Capítulo Dos

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-¡Oh! Perdóname, que descortés. Me llamo Finn Wolfhard -me extendió la mano para saludar.

Miré su palma esperando que yo la tomase y así lo hice.

-Bueno, Finn. Sabes mi nombre -uní mi mano a la suya y estás se fusionaron como dos engranes hechos a la medida.

El calor corporal de su mano y la varonil suavidad de su piel hicieron que el rubor corriera travieso de nuevo por mis mejillas.

-Muy bonito, por cierto -sonrió haciendo referencia al nombre. El rojo se intensificó más -¿Qué tal el viaje? -preguntó.

-Cansado -suspiré -, así que si no te molesta, me sentaré a esperar a Sadie -dije y dejé resbalar mi cuerpo por la pared beige hasta llegar al gris piso alfombrado. Vaya que era un lugar triste para vivir.

-¿Te molesta que la espere contigo? -musitó.

-Por supuesto que no -traté de sonar casual.

Me sonrió y se sentó a mi lado recargando su espalda en aquella paredes y cruzando sus piernas en el suelo. Los jeans que traía se le ajustaron más. Desvíe mi mirada ignorando el puño de pensamientos poco coherentes que mi mente había producido.

Sentí hambre y busqué en mi bolso alguna comida chatarra que no me haya terminado en el vuelo. Afortunadamente encontré un paquetito de galletas de chocolate en par.

-¿Gustas? -le ofrecí.

-No, gracias. Provecho -me sonrió. Me miraba como si fuese algo... poco común, pero divertido.

-Tengo hambre -me encogí de hombros, un tanto cohibida.

-Adelante -me animó a moder la galleta.

Me comí una de forma rápida y me sacudí las migajas que habían caído de ella. Noté que Finn me miraba.

-¿Extrañas California? -me preguntó.

-Un poco -admití -. Pero siempre es bueno un cambio -dije mientras comenzaba a morder la otra galleta -. Espera, ¿cómo sabes que vengo de California? -exigí saber. Este chico si que conocía mucho de mí cuando para mí era un desconocido total. Sin embargo no me asustó en lo absoluto.

-Sadie me lo dijo, me habló tanto de ti -respondió.

-Oh -reí -, esperó que hayan sido cosas buenas.

-No te preocupes -sonrió - Eres su mejor amiga, ¿qué cosas malas podría decir de ti?

-No sé, quizá que... me gusta desayunar en pijama -me encogí de hombros - o que me encantan las galletas de chocolate con mantequilla de maní.

-Desayunar en pijama es cómodo -admitió -. Y cada quien tiene sus gustos raros, a mi me encantan los chocolates con menta.

-Eso no es tan raro.

Ambos reímos entre tanto que yo aplacaba mi hambre mordiendo de nuevo la galleta... el sonido de nuestras risas ya no tuvo cabida al ser opacado por el grito de jubiló de una voz familiar.

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Espero que les haya gustado.

Lamento haberme demorado pero he estado demasiado ocupada como para ponerme a escribir más que en las noches y en estés escribo otra cosas.

Sin más arios, arios.

𝐄𝐥 𝐦𝐚𝐧𝐮𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨 | Fillie | PausadaWhere stories live. Discover now