70| Ridículo

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SONIC

—Su traje ya está listo, majestad.

—Te lo agradezco.

—Vendrán a buscarlo dentro de unos minutos. Con su permiso, me retiro.

  Mi sastre personal se retira de mi exageradamente grande alcoba y me deja solo, de pie frente a un espejo de tamaño considerable. Veo mi reflejo y no me lo creo: estoy vestido idéntico a un muñeco de  niñas. Una especie de calzas blancas ajustadas y un saco azul oscuro con hombreras doradas. Botas negras calzan mis pies. Y una banda de color rojo cruza mi pecho.

  Frustrado, tomo asiento en el borde de mi cama y entierro mi rostro entre mis manos. Tanto esfuerzo por escapar, por huir de mi destino, y terminó resultando en nada. Siempre deseé cualquier cosa antes que ser un Rey. Pero los deseos rara vez se cumplen.

  Estando aquí, siento que me asfixio como nunca antes. Y eso que Scourge logró poner sus manos en mi cuello varias veces. Tantas responsabilidades, tantas formalidades, tantas obligaciones... pero nada de libertad. En definitiva yo no estoy hecho para esto.

  Aún no entiendo por qué fueron a buscarme a la otra punta del mapa para cumplir mi papel en la familia. Es decir, ¡Manic y Sonia también existen! Además, ni que fueran mucho más chicos que yo, somos trillizos. Tranquilamente podrían haber coronado a Sonia, a Manic no le sentaría muy bien que digamos la corona.

  Tres suaves golpes en la puerta me sobresaltan, logrando que me ponga de pie algo nervioso. Me alejo de ella aterrado. No estoy listo, no estoy listo, no estoy listo, no estoy listo, no estoy listo...

—Sonic, ¿puedo pasar?

  Me detengo en seco al oír la voz de Amy.

—E-eh... ¡S-si!

  La eriza de púas rosadas ingresa a la habitación y cierra la puerta detrás de ella. Trae puesto un largo vestido verde manzana que parece ser abrigado, un lazo con moño del mismo color sobre su cabeza y un poco de maquillaje en su rostro. Se ve bellísima.

  Camina hacia mi con pasos lentos y observa detenidamente mi vestimenta. Luego, lanza una suave risa como conclusión.

—Te ves ridículo.

—Y tú preciosa.

  Ella se sonroja como respuesta.

—¿Qué te trae por aquí? —le pregunto.

—Quería verte antes de que... —contesta, sentándose en el borde de mi cama—. Bueno, antes de la ceremonia —Amy golpea con la palma de su mano el colchón, indicándome que tome asiento junto a ella. Lo hago sin rechistar—. ¿Cómo te sientes?

—Mal. Muy mal.

—¿Acaso estás nervioso?

—No, para nada —niego—. Es que... no quiero ser Rey.

—¿No quieres? ¿Por qué? —inquiere—. ¿Sabes cuántos erizos desearían estar en tu lugar?

—Pensé que me conocías.

—¿D-disculpa?

—No estoy hecho para seguir estúpidos protocolos, tener responsabilidades, o para quedar atado a un trono durante toda la eternidad, Amy —respondo sin más—. Es por eso que huí a los siete años. Siempre supe que si me quedaba aquí, me transformaría en el Rey de Mobotrópolis.

—Rebelde desde la cuna —comenta, sacudiendo la cabeza con una sonrisa en sus labios—. Ahí fue cuando llegaste a Hidro City y conociste a Shadow, ¿verdad?

—¡Din, din, din! Diez puntos para Amy Rose —bromeo y ella ríe—. Ahora ya sabes la historia completa.

—Me siento honrada.

—Si, sobre eso... lamento no haberte contado toda la verdad desde un principio.

—No te preocupes —dice, apoyando su mano derecha en mi pierna izquierda, y una corriente eléctrica recorre mi espalda—. Me molestó mucho más que no me hayas contado lo de Hidro City. Pero eso ya es cosa del pasado. ¿Qué harás ahora?

—Supongo que dejarme llevar —suspiro—. Si intento escapar, Mephiles y sus caballeros me detendrán. No hay otra alternativa.

  Bajo las orejas y miro el suelo, sintiendo cómo la tristeza se apodera de mi cuerpo. Mi coronación se encuentra cada vez más cerca, es algo inevitable. Cuando logren colocar ese insulso pedazo de oro en mi cabeza, tendré que despedirme de la Escuela Chaos, de correr libremente, de Amy y del Sonic Team. De sólo imaginarlo, se forma un nudo en mi garganta y un extraño escozor se hace presente en mis ojos. Cierro los ojos. Visualizo a mi yo futuro enjaulado; muriéndose poco a poco de asfixia, muriéndose de tristeza. Una lágrima traicionera se escapa de mi ojo izquierdo y rueda por mi mejilla.

  De pronto, siento que un par de brazos rodean mi cintura y que alguien entierra su rostro en mi cuello. Abro los ojos sorprendido y veo que cierta eriza rosa está abrazándome. Un millón de sensaciones se arremolinan en mi cuerpo, logrando que también el calor suba a mis mejillas. No sé cómo reaccionar: es la primera muestra de afecto que recibo de su parte en meses.

—Oh, Sonic... —musita Amy, sin separarse de mi. Su cálido aliento choca contra mi cuello desnudo—. Nosotros siempre estaremos contigo, incluso si eso significa quedarnos aquí en tu castillo. Además, mírale el lado positivo.

—¿Hay un lado positivo? —interrogo, enarcando una ceja.

  Amy se separa algunos centímetros de mi y me mira a los ojos.

—No te están obligando a comprometerte con una cualquiera —suelta sin pensarlo dos veces—. ¡Quiero decir! No te obligarán a casarte por conveniencia.

—¿Y a quién le conviene más que no me comprometa? ¿A mi o a ti?

Pregunto, esbozando una media sonrisa y observándola pícaramente. Sus mejillas se transforman en tomates en poco tiempo.

—Tú nunca cambias, ¿verdad? —inquiere, con una mezcla de enfado y diversión en su tono.

—¿Te gustaría que lo haga?

Amy abre la boca para responder pero se ve interrumpida por un golpe en la puerta. Indico que pase, que no hay problema. Una chica muy alta ingresa a la habitación, con una armadura plateada encima. Es una mezcla de coneja, loba y halcón (cosa que nunca he visto antes). Su pelaje es albino a excepción de algunas partes, como las orejas y sus ojos, que es de color gris. Trae el cabello azul eléctrico recogido en una larga cola de caballo y sus ojos son de un marrón muy oscuro. Detrás de ella distingo sus alas, con plumas marrones y doradas. A un costado, cuelga una temible e intimidante espada.

—Buenos días, majestad —saluda con una breve reverencia—. Mi nombre es Génesis Venecia, sub-capitana de la guardia real; seré su escolta en el día de hoy. Si no le importa, señorita, debe retirarse en cuanto antes —agrega en dirección a Amy.

—No hay problema, ya me iba —la eriza se pone de pie y me sonríe una última vez—. Y respondiendo a tu pregunta, no, no me gustaría que lo hagas —acto seguido, se retira de la habitación.

Génesis la observa hasta que se va, para luego dirigirme la mirada a mi.

—Majestad, ya es hora de la coronación. ¿Está usted listo?

  Me pongo de pie lentamente, y observo una última vez mi reflejo en el espejo. Este no soy yo, y nunca lo seré. Es como si desconociera al Sonic que veo frente a mi: con un elegante traje, con una fina espada colgando de un cinturón, a punto de perder la libertad. ¿Estaré exagerando? Espero que si.

  Sin embargo, no puedo negarme a hacerlo. Lo haré por voluntad propia antes que obligado por ese tal Mephiles, que se cree juez y verdugo de todo.

—Si, estoy listo.

  No, no lo estoy.

Escuela ChaosWhere stories live. Discover now