15| Un beso robado

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Daemon empujó suavemente a Max para hacerlo sentarse sobre la enorme cama. Había sido toda una travesía llevar al pequeño elfo hasta su casa, especialmente porque el chico desperto a mitad de camino y no paraba de hablar  y hablar, en algún momento afirmo ser un "cazador de sombras" y le pidió a Daemon ser su "parabatai" , cosa que dejó al pelinegro en las nubes porque no sabía de que diablos estaba hablando.

Cuando llegaron a la casa de Max, se les presentó un nuevo reto, pues el menor no recordaba donde tenía las llaves. Así que Daemon tuvó que revisarle todos los bolsillo mientras lo sostenía de la cintura para que no callera al suelo.

Después tuviero un tormentoso viaje por las escaleras hasta el segundo piso, ya que a Max le entro un ataque de risa épico. Y al final Daemon terminó por echarse sobre el hombro el delgado cuerpo e ir abriendo puerta tras puerta hasta dar con, la que supuso, era la habitación del castaño.

—Bien, quédate aquí....

—¡No!— el chico le hecho las manos al cuello y le rodeó la cintura con las piernas. —No te vayas, no quiero quedarme solito.

—Tranquilo— Intento volver a dejarlo en la cama, pero no pudó — Sólo ire a la cocina por un poco de agua para tí. No me iré, Maxwellth... Lo prometo.

—¿Por la garrita?— Max volvió a la cama y levantó una mano con el dedo meñique extendido.

Daemo rió ante el gesto. Su hermana hacia ese tipo de promesas...cuando tenía seis años.

—Por la garrita— enganchó su meñique con el de Max y le sonrió de manera tranquilizadora. —Ahora vuelvo y por favor no hagas ninguna locura, no quiero que te hagas daño.

—Esta bien, me quedaré aquí.

El chico se sentó en el centro de la cama al estilo indio y entrelazo las manos en el regazo.

"Tierno" pensó Daemon con una sonrisa boba en los labios. Luego carraspeo y salió de la habitación en busca de la cocina.

La casa de los Archer era enorme y moderna. Aunque eso debía ser normal si los padres de Max trabajaban tanto, debían ganar bastante bien. Todo en aquel lugar gritaba "buen gusto" pero había algo que no gustaba a Daemon. La casa tenía de todo, aparatos modernos, muebles caros, pero.... Se sentía vacío, sin nada de calor humano. Tal vez era por eso que Max se sentía tan sólo.

—No me gustaría vivir aquí— susurró el pelinegro mientras seguía con su recorrido hasta que por fin dió con la cocina y se quedó con la boca abierta. —Mamá se desmayaría de la emoción si viera este lugar.

Era enorme y lucía tan pulcro y costoso, aunque parecía que se usaba muy de vez en cuando.  Se apresuró a buscar un vaso y lo lleno con agua. Se disponía a volver con Max cuando su teléfono empezó a timbrar. Dejó el vaso sobre la mesada y sacó el aparato.

"Mamá" se leía en la pantalla. Por un momento tuvó el impulso de rechazar la llamada, pero al final la recibió.

—Hola ¿qué sucede?

¿A qué hora piensas volver?— no lo decía a modo de reproche. Era más que nada para asegurarse de que su hijo estaba bien.

—Si, bueno...no volveré esta noche...

Daemon...—su madre suspiró— sabes que no me gusta eso de que andes encamado con cualquier chica por ahí.

Un Golpe De Suerte (Suerte #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora