Parte I: el retorno del príncipe

669 39 1
                                    


Capítulo I.-El triunfo de la rosa

Sentada en su ventana favorita de su salón favorito la vieja sultana mira hacia la intemperie, afuera las hojas de los árboles comienzan a caer hasta dejar únicamente el trono. Mahidevran cierra los ojos sintiendo un peso en su corazón sabe que el anhelado triunfo esta al alcance de las manos todavía sigue teniendo ese amargo sabor a derrota, por un momento la mujer exhala de su aliento podrido dejando escapar con ella poco de la pena que la sigue embargando.

Y el causante de ello.

Suleiman.

¡Tonta al creer que lo odiaba! 

Tonta al pensar que tenía realmente las armas y medios para hacerle frente, aún cuando Hurrem volaba cerca como las abejas en las flores. Si hubo una época en la que pecó de estúpida sin duda alguna no la habría más.

Poner en riesgo la vida de lo único que realmente tenía valor para ella, fue lo que le hizo abrir finalmente los ojos: Nadie podía contra el sultán, todos los que una vez intentaron acabar con la vida de Suleiman yacían dentro de tumbas frías y rasposas. La misma suerte estuvo a punto de correr su hijo, recargó su cabeza en el respaldo del sillón acolchonado, sentía que el corazón iba a estallarle en cualquier momento como no recibiera más noticias. Todo lo que comentaban por su palacio de Bursa era que el príncipe Mustafá; estaba en camino de la capital. Solo que había considerado prudente mantenerse lejos por un tiempo más antes de alcanzar su sueño dorado.

Y Mahidevran estaba impaciente por aquello, a esas alturas en el cuartel de jenízaros ya estaban todos preparados hacían falta noticias para marchar hasta el palacio y derrocar a Selim. De esa manera quedaría por fin sellado el golpe de estado; que se preparó desde hacía tres años.

Hastiada de permanecer en esa misma posición la sultana se puso en pie, dolorosamente pero lo logró hacía tiempo que las articulaciones le jugaban malas pasadas suponiendo que eran los achaques propios de su edad, Mahidevran hizo caso omiso de ellos. Dos golpes en seco fueron suficientes para que el par de guardias que custodiaba sus puertas abrieran paso para ella: La nueva sultana madre del imperio. Con nuevos aires chocando contra su rostro la sultana se dirigió a sus aposentos allí encontraría a Rayza, una de sus hijas con noticias de esas que tanto le hacían falta.

Dicho y echo, nada más llegó la muchacha rubia, regordeta, de piel blanquecinas  y ojos color avellana, le hizo una reverencia, Mahidevran respondió al tiempo que sonreía ¡Que parecida era a su padre el sultán! Siempre le gustó reflejarse en los ojos de su Rayza, desde la mirada hasta la sonrisa y el carácter todo eso reflejaba clara la herencia de Suleiman en ella.

Sin dejar de tomar las manos de su hija la guio hasta el diván.

—Cuéntame, ¿Cómo van las cosas en el palacio? Siguen confiando en que Selim se sentará en el trono.

Rayza esbozó esa simpática sonrisa suya que siempre la hizo tan peculiar. Gesto que, a la vez, le dictaba a la sultana que todo iba viento en popa Allah mediante, pronto sacarían a la progenie de Hurrem del palacio y esta vez,  ni si quiera la sombra de esa esclava rusa,  podría impedirle estar tranquila lo que le quedaba de vida.

—Sin embargo, madre, hay que andar con cuidado—vio a Rayza morderse el labio inferior su hija mayor jamás pecó de insegura si lo decía era porque seguramente habría problemas. —A pesar de que están confiados en que han ganado la partida hay algo que no me gusta. La arpía de Mihmirha ha encerrado a mis hermanas menores en las jaulas, me refiero a Safye y Mapheyker. Sin embargo, no sabemos exactamente con cuantos leales cuenta la hermana de Selim. Madre hay que ser cautelosos un paso en falso y no daremos más.

Mahidevran comprendía a la perfección la situación de las circunstancias. Tragándose la rabia solo atinó a mover la cabeza de arriba abajo. Aun no tenían del todo la guerra ganada, solo tenían a su favor una buena porción de batallas libradas en la oscuridad  y como mencionaba Rayza un paso en falso les quitaría todas las ilusiones. Debían proteger a Mustafá dentro y fuera de las paredes de ese maldito palacio, como habían hecho siempre.

—Hay que hacer lo necesario para que sigan creyendo en su triunfo mi leona. —Mahidevran estrechó la delgada y blanquecina mano de Rayza entre las suyas con un fervor que jamás mostró antes. —Tenemos que ser fuertes y sigilosas. Hay que escuchar con los oídos y recordar que el miedo hiere más que las espadas. Cautas como las sombras hay que movernos siempre y allí donde veamos un obstáculo hay que saltarlo. Ahora debes irte, o sospecharán.

Los ojos de gacela de su Rayza se ensancharon Mahidevran no tuvo más que sentir orgullo por aquella hija que Alá le mandó en su peor momento de aflicción.

Apenas se volvió a quedar sola, la sultana anduvo por sus habitaciones en cuestión de instantes se le notaba meditabunda pero sus meditaciones tenían un solo nombre y por que: Mustafá

—Ah Hurrem—se habló para si misma—Cuanto tiempo he anhelado este momento, tu podrás haberme ganado a Suleiman pero yo te ganaré el trono finalmente. Estamos a mano.

Mahidevran cerró los ojos sonriéndose a si misma, pues por un instante juró, que podía ver a esa condenada rusa retorcerse en el infierno de rabia ante su triunfo.

Así como ella se retorció tantas veces en el pasado, ahora, comprendía porque mucha gente decía que la venganza era un plato que se comía frío.

Tras ello, una carcajada escapó de su garganta inundando con su sonido toda la estancia. Pues finalmente Mahidehvran la sultana golpeada, la sultana humillada, la sultana rebajada era quien reía al último. Tan fuerte que hasta le dolía la tripa.

El león del imperioWhere stories live. Discover now