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Me fui de allí, no quería volver a verla nunca más. Después de lo que había hecho, ese maldito impulso de besarla y aferrarla a mi como si no quisiera compartirla con nadie.
Maldición.
Pensé frunciendo el ceño, enojándome conmigo mismo. Desde la primera vez que la vi, me hizo sentir una extraña sensación dentro de mi, su forma de ser, tranquila, dulce la cuál ayuda a todos sin nada a cambio, me recuerda a mi madre. Ella era así de dulce, y de esa manera cautivo el corazón de mi padre, El Caballero Oscuro Sparda, se enamoró perdidamente de ella, una humana con un gran corazón. Desde el momento que llegué aquí, no hubo momento que no viera la ignorancia humana, pensé que serían diferentes, pero me equivoqué, había visto mucho. Odio, rencor, guerras, destruyéndose el uno al otro. Incluso llegué a pensar que son parecidos a los demonios, pero cambié de parecer cuando la ví a ella sonriendo, mostrando su dulce y cálida presencia al punto de decir ¿Realmente es humana? No podía entender como en un mundo tan podrido existía alguien como ella. Me la había cruzado una vez en mi camino, iba vagando por la ciudad sin esperarme nada interesante, cuando chocamos accidentalmente. La había mirado molesto, pero borré esa expresión al notar sus ojos marrones, y como se disculpaba con un suave tono de voz mientras me sonreía. Ese fue el día en el que sentí esto, un cosquilleo en el estómago, cosa que nunca había sentido en mi vida. -Basta-dije por lo bajo mientras seguía caminando. Debo olvidarla, no debo sentir atracción por una humana, no, eso no debe suceder jamás, es imposible.
