Capítulo Cincuenta y Tres

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—Sólo quiero hablar con ella —era su voz, sin duda, la que se oía a través del pasillo con eco propio.

Me quedé helada, mis pies no se movieron más y mi cuerpo quedó escondido tras la pared continua.

—Pero ella no quiere hablar contigo, pervertido —esa otra voz era la de Jaeden, aireada.

¿Qué estaba sucediendo?

—¿Pervertido? —repitió Finn, escandalizado.

—¿La llevas a tu casa sabiendo que no está en sus cinco sentidos? No te hagas el santo —alegó Jaeden.

—La llevé a mi casa por eso mismo —explicó —No iba a dejarla aquí sola en ese estado, además, yo no tenía llave de este departamento, ¿que querías? ¿Qué la dejará en el pasillo? —replicó.

—Como sea, ella no quiere verte.

—Tú no decidas, no tienes derecho —decía Finn.

—No decido, sólo te estoy repitiendo lo que ella me dijo esta tarde —refutó Jaeden.

—Necesito hablar con ella, y tú no me lo vas a impedir —advirtió Finn.

—Pues, ojalá la encuentres —la voz de Jaeden parecía ocultar una sonrisa malévola.

Hubo un silencio y me eché a correr al captar que la conversación entre ellos había terminado y que Finn pasaría por donde yo estaba escuchando todo.

Corrí hacia el ascensor, Finn no lo tomaría, de eso estaba segura. Las puertas se abrieron a tiempo y me escondí antes de que sus ojos me vieran. Apreté el botón para el cuarto piso, sólo por si acaso y el estómago se me encogió, evidentemente más sensible, cuando el ascensor subió un piso arriba.

Cuando las puertas se abrieron de nuevo y me dejaron salir, bajé rápidamente las escaleras hasta mi piso y llamé a la puerta del departamento trescientos ocho. Alguien dentro refunfuñó palabras ininteligibles y luego la tía de Jaeden me abrió la puerta y me puso mala cara, deformando su rostro con más arrugas de las que ya tenía. Su cabello blanco atado en una desecha coleta y algunos cuantos pelos se le salían de lugar.

—Disulpeme que la moleste, ¿está Jaeden? —pregunté.

—¡Jaeden! —lo llamó, luego sin decir nada más, se dio media vuelta y volvió al sofá en el que seguro estaba antes.

Jaeden salió de una de las habitaciones y después de que me miró a su tía captó en la puerta de entrada, esperando.

—Oh —musitó y se acercó a toda velocidad —¿Qué pasa? —dijo, saliendo un poco y cerrando tras de sí.

—Escuché la discusión que tuviste con Finn, ¿por qué? ¿A qué vino? —inquirí, desesperada.

Él exhaló.

—Venía a hablar contigo, pero le dije que tú no quería hablar con él —musitó.

—Eso lo escuché, pero, ¿por qué le dijiste que yo no quería hablar con él?

—Pues, ¿no es obvio? Millie, yo sé que te lastimaría más de lo que ya lo ha hecho. No quiero que te sientas culpable de nada, Finn es el que tiene la culpa aquí y quiero que lo acepte. Además ya has llorado bastante.

—Pero...

—A menos de que quieras despedirte de él, yo no puedo impedirlo —se encogió de hombros.

—No —negué rotundamente —ni siquiera le diré que me voy.

—No digas que te vas, se siente horrible —musitó, bajando la mirada.

𝐄𝐥 𝐦𝐚𝐧𝐮𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨 | Fillie | PausadaWhere stories live. Discover now