COMPAÑERA.

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Contaré una historia. Contaré mi historia.

No sé porque, pero mi percepción de ella cambió cuando la conocí realmente. Siempre que hablaban de aquella dama, tenían que mencionar monstruos y huracanes, pero cuando pude verla y besarla me di cuenta que los demás habían mentido.

No me entiendo. Soy un acertijo, lleno de laberintos sin ninguna pista a la cual acudir, por tanto no sabía qué pedir de ella. 

Recuerdo la primera vez que la vi. No la estaba buscando, ella me encontró no sé si apropósito.

Era un día oscuro y la vida no parecía tan bella como la pintaban; ella me halló tirado en la cama, con lágrimas asesinas, con los huesos débiles y los ojos color fuego. «No tengas miedo» me dijo, con su voz suave y llena de ecos; Su aura era apacible pero multicolor, como si miles de personas hablaran al tiempo.

Mientras yo recurría a sus labios y me escondía en su regazo ella susurraba en mí: «Aquí estoy». Su voz traspasó las tinieblas de las cuatro paredes que no se despegaban de mí nunca. «Jamás en la vida te dejaré», volvió a repetir. Un sinsabor nació en mi cerebro, porque no sabía lo que sería de mi destino ahora que ella estaba a mi lado.

Pasando el reloj, pensé que no era tan malo estar con la enigmática mujer.

Poco a poco fui admirando más su belleza. Mis ojos prestaron atención detallada a cada centímetro de su hermoso cuerpo. Había días en que le quedaba mirando su cara, un rostro fino, que no expresaba nada en realidad pero que me hacía sentir estar en el presente. Con el segundero de la mano, fui entendiéndola más y más, descubriendo su origen, su razón de ser en mí.

Sin darme cuenta, ya la tenía de aliada, de consejera.

Ella, como una vil fantasma, vestida de blanco como siempre, con el rostro trasparente, y los ojos huecos, odiaba aparecerse en medio la gente real. Nuestras comunicaciones consistían en armar caminos para que yo pudiera hallarla.

Sin saberlo, me fui enamorando de su ser. No me interesaba atender los asuntos de los mortales, ni tampoco ser alguien que no la conociera. No quería estar con nadie más, no quería ser fiel a ninguna cosa, solo me conformaba con viajar en medio de sus muslos y sentir su risa quebrando mi odio a la vida. 

Viajábamos juntos, ella me daba ideas para crear mil mundos que tenían sus cimientos en los libros, me dio creatividad, me acompañaba viendo la lluvia, me enseñó a hacer vendajes para mi espíritu haciendo que me curara, me hacía sentir invencible, sin temor alguno; me acompañó en los caminos pedregosos y huracanes, en las huellas martirizantes de la vida misma. No se despegó de mí un solo segundo.

Pero siempre dicen que todo en exceso es malo, que el conectado universo pide a cantaros que todo debe tener un equilibrio porque sencillamente él lo demanda.

Su rostro ya no era el mismo, la belleza que había encontrado antes ya estaba desapareciendo. Ya no me sonreía, cada vez era más sutil a la hora de alejarme de mi familia, amigos, y demás personas.

Sus huesos ya no estaban encajando del todo. Su belleza blanca ya tenía otro color que mis ojos nunca habían percibido. Sus pies ya no levitaban, ahora pisaban fuerte haciendo grietas por el suelo, por su suelo... El de mi habitación, el de mi corazón, el de mi mundo.


De repente... desperté.


Empecé a ver todo con más imparcialidad. Me di cuenta que ella, en todo este tiempo me había enseñado a labrarme herramientas, a construir artefactos celestiales que me eran demasiado útiles.

Tomé algunas, tales como la introspección, buena autoestima, meditación, creatividad, entre otras.

La miré de nuevo, ahí dormida, miré a mi fiel amiga, a mi maestra.

Agarré las armas y miré de nuevo la cúpula de cristal negro que ella había hecho alrededor de mí, nunca antes lo había visto de aquella forma; Era grande, demasiado grande para mi gusto. Sin darme cuenta, había construido todo esto con ella, había construido toda esta cárcel sin saberlo, sin sentirlo.

Decidido, me armé da valor para romper aquella construcción.

Con todas las armas rompí el cristal sin importar que ella se despertara. Para mi sorpresa no lo hizo, así que seguí con mi cometido.

Cuando el cristal se rompió ante mí, los trozos que iban cayendo se desvanecían antes de llegar al suelo, desaparecían como si de una ilusión óptica se tratara.

Una luz empezó a invadir todo mi cuarto, pasando por mis recuerdos más oscuros y por los más agradables. Luego de ello la luz se esparció densamente hacia la cama, la tocó a ella que aún estaba dormida y terminó por tomar control total de todo mi ser.

Giré mi cabeza a todas las direcciones sin saber que estaba pasando, sin saber que había hecho.

Afuera de lo que antes era el cristal, se encontraba algo que no podía describir con palabras. Vi rostros que casi no recordaba, personas que ya no tocaba, mentes y hábitos que había abandonado. Vi muchas cosas que me trajeron de vuelta a mí mismo. 

Un espejo grande y con marcos de madera que venía de los cielos se posó enfrente de mí. Vi mi reflejo, pero este estaba llorando de forma que inspiraba alegría. En medio de las lágrimas de felicidad que emanaba mi otro yo, pude sentir que había tomado la dirección correcta.

«Es tiempo de separarnos» me dijo ella sorprendiéndome. Tenía su largo cabello despeinado y una sonrisa sincera. Como hubiera estado esperando este momento.

No dije nada. Me fui acercando poco a poco, la agarré de la cintura y la besé por última vez, entendiendo que nada es para siempre, y que cada una de las cosas debe reflejar al equilibrio perfecto del universo.

«Prometo que vendré... vendré cuando me necesites, pero sin alejarte del mundo que tú necesitas »

Sus palabras retumbaron dentro de mí, haciendo eco en mi cabeza mientras yo, con lágrimas de los ojos, le hablé por primera vez diciéndole:


«Adiós soledad...»

Pensamientos De Un Sobreviviente ® [ Poemario ]Where stories live. Discover now