someter el alma del juez.

—Debo dormir pero mañana investigaré sobre filosofía.

Volvió a colocar el diccionario y el cuaderno de donde los tomó y se fue a dormir, mañana sería un día más pesado pero lo podría cargar con más facilidad.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora