Luz

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Tony tropezó con una silla pero alcanzó a recuperar la compostura antes de caer, y rió.

—Creo que bebí de más—dijo volteando a ver a Steve, quien tras despedir a la guía, había cerrado la puerta de la habitación.

—¿Estás bien?

—Sí, esto no me deja caminar bien—Tony tiró de la tela del kimono, intentó deshacer el lazo que tenía atrás pero no pudo alcanzarlo, ni coordinar bien para ello, se dijo que las largas mangas le estorbaban—. Steve ven y ayúdame.

Steve dejó el cuaderno sobre un pequeño sillón, al igual que la canasta vacía, y se acercó. Poco a poco desenredó el nudo aquel, le costó un poco de trabajo encontrar como hacerlo, pero una vez hecho, Tony sintió como toda la tela que antes lo ceñía se aflojaba, así que tiró de ella. El obi cayó suavemente hasta el piso, el kimono se abrió y Tony aprovechó para deshacer el nudo del fondo interior. Pero apenas lo había logrado, Steve pasó los brazos por debajo de los suyos, abrazándole por la espalda. Tony dio un respingo, y sintió un escalofrío recorrerle de pies a cabeza cuando sintió el roce suave de la nariz de Steve en su cuello, como si buscara algo en él. Fuese lo que fuese, lo encontró justo debajo del lóbulo de su oreja y lo besó suavemente; provocándole con ello un nuevo estremecimiento.

—Oye, Steve...—comenzó, pero no supo cómo continuar.

—¿Mmh?

Entonces, Tony sintió como Steve apartaba la tela que colgaba de su hombro, y a lo largo del camino que iba despejando, dejaba el rastro caliente de besos. Y cuando llegó a la curva del hombro, trazó el camino de vuelta del mismo modo; Tony no hizo más que cerrar los ojos y ladear el rostro para dejarle actuar libremente. El último de esos besos aterrizó en el borde de su mandíbula, y le instó a girar un poco el rostro, levantar el brazo y atrapar el rostro de Steve con su mano y sus labios con los propios.

Lentamente todo su cuerpo giró y se apoyó contra el de Steve. Sin romper el beso, con los ojos cerrados y buscando el roce de la lengua contraria, se abrazó a él, poniéndose de puntillas para alcanzarle mejor.

Esa sensación, la misma que había tenido en el taller, volvió. El calor, sus latidos acelerados, esa punzada entre sus piernas que repercutía en el resto de su cuerpo. Era tan real, tan contundente, que dudó un poco, incluso sintiéndose mareado por el alcohol, logró resistir, romper el beso y alejarse de Steve apoyando las manos contra su pecho.

Steve se quedó quieto, ansioso, deseoso, pero controlado; con las manos en la cintura de Tony. Incapaz de apartar la vista de la piel desnuda que revelaba la caída de la tela, la curva tenue de los senos apenas ocultos, pero que se adivinaban libres...

Tony tragó saliva y respiró profundo para intentar calmarse. Pero sus ojos por intentar evitar los de Steve, encontró la piel lisa del pecho de éste que se asomaba de entre las dos uniones del kimono, la tentación le picó la punta de los dedos y antes de darse cuenta, éstos ya se habían internado entre la tela. Sus dedos tantearon torpemente el borde de los pectorales de Steve, olvidó por un momento que era una mujer y cerró los dedos buscando estrujarlos. Pero pronto se dio cuenta de que éstos no eran los turgentes senos de una chica, eran duros como una roca, producto del ejercicio sistemático y disciplinado. Sonrió divertido por su propio error, y levantó la vista.

—Son más grandes y duras que las mías—bromeó.

Ante la forma en que había dicho aquello, Steve echó a reír. Tony le miró, medio adormilado por el sake, frunció el ceño, creyendo que se burlaba de su sabía apreciación.

—Es en serio, Steve—le dijo y para demostrar su punto le tomó una de las manos y la guió hasta su seno izquierdo—. Tócalo bien para que veas.

El inesperado despertar a tu ladoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin