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Era un día de verano, hacía tanto calor que Víctor podía sentir como las gotas de sudor resbalaban por su espalda. A su lado, Tony sorbía despreocupadamente un té helado, mientras sus ojos, tras los lentes oscuros, se perdían en el mar, pero no en el mar que tenían enfrente, no en las olas espumosas que rompían suavemente contra la playa. No. Sus ojos se perdían en el mar de bikinis que pasaban delante de él o que descansaban sobre toallas en la arena blanca. Más que en los bikinis, Víctor estaba seguro de que estaba viendo era la piel expuesta. Víctor, en cambio, lo veía a él.

—¿Crees que fue buena idea escaparnos? —le preguntó.

Tony sonrió.

—¿Te estás arrepintiendo, von Doom? Te recuerdo que fue tu idea.

Víctor se encogió de hombros. Sí, había sido su idea. La universidad era aburrida, no había nada en ella que él o Tony no supieran ya. Asistían por puro compromiso, por llenar las cuotas de asistencia o tener vida social. Así que, ¿por qué no tomarse un día de descanso? Un día para entretenerse, cambiar de aire. No le había costado trabajo convencer a Tony, éste también estaba un tanto harto de las clases. Sin embargo, había imaginado aquella salida un poco diferente.

—Quiero un helado—dijo Tony, el té se había terminado para entonces y el vaso descansaba vacío sobre la arena.

—Pues ve por él.

Tony hizo un mohín, le daba pereza moverse de ahí. Además, la vista era muy buena: había dos rubias mojándose los pies en la orilla de la playa. Víctor estaba seguro de que Tony no se movería y, para ser honesto, él tampoco quería hacerlo y no lo haría.

Frente a ellos y coartando la visión de Tony, pasó una pareja de hombres. Era evidente que lo eran porque se tomaban de las manos y se detuvieron un breve instante para darse un rápido beso.

—¿Cómo ves eso? —preguntó Víctor.

—¿El qué? —Preguntó Tony—¿Esas piernas? Pues de infarto, mira nada más lo largas que son.

Víctor rodó los ojos.

—No, Tony, me refiero a ellos.

Tony frunció el ceño y volteó a verlo, solo un poco, lo suficiente para darse cuenta a que se refería. Vio a la pareja que se alejaba ya hacia la orilla de playa.

—Pues... está bien—dijo encogiéndose de hombros—, quiero decir, para los gustos, los colores.

Tony regresó su vista a las chicas.

—No puedo juzgar, no lo sé—añadió.

—¿Qué no sabes?

—Sobre el amor, quiero decir, esa clase de amor. Ya sabes, esas cosas, encontrar a una persona que te ame y que ames. No sé.

—¿Querrías algo así?

—Si encontrara a alguien que me conozca y aun así quiera estar conmigo...

—Oye, yo te conozco y estoy aquí contigo.

—Ja, ja, pero es diferente, eres mi amigo. El amor es otra cosa, creo. Una clase de cariño especial, que saque lo mejor de ti. Tú eres mala influencia.

Víctor rió y suspiró.

—Estoy tratando de decirte algo aquí.

—¿Qué cosa?

Habría sido el momento, quizás, pero los momentos duran muy poco y se dan en pocas ocasiones.

—¿Tendrías algo con un hombre, Tony? —y prefirió dejar escapar el momento.

El inesperado despertar a tu ladoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ