El Último, parte 3.

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El gran día por fin había llegado.  El ambiente en toda la escuela era ciertamente distinto al habitual, más festivo, y casi se podían palpar las ganas con las que cada alumno iba de un lado a otro del la gran pradera ayudando a terminar los últimos preparativos. Aquel día todo el mundo había madrugado, y, aunque no todos ayudaban con las decoraciones que quedaban por poner, el resto se disponía sentado en grupos en diversos puntos de la llanura, observando como trabajaban sus compañeros. Podía parecer un poco dejado por su parte, pero la realidad era que hacía unos días que se había llegado al cupo de voluntarios necesarios, así que el resto no tenía ninguna opción más que mirar. Pero el tiempo soplaba suavemente refrescando los cada vez más intensos rayos del sol, lo que propiciaba un clima muy agradable para estar sentado sobre la verde hierba de la gran explanada.

En un rincón, cerca de un gran pilar de rocas, una pareja se tumbaba bajo el sol, observando desde lo lejos a otro grupo de alumnos que iba y venían con distintas cajas en cada trayecto. Cerca de ellos, una chiquilla pelirroja daba golpes a un especie de farolillo, tratando de clavarlo en el suelo, sin demasiado éxito. Más parecía que se peleaba con él.

A unos cuantos metros, la chica morena recostada en el césped rió.

-Qué arte tiene Leyla... -comentó en un susurro, lo suficientemente alto para que su compañero, a su lado, pudiera oírla.

Adrián la acompañó en su risa.

-Al menos está intentando ayudar a preparar el baile de esta noche. -respondió, con un leve asentimiento de cabeza-. Míranos a nosotros, aquí tirados como dos grandes vagos.

Emma sonrío divertida, mientras se hacía  una trenza en el pelo, tratando de alejar el calor.

-Ya, yo tendría que estar ahí también, pero llegué tarde y cuando quise apuntarme la lista estaba completa. -se encogió de hombros, no parecía ser un problema que la quitara demasiado el sueño.

-Me pasó lo mismo. -comentó Adrián, jugando con una brizna de hierba.

Emma le observó en silencio, y finalmente dijo:

-Pareces un poco ausente estos días, ¿ha pasado algo?

Adrián ladeó la cabeza.

-Imaginaba que te darías cuenta. -sonrió-. Siempre lo haces. Aunque no es nada nuevo la verdad. He estado un poco indeciso sobre algo últimamente, pero por fin he tomado una decisión. No sabía si era posible, así que le pregunté a Dala Sur sobre ello.

Emma le escuchó atentamente, recordando aquella charla en el comedor. Al fin sabría de qué trataba su tutoría con la profesora, supuso.

-¿Qué decisión? -preguntó la muchacha, mirándole con curiosidad.

Adrián bajo la mirada.

-Mmm ¿recuerdas el ataque a nuestra tienda de música en el primer ciclo? Digamos que la situación en casa no ha sido la misma desde ese incidente. -suspiró-.La Asociación de Comerciantes ayudó a mi familia a restaurar la tienda, pero parece que aún así el miedo no se ha ido de mi casa. No saben por qué ocurrió aquello, y por tanto desconocen si puediere volver a suceder. Mi madre apenas tiene tiempo de ir a Mimbre por las clases de violín y los conciertos y mi padre está desbordado de trabajo. Además, mi hermana aún es demasiado pequeña para poder ayudar. -se encogió de hombros-. Así que le pregunté a Dala Sur si podría examinarme de las asignaturas que me queden en poco tiempo y así volver antes a casa para poder ayudar en la tienda.

Emma comprendió el dilema de su amigo, y le dio pena que hubiera estado tan preocupado esos días y ella no hubiera podido servirle de ayuda. Hizo una mueca, es cierto que ella había tenido sus propios problemas de los que ocuparse, y que la bomba que le soltó su madre la semana pasada le había encogido el corazón tanto que le había impedido pensar en otra cosa, pero no le gustó darse cuenta de que había descuidado a sus amigos un poco.

Emma: La calma precede la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora