Capítulo 8

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Capítulo 8


       La mirada de Caroline podía mostrar aquellos sentimientos que empezaban albergarse en su corazón. Ella no quería ser una blanca mentira en la vida de aquel caballero.



— Si no sé lo dices tú... Se lo diré yo...

— ¡Caroline!... ¿Me traicionarás?... ¿Olvidarás cuanto he puesto de mi parte para convencer a mi padre de que ayude al tuyo?

— Nunca debí venir... Esto no es justo para nadie...

— ¿De esta forma me pagas nuestra amistad?

— Sandra... Por favor... Dile la verdad...— una lágrima bañó su rostro, mientras ella se sentía tan débil para seguir discutiendo.

— Está bien... Se lo diremos cuando te sientas mejor... Te lo prometo...

— Gracias...



     ¿Caroline, acaso, había olvidado que había palabras que se las llevaba el viento, cuando había algo más importante? ¿Y era acaso que había olvidado que lo más importante para Sandra era terminar con aquel compromiso y que aquel hombre pusiera los ojos en la mentira que había convertido en su amiga?



      La respuesta se pondría en frente de ella. Cuando no hubo más remedio que verla con los propios ojos.




— Su semblante ha mejorado mucho, señorita Peyton. — le dijo la señora Blackmore.

— Gracias, señora Blackmore...

— De nada... A mi sobrina y a mí nos alegra verla mucho mejor...— expresó girándose a su sobrina—. Por cierto, Sandra, tienes el pelo hecho un desastre.

— Eso tiene fácil arreglo...— dijo Sandra, pasándose las manos por los cortos rizos con una sonrisa en su rostro—. Ya está. ¿Mejor así?



    La señora Blackmore meneó la cabeza antes de devolver la mirada hacia donde Caroline, aunque lo hizo con una sonrisa.




     Tomó asiento, mientras se disponía a continuar con su costura, como lo estaba haciendo Sandra, mientras Caroline intentaba concentrarse en la lectura de un libro de poesía. Un agradable silencio reinó de nuevo en la estancia mientras las tres mujeres se concentraban en sus respectivas tareas. Sin embargo, el silencio fue interrumpido al cabo de unos minutos por el sonido del carruaje que enfiló la calle en dirección a su hogar. Ninguna de las tres le prestó mucha atención a la llegada del carruaje. Sin embargo, en ese momento comprendieron que los caballos estaban aminorando el paso. Las tres alzaron la vista a la vez. Observando que se había detenido en aquella propiedad.




— Creo que es lord Collingwood.— dijo la señora Blackmore, con la vista clavada al otro lado de la ventana por encima de los anteojos.




    Y no se equivocaron. Era aquel caballero. Necesitaba ver o saber como seguía su "prometida", o realmente a quien creía que era. Sin saber que estaba siendo engañado por aquellas tres mujeres.




— Sabía que tenía que haberme cambiado de vestido después del almuerzo.— continuó la señora Blackmore—.Lo arreglare un poco... ¿No se ve mal, verdad?

— Te ves bien, tía... Además, solo es a Caroline a quien viene a ver... 

—Ya lo sé...— dijo, mientras miraban a Caroline. Y Caroline a ellas.



    No hacía falta ser un genio para adivinar el motivo de su visita. Por lo que Caroline miró a su amiga, para que aprovechara esa visita, y ella le expresara la verdad.



      Entró en la estancia al cabo de un instante, dejando atrás al ama de llaves, que había abierto la puerta para anunciar su presencia. Como era habitual, iba demasiado arreglado para una simple visita. Su atuendo era tan elegante como si fuera a dar un paseo.



      Hizo una reverencia. Sintiéndose animado al ver a "Sandra" bien. Su semblante se observaba más saludable. Mientras ella lo miraba como si estuviese apenada. Rogando en su silencio, que su amiga, realmente cumpliera con su promesa.



—Me alegra verla mejor, señorita Ashford...

— Gracias, lord Collingwood...—le expresó Caroline, odiando mentirle de nuevo. Ella no era Sandra Ashford. Su nombre era Caroline Peyton.



     Lord Collingwood saludó a las demás damas presente, sentándose cerca de la tía de Sandra. Mientras la verdadera Sandra lo detallaba, y miraba a su vez a su amiga. ¿Sería justo decir la verdad?... Ella miraba en los ojos de aquel caballero aquel afecto que empezaba a sentir por su amiga. ¿Querría ella en verdad arruinar aquello con la verdad?



     Sandra suspiró con fuerza. Estaba decidida a mantenerse firme. Ella estaba comprometida con él, pero no deseaba tal compromiso. A su parecer, su persona, era un mejor candidato para su amiga. ¿Debía de quedarse de brazos cruzados, entonces, en vez de lograr que su amor por Caroline fuese más grande para entender porque ellas habían mentido?



     No... No podía cambiar de parecer por una simple promesa. Cuando una mejor razón se formaba en medio de todo.



— ¿Por qué no lo hiciste? — le preguntó Caroline a su amiga, después de que lord Collingwood se marchara. Y la señora Blackmore lo escoltara a la entrada.

— Caroline...

— ¡Me lo prometiste!... ¡Me lo prometiste!... ¿Acaso no ves que no quiero seguirle mintiendo?... Se está enamorando de una mentira. ¡Yo no soy tú!

— Te enamoraste de él, ¿verdad?



     Un silencio fue una clara respuesta.


— Odio ser una blanca mentira para él... No se merece que se esté enamorando de una farsante como yo...— dijo al marcharse a su habitación. Sus lágrimas empapaban su rostro. El corazón le dolía, al mismo tiempo en que pensaba: << Tendré que ser yo quien le diga la verdad... Aunque mi corazón se rompa al ver su odio después en su mirada... >>


Blanca Mentira (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora