Descaro

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Tomó su mano cuando él se la tendió, era una mano fuerte y firme, pero, también, amable.Él apretó su mano con la justa medida, ni muy fuertemente ni muy lánguidamente. Le transmitió seguridad, confianza. Después, lo vio a la cara, vio su media sonrisa y sus ojos celestes, transparentes, genuinos. Eso fue cuando ella volvió a EUA, cuando había pasado tiempo de aquellas vacaciones en Inglaterra, donde lo había conocido.

—Steve, ¿cierto? —le dijo ella.

Steve asintió sin borrar esa sonrisa de su rostro.

—¿Sharon?

—Sí—ella le sonrió—¿Qué haces aquí? No sabía que te gustaba el arte.

Steve rió suavemente.

—Sí, yo... estudié arte.

"Vaya", pensó ella y levantó ambas cejas. Eso sí que era nuevo, para un militar o, al menos, no era algo muy común.

—Yo estoy en una excursión escolar—le dijo ella y le mostró el pequeño grupo de niños de, quizás, 5 años tomados de las manos para no perderse o separarse del grupo, que atendían la voz de la guía del museo.

—Ah, ¿eres maestra?

Sharon asintió. "Por ahora", pensó. Había otra maestra con los niños, así que se dio el lujo de acercarse a él cuando lo reconoció. El alumno de su tía Peggy, el joven que le había gustado entonces, había crecido y muy bien.

Se disculpó, dijo que tenía que volver con sus alumnos. Steve asintió y entonces, pasó lo que ella quería.

—¿Te gustaría tomar un café? Es decir... después... si quieres... puedes.

—Encantada—le sonrió y le entregó su número telefónico.

Así comenzó el romance. Un café, una plática casual, la promesa de volverse a ver. Todo pintaba bien. Él era tan amable, tan comprensivo, algo serio, pero abierto, curioso. Era lindo, un caballero. Y tras la primera vez que durmieron juntos, descubrió más talentos en él de los imaginados. Perfecto. ¿Cómo no quererlo? ¿Cómo no desear casarse con él?

Sharon recordó aquello sentada en la semi oscuridad de su habitación de hotel. La habitación presidencial era enorme, demasiado quizás, y estaba sola, a excepción de Rhodey que dormitaba en el sofá de la salita.

—Valiente guardián—murmuró ella antes de llevarse la copa a los labios.

Steve se había marchado con Bucky nada más llegar al hotel. No era lo que ella tenía planeado, se levantó del banco del minibar y se paró a un lado del sofá, con la rodilla le dio pequeños golpes al brazo de Rhodey. Éste dio un respingo y se incorporó como si tuviera un resorte en la espalda.

—¿Qué...?

—¿Dónde está Steve? Se supone que él es quien va a cuidarme.

Rhodey suspiró.

—Está en una reunión táctica, Tony, ya te lo dije.

—¿Tanto tiempo?

—Oye, ¿qué tengo de malo yo, amigo? —Rhodey hizo hincapié en esa palabra, Sharon no podía objetar eso. Para ella, Rhodey era amigo de Tony, un amigo que no sabía nada respecto al cambio de cuerpos. Se había comportado bien con ella, así que tenía que tolerarlo.

Sharon suspiró y bebió, le dio un trago a su copa. Luego, caminó hasta la ventana y corrió un poco la cortina.

—Tony, mejor aléjate de las ventanas.

Sharon suspiró y obedeció. Tamborileó los dedos contra el vidrio de la copa impaciente. Rhodey tampoco estaba muy cómodo, pero ninguno tuvo que esperar demasiado. Steve entró a la habitación entonces y encendió la luz de la habitación deslumbrándolos a ambos.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora