19. Arreglar las cosas

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Un silencio se instala, y después de unos segundos siento un agobiante pitido cerca de mi oído. Suelto una bocanada de aire y todo me empieza a dar vueltas, mi pecho me arde, y el odioso pitido no se detiene hasta después de unos minutos.

- ¿Estás bien?- pregunta. Al principio su voz es un sonido lejano, pero luego se vuelve nítida y logro enfocarlo. Me mira con preocupación, tengo ganas de abrazarlo. Necesito sentirme segura, necesito que alguien me diga que todo estará bien. No obstante, antes de que pueda articular palabra alguna, él continúa.

- Lo sé porque la escuché hablando con su amiga sobre ello cerca de las gradas. Tenía ganas de pedirle explicaciones, pero volví a escuchar una conversación ajena. Sé lo de tu abuela, pero debes saber que ella no llamó a tu padre. Samantha estaba con él esa noche, y sabía que tu abuela estaba en tu casa. A tal punto llegó su odio, su enfermedad, que lastimó a la señora Lottie, sabiendo que te dolería en lo más profundo. Ella lo hizo a propósito, la llamó y le hizo saber que estaba con tu padre.

- Espera- frunzo el ceño confundida y lo detengo- ¿Estás diciéndome que ella es...?

Lo veo tragar saliva, entrecruza sus dedos con los míos y parpadea nervioso.

- Samantha es Becca.- mi mano vuela hacia mi boca y cubro mis labios para evitar que salgan sollozos.- Tiene dos identificaciones, Hely. En una es una simple estudiante de preparatoria, pero a la vez es la amante de tu padre.

- No.- suelto al notar algo extraño- Si ella es mi hermanastra, no puede ser la amante de mi padre también.

- Sobre eso...bueno digamos que tienes que hablar con tu padre y solucionar las cosas.

- Estoy hablando contigo, Leo. Necesito que me digas lo que pasa si lo sabes-. pido suplicante.

Él traga saliva y me mira preocupado, se le está haciendo difícil decirme todo esto. Lo sé por sus venas, que comienzan a marcarse en su frente y su pie no deja de moverse bajo la mesa, lo sé cuando asiente levemente y con algo de temor.

- Alguna vez me dijo que creció sin su padre. El hombre era un mujeriego, había jugado con dos mujeres en su juventud, y ambas salieron embarazadas. No obstante, el muchacho sólo se enteró que iba a ser padre de una pequeñita, no de la otra. Se mudó a Texas y nunca supo que tenía otra hija en Nashville. Obviamente la que creció sin su padre se llenó de rencor y amargura, más aún cuando su madre murió y sólo le quedó vivir con sus tíos. Al crecer se enteró que tenía una hermanastra y armó un concepto erróneo en su cabeza, culpó a esa inocente niñita de rulitos de su tristeza. Tiempo después, se mudó a Texas sola, jurando vengarse de su hermanastra y de su padre.

- P-pero yo no t-tenía la culpa de nada- replico. Él niega mirándome con ternura y besa el dorso de mi mano sin quitarme la vista de encima.

- Claro que no, tú eras sólo una chica linda de rulitos con calificaciones altísimas y sonrisa contagiosa. Samantha te detesta, piensa que tú eres la culpable de su desgracia, me dijo que se vengaría, y ya veo que lo hizo. Dañó a tu abuela, y creo que dio en el blanco.

Mi garganta arde por contener el llanto, mis ojos están empañados, y a pesar de que quiero escapar de aquí hacia Tailandia para que nadie me reconozca, lloro.

Lloro como cuando me raspé la rodilla haciendo competencia de bicis con Caroline en el patio de su casa.

Lloro como cuando la espina de una rosa se me clavó en el dedo índice de pequeña.

Lloro como cuando me pegaron un chicle en la cabeza y tuve que cortarme un mechón entero de cabello.

Lloro.

Y...llegasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora