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La noche del baile llegó, estrellada y vestida con seda

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La noche del baile llegó, estrellada y vestida con seda. Pero aún así, esa oscuridad a la vez tan resplandeciente, no se compararía con el brillo de sus ojos violetas y la belleza misma de mi pareja; quién podría avergonzar al mundo entero con semejante hermosura, piel blanca y tersa, y esa sonrisa más grande y blanca que la mismísima luna.

—Luces muy bien, Keith—dije, con un notable rubor en mis mejillas, apreciando al dulce asiático frente a mi.
—No digas tonterías, McClain—respondió con sus mejillas aún más rojas que las mías. Depositó un efímero beso en mis labios, provocándome una sonrisa.

Tomé un ramillete de su caja, colocándolo en la bolsita de su traje elegante, el cuál, le hacía lucir más sofisticado, más atractivo y más misterioso de lo usual; pero con su respectivo encanto y dulzura.



Nos encontrábamos viajando por la calle hacia el salón del baile, con las ventanas del auto abiertas y una brisa fresca llenando nuestros pulmones. El cantar de los grillos y el ronroneo del motor opacaban la leve melodía de su tarareo poco audible; su voz tan suave y encantadora cual terciopelo provocaba mariposas en mi estómago y el revolotear subía hasta mi pecho.




Tardamos más de lo esperado en poder ingresar al salón de baile, porque entre tantos autos que nos arrebataban los lugares en el estacionamiento y la abarrotada entrada nos costó poder entrar. Al final lo conseguimos y caminamos hacia nuestra mesa, donde nuestros amigos y compañeros se encontraban conversando con emoción y sonrisas amistosas.
Tomamos asiento, y sostuve su mano bajo la mesa durante todo ese rato mientras hablábamos con Shiro y Pidge, y en múltiples ocasiones Hunk mencionaba sobre el magnífico sabor de las botanas y lo bien que olía la cena.



—Todo ha quedado fabuloso, Lance.

Dijo el azabache mientras nos servíamos ponche en una mesa de botanas. Y si, debía admitirlo. La decoración, la música, todo había quedado tal y como había esperado y no podía sentirme más satisfecho.

—Lo hice pensando en ti, ¿sabes? Una vez más haz sido la inspiración para crear algo hermoso. E intentado reflejar tu perfección en cada cortina y mantel, en cada luz y nota musical que suena en este lugar.

Sus ojos me observaron con ilusión y un brillo que nunca había visto antes; me dediqué a besar sus nudillos y sonreírle coquetamente a mi ruborizado novio.

—¿Me permite ésta pieza, señor Kogane?

Pregunté sonriendo, haciendo una pequeña reverencia frente suyo. El soltó una risilla dulce, aceptando mi propuesta. Me tomó del brazo, llevándome rápidamente al centro de la pista entre el resto de las sonrientes parejas.



Bailar era algo que a mi se me daba bien, estaba en mi sangre desde que era un niño y siempre he disfrutado de la maravillosa expresión artística en la danza; claro, siempre y cuando sea música decente. En cambio, presencié lo torpe que los pies de Keith podían ser en esto; me causaban gracia y ternura al mismo tiempo.

—Cariño, solo sigue mis pasos...

Murmuré contra su oído y noté que se estremecía, lo que causó una risilla en mi. Asintió y acomodé sus brazos alrededor de mi cuello y yo mis manos sobre sus caderas, acariciando con lentitud y gentileza sus curvas. Era una canción lenta, una maravilla.

Comencé a mover nuestros cuerpos, juntos y lentos, al ritmo de la empalagosa melodía.
Roces de nuestros labios y dulces palabras ocasionales convertían aquella escena en algo especial, mágico e inigualable. Ambos cuerpos se fusionaban en el baile y la calidez ajena era algo sumamente agradable. Cada segundo a su lado lo era.




El resto de la noche transcurrió en lecciones de baile para el azabache y unas sesiones de besos en el jardín del salón, donde aprovechamos también para tomarnos múltiples fotos, entre ellas en grupo con amigos; haciendo el tonto en bastantes. Pero ese era el sentido de esa noche, ¿no? Gozar de nuestras amistades los días que fueran posibles, disfrutar de las caricias y besos robados; unos tragos y canciones que cantamos a todo pulmón mientras las horas transcurrían como una fantástica velada que seguramente nos marcarían, en relaciones e incluso como personas.




Los besos sabor licor y dulces de café se volvían cada vez más apasionados; Keith estaba pasado de tragos y eso se notaba en su cambio tan repentinamente sexy.
Sus pasos de baile mejoraron antes de lo esperado y ahora nos encontrábamos entre sudorosos chicos, rozándonos entre nosotros y jadeantes por la adrenalina recorriendo nuestras pieles a cada toque placentero entre nosotros.

Y así seguía aquella noche, una madrugada que yo imploraba a la brillante luna que no terminase, que no me arrebatara a Keith y lo dejase conmigo, dentro de mí, protegiéndole como tanto lo merecía mientras él escribía sus dulces palabras en las paredes interiores de mi cuerpo.


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¿Quién quiere smut? ( ͡° ͜ʖ ͡°)

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⏰ Last updated: May 20, 2018 ⏰

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