Capítulo 10

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Capitulo 10


      A la mañana siguiente apareció un sol que brillaba como si la lluvia nunca hubiese estado presente en la noche anterior. Mientras tanto, Caroline ignoraba aquellos rayitos de sol que se ingeniaba entrar por las cortinas de la ventana. Hasta aquel instante en que iba recobrando el conocimiento poco a poco, mientras abría los ojos, sin recordar nada de lo ocurrido de la noche anterior. Largo minutos demoró en recuperar la conciencia. Al mismo instante, en que sentía el cuerpo adolorido y experimentaba la sensación de haber corrido todo un día por el jardín, como solía hacerlo cuando era una niña. Paseó la vista por toda su habitación hasta detenerse en un rincón de ella. En donde se encontraba su amiga mirándola seriamente. Cerró los ojos y volvió a abrirlos creyendo que había sido una simple visión, pero no, no era una visión, todo lo que veía era real.



     Se recostó en la cama, a pesar de lo débil que se sentía, mientras se sentía aterrorizada al verla allí. ¿Qué hacía Sandra allí? ¿Qué le había dicho a lord Collingwood mientras ella estaba dormida en aquella habitación tan desconocida para su ser? Se preguntaba algo inquieta.


— ¿Acaso te has vuelto loca? — fue el reproche que encontró de parte de su amiga Sandra.

— ¿Dónde estoy?

— ¿En dónde crees?... En la casa de lord Collingwood. ¿No me vendrás que no recuerdas como llegaste aquí?

— Si lo recuerdo...— dijo al cerrar los ojos un momento, y ver que había perdido una maravillosa oportunidad—. Tú misma me lanzaste a esto.

— Quiero que ahora se te quite esa idea... No quiero cargar con la conciencia de que te pudiste morir a causa de mi culpa. Lord Collingwood nos dijo que anoche estabas delirando a causa de la fiebre y que te veías muy inquietad, diciendo cosas que él no entendía... Solo que querías regresar a tu casa.

— ¿Deliré anoche? — expresó sorprendida.

— Sí...Por eso nos envió a buscar. Estaba preocupado... Te veías inquieta. Como si necesitases desahogar tu alma...

— Sabes que es lo que necesito hacer...Por favor, Sandra. Por favor... Ya no puedo seguir mirándolo a los ojos...

— ¿Por qué lo amas? — inquirió saber.

— Sí...— admitió sintiéndose culpable.

— ¿Y él de ti?

— Él no me ama a mí... Sino a quien cree que soy... ¡Tú!

— ¿Yo?... ¡Por dios!... Ni siquiera se ha dignado a mirarme como te mira a ti. ¿Acaso no te has percatado como te mira?

—Para él eres Caroline Peyton...Yo en cambio soy su prometida. La señorita Sandra Ashford...

— Nunca lograré sacarte esa idea de la cabeza...— dijo al respirar, como si se diese por vencida—. ¿Cómo te sientes? ¿Crees que puedas regresar pronto a casa?
— Sí... Quiero regresar hoy mismo...— respondió secamente.

— ¿Te he sacado esa respuesta de la manga, Caroline? << Sí... Quiero regresar hoy mismo...>>. Desde luego. Sé que es porque estás enfadada conmigo...

— Dile a lord Collingwood que deseo marcharme...

— Se lo diré, aunque no creo que quiera dejarte ir... Hasta que estés bien.

— Estoy bien... Estoy bien...

— Esperemos que eso lo crea Lord Collingwood.



      Una repentina esperanza acompañada de euforia discurrió por Sandra, porque llevaba mucho tiempo esperando ver la oportunidad de que su amiga viese cuanto aquel caballero se preocupaba por ella, aun a pesar de no saber realmente quien era. Una blanca mentira de la cual él se había enamorado.




— Haré todo lo posible para convencerle que te sientes bien... Quizá nos escolte en su carruaje a casa de mi tía.




    Caroline cerró los ojos y bajó la cabeza. Sentía una dolorosa opresión en el corazón. Se llevó una mano al pecho. En ese instante, lord Collingwood apareció en aquel lugar, después de tocar a su puerta.




     Caroline tuvo que tragar saliva para pasarse el nudo que se le formó en la garganta. Él caminó hacia ella, sintiéndose feliz de verla bien de salud. Sus mejillas tenían color. Y al fin había despertado de su largo sueño. Y de su delirio.



     Se acercó a ella, después de darle los buenos días.




    Sin poderse imaginar que en un futuro él llegaría a sentir de nuevo su presencia allí, como si continuara en esa fría habitación. Mientras se esmeraba en recordar aquel ayer. Y lo que había ocurrido aquella noche, en que ella intentó decirse la verdad.




Quiero regresar a casa... No soy tú...No soy tú...Soy... Soy...— susurraba una y otra vez, sin poder hacerle escuchar bien lo último, cuando una de sus sirvientes le indicó que ella deliraba.




      Ella hervía como agua caliente en una tetera. Estuvo a punto de sentir el temor de que ella empeorara en aquel momento. Al mismo tiempo, en que su corazón sentía el deseo de saber que la inquietaba tanto. Y poder entender lo que ella decía.




    Ahora, ante su presencia, en ese instante, la miraba con un semblantedistinto. Y un nuevo silencio que ocultaba aquel delirio de la noche anterior.     

Blanca Mentira (Editada)Where stories live. Discover now