17.- Por fin, llegó el día.

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Después de su inesperado encuentro con Azel, Emma no pudo retrasar aún más la cita con su madre. Así que se dedicó a subir ágilmente los escalones, mientras repasaba mentalmente lo primero que le diría. No sabía muy bien a qué llevaría la conversación, ni como se desarrollaría, pero tenía el presentimiento de que no iba a ser la charla más alegre del mundo. Sería incómoda, fría, llena de mentiras y de indirectas por parte de ambas, Emma ya lo estaba viendo. Al fin y al cabo, era inevitable que ciertos temas salieran a la luz después de lo ocurrido esa noche. Porque estaba claro lo que Minerva preguntaría, y lo que Emma le iba a responder. Luego su madre se enfadaría, replicándole su irresponsabilidad, Emma se vería irritada también porque como siempre su madre acaba echándole la culpa de algo que indirectamente ella había causado por no contarle todo, y, finalmente, como guinda del pastel, ambas comenzarían a gritar. Así había sido siempre, y aquella vez no tenía por qué ser diferente.

Emma suspiró, y terminó de subir los escasos escalones que le separaba de la puerta de cuidada y decorada madera del despacho de su madre. Pero antes de disponerse a hacer algo como llamar, se quedó quieta de pronto, sin mover un músculo, tratando de hacer el menor ruido posible. Otra conversación se estaba llevando a cabo en el interior, cuyos integrantes Emma conocía muy bien.

-Te lo dije en su momento, Minerva, pero no me hiciste caso. Preferiste ignorarlo y aguantarlo un poco más.- encaraba Fretz, su voz notándose algo exaltada.

-Lo aguantaría el tiempo que hubiera echo falta, Fretz, y lo mantendría aún más si no hubiera pasado esto.- respondió la aludida, con voz firme y un ligero tono de imposición.

-Aquella vez solo estuve de acuerdo en hacerlo si luego tomábamos las riendas del problema después, porque las consecuencias podrían haber sido terribles. Pero lo estamos dejando pasar demasiado, ¡y mira lo que ha ocurrido!

-Aquel no era todavía el momento. Y dudo de que lo sea ahora.- se produjo una pausa.- Pero en vista de los acontecimientos, o será él quién lo haga, o seré yo.- se oyó un fuerte golpe.- ¡No puedo creerlo, ese infeliz! Debía haber sabido quién había estado detrás de aquello mucho antes, aunque no puedo negarte que lo sospeché. ¡Y ahora está aquí, de nuevo sus actos vandálicos amenazando con romper la paz de Celsium y de mi escuela!

-Esa cosa volverá, ya lo sabes, no desaparecerá hasta que no lo haga él, le pertenece.- afirmó, algo más calmado, pero aún bastante serio.- Debemos encontrarlo si queremos deshacernos del incorpóreo.

-Sí fuera así de fácil ya lo habría hecho, pero ya sabes Fretz, lo escurridizo que ese hombre puede resultar, incluso para una maga como yo.- respondió Minerva, parecía cansada. ¿Estaban hablando de la misma persona que había robado las margaritas y atacado El Archivo? Dijo algo más en voz baja, casi susurrando, algo que Emma no pudo oír, y cuando hizo intento de acercarse un poco a la puerta para poder escuchar mejor, se golpeó el codo contra la esquina de piedra que cubría el ventanal de su derecha, haciéndola emitir un profundo alarido. Se llevó instintivamente la mano a la zona golpeada, masajeándola. Realmente se había hecho mucho daño, aquel lugar era el peor para golpearse. Y encima, debieron escucharla. Porque se oyeron pasos el en interior y a Minerva decir:

-Lo siento, Hodge, pero parece que mi segunda visita ha llegado ya.- informó al profesor, mientras caminaba hacia la puerta, abriéndola sin previos miramientos.

Minerva clavó sus verdes ojos en de Emma, entrecerrándolos, exasperada.

-¿No te he dicho muchas veces, que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?- inquirió.

Emma se acarició la nuca inocentemente, sin quitar de su cara la mueca de dolor, ya que este aún recorría su brazo. Minerva miró la codera raspada de su hija y suspiró.

Emma: La calma precede la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora