Imposible

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—¿Qué se siente volver a tu cama, eh?

Tony ayudó a Steve a sentarse en el borde de su cama, la cama que hasta entonces Tony había usado, es decir, la habitación más grande, la principal. Pepper se había encargado de llevar a alguien para que la arreglara, lo cual era un alivio

—Nada mal—Steve le sonrió—. Será mejor, si la compartes conmigo.

Tony le devolvió la sonrisa nerviosamente, decidió hacer como que no había escuchado lo último y se dedicó a poner las cajas de pastillas que le habían recetado a Steve sobre la mesa de noche. Steve no se ofendió por la falta de respuesta, le había bastado esa sonrisa, subió un poco más a la cama y se recostó en ella lentamente, para mirar desde ahí el empeño de Tony por ordenar las pastillas según debía tomarlas.

—No tienes que preocuparte por eso—le dijo—Puedo leer le receta yo mismo y...

—Cállate, genio trabajando.

Steve rió por lo bajo y cerró los ojos. El dolor que sentía era mínimo, pero muy molesto. Le costaba trabajo cambiar de posición, incluso caminar le provocaba pinchazos en el abdomen. Pero, a pesar de ello, estaba contento de volver a casa, de recuperarse ahí, porque el hospital le desagradaba. Mientras pensaba en ello, sintió la mano de Tony en su frente, dio un suave respingo, pero no abrió los ojos.

—¿Te sientes bien?—Tony le miró con gesto preocupado, el médico le había dicho que había probabilidad de que alguna infección se presentara, para prevenirla o, en todo caso, atajarla rápidamente, había mandado antibióticos, pero le había pedido que le revisara constantemente la temperatura.

—Sí.

—¿Te duele algo?—Para el dolor había analgésicos sobre la mesilla. Pero Steve negó.

—Estoy bien.

Tony vio como Steve le atrapaba la mano y suavemente la llevaba a sus labios, sintió un besó tibio como toque de pluma en la palma. Tragó saliva. Ante eso ¿qué se suponía que tenía que hacer?

—Por cierto, Steve—Tony se sentó en el borde de la cama.

—¿Mmh?—respondió sin abrir los ojos.

—¿Te estás durmiendo?

Steve negó. —Te estoy escuchando.

Tony frunció el ceño, lentamente zafó la mano de la del rubio y con el dedo índice le pinchó una mejilla.

—Tengo algo que decirte, abre los ojos.

—No quiero.

—Steve—Tony volvió a pincharle la mejilla, ligeramente divertido y sonriente—, vamos, mírame.

—Lo estoy haciendo.

—Mentira— esta vez uso sus dos índices para pincharle ambas mejillas.

Steve sonrió y levantó un parpado.

—¿De qué se trata?

—Conseguí trabajo, no es gran cosa... trabajo con Pepper.

Steve, ahora sí, abrió ambos ojos y le miró tranquilamente, al tiempo que le sonreía.

—Me alegra. Es lo que querías, pero... ¿estoy causándote problemas? Seguramente no llevas mucho trabajando ahí, ¿verdad? ¿Sabes? No tienes que quedarte a cuidarme, te prometo tomarme las pastillas y demás.

—No pasa nada. Te lo acabo de decir, trabajo con Pepper; es mi mejor amiga, así que tengo permisos especiales.

Steve asintió, le preguntó que era lo que hacía. Tony se inventó algo sobre archivos y cosas, balbuceó algo sobre asistir en un proyecto, pero que no podía decirle bien, porque era secreto empresarial.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now