Capítulo VI: La furia de una turba

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 Al estar libre de la prisión de oro que era Topaki, Rayza podía darse el lujo de moverse con prisa dadas las circunstancias, era lo mejor que podía hacer   si era que quería salvar a Mapheyker de las garras de Selim. La sultana tocó todas las puertas que pudieron convenirle y a esas alturas inclusive su madre en su lejano palacio de Bursa estaba enterada de la situación. Mientras ella e Ibrahim pashá no dejaban de trabajar con sigilo y constancia día con día fueron esparciendo la noticia por el pueblo. La mayoría de los habitantes se indignaban nada más escuchar que el sultán Selim tenía la mente tan retorcida, como para pretender desposar a una de sus propias hermanas en un afán por mantenerlas leales a su sultanato. Ése domingo se casaría su hermana con Selim. Una gran multitud se congregaba alrededor de un templete instalado en la plazuela mayor de la capital, y precisamente allí Rayza y sus mas allegados le prenderían fuego al polvorín de la revolución. Comenzarían primero incendiando de furia los corazónes de la gente en contra de Selim, después entrarían los jenízaros y por último el ejército númeroso que Mustafá reunía en Manisa.

Pero, para lograr aquello debían darse prisa una vez que se hubieron cerciorado de que la plaza estaba a reventar de gente. Ibrahim creía que era el momento adecuado para que Rayza subiera a ese templete y prendiera la mecha con el discurso que tenía preparado desde la noche anterior.

 —Mi sultana.—El pashá reverenció apenas ingresó a la habitación cómoda de la posada, donde Rayza estaba hospedada desde hacía cuatro días.—Está como queríamos, a reventar.

Rayza por su parte esbozó una sonrisa leonada, esta vez iría la suya y Selim no sabría ni por donde le iban a llegar cada uno de los golpes que en el futuro, habría de recibir.

  — Salgo en unos minutos pashá, deje que  me arregle un poco más, quiero lucir presentable.

Irbahim comprendía la indirecta, estaba nerviosa y no era por demás de ese espectaculo que montaran dependía si podían echar a Selim del trono o no.

  — Está bien Sultana, le daré el tiempo que em pide.

Rayza agradeció con una breve inclinación de cabeza, no cabía duda que cuando se compartía el odio hacia miembros de una misma familia. La unión hacía la fuerza. Ella y sus hermanas querían ver a Selim muerto, Ibrahim pashá querá ver muerta a Mariam por haber traicionado a su padre, su madre la sultana Mahidevran solía decir que la vida era la rueda de la fortuna; daba muchas vueltas y como tocaba estar arriba tocaba estar abajo. Y al estar abajo, era cuando una persona sufría hasta lo indeseable.

 Había en su tocador un retrato en miniatura de su hermano Selim, Rayza lo tomó y al hacerlo los ojos comenzaron a brillarle. Al fin tenía la vida de Selim en sus manos, con el hecho de estar consciente de ello se llenaba de alegría.

 —Selim,  dónde tú y tu madre crearon sombras para llegar hasta donde están, Mustafá y yo creamos luz para poder alcanzar lo que deseamos; quizás nunca lo supiste o no quisite hacerte a la diea y por eso eliminaste a Bayaceto pero, un sultan se hace, no nace. Ése ha sido tu principal error hermano, no eres sultán por derecho de nacimiento sino por intrigas y todo ello Alá te lo cobrará a la primer oportunidad y esa ya está tocando tu puerta hermano; habrás de caer sí o sí.

Al salir de su habitación, se encontró con la multitud haciendose cuestiones entre ellos, al mirarla todos ellos hincaron la rodilla, allí fue donde Rayza sintió que estaba en el cénit del inicio de su poder. Un brillante futuro le aguardaba con la subida de Mustafá en el trono y ese día era el que comenzaría a brillar su estrella con luz propia. Alá mediante estaba destinada a ser la sultana más poderosa de todo el imperio.

  — Súbditos de mi padre, los he convocado en esta plaza para denunciar el crimen que mi hermano está a punto de cometer contra nuestra familia. Alá nos dijo, mladito aquel que se atreva a poner los ojos en su hermana o en la esposa de su padre. Selim, nuestro sultán está rompiendo las reglas sagradas de Alá todopoderoso. ¡Lo permitiremos!

El león del imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora