𝐄𝐥 𝐦𝐚𝐧𝐮𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨 | Fillie | Pausada

Capítulo Cuarenta y Seis

Había estado la mayor parte del tiempo con ellos dos, ya que me había dado gusto la noticia de que ahora eran casi inseparables; sólo le faltaba a Jaeden decidir que día le pediría que fuera su novia.

Salté de mi asiento al percatarme de la hora.

—Demonios, es tardísimo —dije, levantándome de la silla mientras que Jaeden y Sophia me miraron confundidos.

—¿Tarde para qué? —preguntó Jaeden.

—El viaje de Sadie, ¿recuerdan? —les había contado la historia a la hora de la comida, Sophia me llenaba de consejos y Jaeden resultó ser unos excelentes oídos.

—Oh, verdad.

—Habla con ella, Millie. Una amistad se vuelve más sólida si ambas partes hablan de lo que les preocupa —me aconsejó Sophia, como toda la tarde lo había estado haciendo.

Era increíble cómo podía ella expresarse así, con tanta naturalidad, con tanta sabiduría; a pesar de que era menor que yo, sin duda era más madura, siempre lo he dicho.

—Gracias, Soph. Espero tener el tiempo —miré el reloj —Y si no me doy prisa, no podré despedirme.

—¡Suerte! —agitó la mano cuando me dirigí a grandes zancadas a la puerta de la salida.

—Hasta pronto, Mills —dijo Jaeden.

Salí dándoles una sonrisa y apresuré el paso hasta el edificio. Faltaban doce minutos para que las ocho y media se dieran, Sadie tenía que partir antes de las nueve.

Mientras corría hacia mi destino, recordé a Finn; él ya debería estar allí, seguro. Eso hizo que mis pies disminuyeran su velocidad un poco. No quería llegar y toparme con la despedida amorosa entre ambos porque sabía muy bien que me iba a doler, incluso pensarlo ya causaba una ayuda sensación de malestar en el corazón.

Por primera vez utilicé el ascensor y llegué hasta el tercer piso en tres cuartos de minuto, di grandes zancadas hasta el departamento 312 y abrí torpemente la puerta, esperando a que Sadie no se hubiese ido ya.

—¡Sad, lamento...! —mi frase se quedó inconclusa porque justo al abrir la puerta me encontré con la escena romántica que quería a toda costa evitar. La despedida amorosa entre Finn y Sadie.

—¡Millie! Qué bueno que llegaste antes de que partiera. Pensé que no vendrías —la broma no le salió como tal. Se deshizo del brazo de Finn y se dirigió a mí para abrazarme. Algo del perfume de él aun había quedado impregnado en sus ropas y llegó hasta mi nariz de forma tenue.

Intenté sonreír y poner buena cara, aun sintiendo los horripilantes deseos de estallar en berridos y dejar salir a borbotones las pasadas lágrimas que sentía que me empañaban ya la vista.

Una gota de agua salada cayó al hombro de Sadie, una lágrima que no pude reprimir.

—Oh, Millie pero no llores, ó me harás llorar a mí —su tono de voz se tornó cálido y tierno, como siempre había sido.

Ella creía que yo lloraba por su viaje. Era un buen pretexto, pero me sentía mal porque no era cierto. La verdad era que si sentía dolor, pero era uno propio del corazón, causado por la demostración de afecto entre ellos dos.

Sonreí, esperando que no fuera muy evidente lo falso en ella.

—Yo también —me dijo.

Luego, la mano de Finn me acarició la espalda en busca de darme consuelo. Hasta ese momento recordé su presencia y un inexplicable rencor me invadió. Lo odiaba bastante, pero de igual manera, lo amaba más de lo que podría llegar a odiarlo. No entendía como es que había ilusionado tanto a mi corazón y luego lo había dejado caer en un agujero sin fondo y muy oscuro.

—Te acompaño abajo —dijo él y luego tomó la pequeña maleta de Sadie, dejando mi espalda desprotegida de su color—. ¿Vienes? —me preguntó a mí.

Asentí y entrelacé mi brazo al de Sadie, luego bajé la cabeza. Lo que menos necesitaba era que Sadie se fuera, aunque solo sea por dos días; sin duda serían los dos días más difíciles de mi vida, teniendo que abstenerme de todo tipo de encuentro con su novio.

Bajamos por el ascensor, mientras que nadie pronunciaba palabra alguna y mi vista seguía fija sólo en el piso del elevador. Cuando llegamos al primer piso y salimos del pequeño apartado, la camioneta de la gente del señor Vittore ya esperaba por Sadie.

Ella dio un suspiro y luego se giró para ver a Finn. Lo miró por un par de segundos, como queriéndole decir algo con sus ojos, parecía que... suplicaban. Pero Finn bajó la mirada y exhaló despacio, luego besó la frente de su novia.

—Cuídate mucho, amor —le pidió.

El corazón, ya roto en miles de pedazos, se contrajo de dolor al escuchar la última palabra.

Sadie sonrió débilmente.

—Te amo, Finn —susurró en su oído y yo deseé con un fervor descomunal estar en alguna otra parte en ese momento.

Pero él no dijo nada, esbozó una pequeña sonrisa y volvió a besar la frente de Sadie. En serio, lo odiaba.

Luego Sadie se giró hacía mí y me sonrió, con esas sonrisas que me había estado dando últimamente.

—Te voy a extrañar —le repetí, porque era lo único honesto que había en mí —Cuídate mucho.

—También tú. Dos días se pasan rápido —me dijo.

Le sonreí y luego, Finn y yo la vimos subir a la camioneta.

—Nos vemos en dos días —nos dijo y se despidió con un gesto de mano.

Finn y yo miramos la camioneta hasta que se perdió entre las calles oscuras.

Cerré los ojos por un instante hasta que la voz de Finn me hizo abrirlos de nuevo.

—¿Volvemos al departamento? —preguntó, cínico.

Pero yo no debía de estar con Finn, ni siquiera verle durante estos días.
Sadie se merecía respeto y era lo que al menos le daría.

—Finn, estoy muy cansada. Quiero subir y tirarme a la cama —dije—. Disculpa.

—No, no hay problema. Descansa. Nos vemos mañana —me sonrió y algo en su confianza de que nos veríamos el siguiente día me hizo creerlo.

—Adiós —musité y sin mirarle más subí hasta el departamento.

Al instante en el que entré, el lugar ya no era el mismo. Se supone que ya debería debería de haberme acostumbrado a pasar las horas sola, pero por alguna razón era distinto.

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El lunes habrá actualización, sin falta de verdad.

Está semana actualicé tres veces, creo que me merezco una felicitación porque hace mucho que no lo hacía y por fin cumplí con el horario acordado hace mucho tiempo.

Espero que les haya gustado.

Sin más arios, arios.