Felicidad

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La habitación estaba en penumbra, la Luna era la única fuente de luz y se veía, tras la ventana, grande, redonda y blanca. Tony la observó desde la cama, había despertado hacía unos minutos y no quería moverse, así que, ver la Luna en busca de sus cráteres, se convirtió en su entretenimiento.

En su espalda podía sentir el tibio cuerpo de Steve, quien le rodeaba con un suave abrazo, mientras dormía. Era por eso que Tony no quería moverse. Quería permanecer así, esperando que el tiempo se detuviera justo ahí, en la noche perfecta de una vida perfecta que jamás pensó tener.

Sin embargo, pese a sus esfuerzos, el tiempo hizo estragos y el sueño que cubría la consciencia de Steve se difuminó. Tony le sintió moverse, romper el silencio con el fru-fru de las sábanas, y después, sintió la caricia de su palma en su brazo desnudo y un beso en el hombro.

—¿Estás despierto? — preguntó en voz baja, Steve.

—No sé—respondió Tony y rió por lo bajo, se guardó el resto de su pensamiento para sí, porque era demasiado cursi. Ese que le decía que esa realidad parecía un sueño, uno que nunca antes soñó, pero siempre había querido—. ¿Por qué?

Lentamente, se giró hasta quedar de frente a Steve. El rostro somnoliento de éste le sonrió.

—¿Acaso quieres otro round, cap? —Tony levantó las cejas pícaramente.

Steve amplió su sonrisa y por toda respuesta le atrajo contra su pecho. Tony cerró los ojos y se aferró a él suspirando tranquilo y feliz.

No habían hablado nada más después de que Steve hubiera develado la identidad de Tony. Ni una sola palabra donde no era necesaria. Después de abrazarse, simplemente dejaron que todo fluyera. De alguna manera encontraron el camino a la cama, entre un beso y otro, e hicieron el amor arrastrados por la emoción de la liberación y la seguridad. Cualquier cosa, cualquier pequeña barrera que entre ellos hubiera existido, desapareció. Al menos por ese instante de realización.

—Steve...

—¿Mmh?

—¿Desde cuándo lo sabes? —Tony tenía preguntas, quería saber cómo es que había fracasado su perfecto performance.

Steve aflojó el abrazo y, de nuevo, pudieron verse cara a cara. Antes de contestar, Steve apartó un mechón de pelo que cruzaba el rostro de Tony.

—Siberia—dijo—, cuando salvaste mi vida. Ese día te vi y te sentí, no pude haberme equivocado. Aunque lo pensé, aunque me lo dijeron, que había sido una alucinación producto de la hipotermia. Pero, después, fuiste a verme al hospital.

—Tsk, es culpa de Rhodey.

Steve dejó escapar una risita, pero no se detuvo para comentar ese punto.

—Me tocaste al entregarme mi anillo de bodas—Steve le mostró la argolla en su dedo, como para asentar el punto—, y lo sentí, te sentí de nuevo. Ahí comencé a recapitular, a tratar de ver las cosas que no había notado o que había pasado por alto.

—¿Cómo eso del piano?

—Sí, y muchas otras cosas. Honestamente dejaste muchas pistas.

Tony bufó. Definitivamente, no era un genio para ocultarse, era un golpe a su ego. Jamás podría ser un detective.

—Sólo que no las había visto. Eran obvias, pero no les había prestado atención. Hasta ese día.

—Así que seguiste las pistas y te formulaste una hipótesis. Vaya, esto sí que es bueno—meditó Tony. Tenía un esposo que pensaba y actuaba, sin darse cuenta, con el método científico. Porque si lo analizaba, la trampa que le había tendido en la fogata había sido el experimento que confirmó su hipótesis.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now