Capítulo III

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*Anastasia*

Tan solo han pasado dos años desde la muerte de mi madre y aún puedo sentir el vació en mi corazón. No me queda nadie...

Siempre soñaba que me escapaba de Alemania y regresaba a los brazos de mi madre, ella me reconocía en seguida y recuperábamos todos esos años que nos mantuvieron separadas. No importaría si la última vez que me vio fue cuando tenía 4 años ella me miraría, y a pesar de tener 17 años, al mirarme a los ojos sabría que soy yo.

Ese sueño se volvió una pesadilla desde el día de su muerte. El mismo sueño que hacía que me despertara con una sonrisa en los labios, ahora hace que lágrimas salgan descontroladas de mis ojos.

Lo he perdido todo.

Ayer vinieron embajadores de Rusia y lo único que podía pensar era correr y decirles que yo era la princesa a la que habían buscado desde hace años, pero de nada hubiera servido, mi propio padre fue el que me trajo aquí, Astrid ni siquiera sabe que existo y mi madre está muerta.

No pienso darme por vencida. Recuperaré lo que me pertenece.

-Princesa Anastasia -una dama de compañía de Ximena entra temerosa a mi habitación- La Reina quiere que conozca a su nueva dama de compañía.

-Dile que no quiero ir. -digo demandante sin voltearla a ver.

Sigo mirando los jardines verdes y frondosos árboles del bosque a través del gran ventanal en mi habitación.

-Disculpe su alteza pero dijo que era una orden... -dice la chica con voz temblorosa.

Me alejo del ventanal de mala gana y me acerco a la chica de cabellos cobrizos que mira sus pies, incapaz de mirarme a los ojos.

-Dile a Ximena que si quiere que vaya a conocer a esa chica venga ella y me lo "ordene" a la cara. -digo autoritaria.

-Sí, Su Alteza... -susurra haciendo una reverencia y alejándose lo más rápido que sus piernas le permiten.

****

Permanezco en mi habitación mirando el hermoso paisaje imaginándome cómo sería ir al bosque y caminar entre todos esos frondosos árboles. Nunca me han dejado ir más allá de los límites del palacio por miedo a que alguien me reconozca. He vivido 13 años como prisionera en mi propio castillo. Un día todo esto será mío y nadie podrá detenerme.

-¡¿Quién te crees que eres?! -el grito de la Reina Ximena al entrar a mi habitación interrumpe mi momento de tranquilidad.

Inhalo.

Exhalo.

-¿Qué tal ha estado tu día Ana? Muy aburrido, gracias por preguntar. -digo sarcástica.

-No me interesa cómo ha estado tu día. -dice despectivamente. Su rostro está rojo del coraje, aunque de tantas veces que he visto esa misma expresión ya me parece muy natural. Casi su tono de piel de todos los días. -Ven y conoce a tu nueva dama de compañía. Esperemos que no renuncie como todas las otras.

-No es mi culpa que las otras chicas se hayan ido. Tenían el carácter muy débil, no soportaban nada.

-¡Baja a conocerla! ¡Ahora! -grita exasperada.

-Lo que usted ordene, Su Majestad. -digo sarcástica haciendo una reverencia mal hecha.

La desafío con la mirada y levanta su mano dirigiéndose directo a mi rostro. Sostengo su muñeca con fuerza impidiendo que su mano llegue a su destino.

-Intenta golpearme otra vez y te juro que me escapo de aquí y le digo a todo mundo su pequeño secreto. Ya me cansé de ser la niña de antes. No te tengo miedo.

Suelto su muñeca y salgo de mi habitación con la cabeza en alto.

Bajo las interminables escaleras hasta llegar a la sala de tronos dónde me espera una chica y un señor. De la chica solo puedo ver su cabello negro cayendo por su espalda, mientras que el señor es alto, con cabello gris y bigote del mismo color pero sus ojos verdes me miran fijamente hasta que llego a donde están ellos.

-Ella es mi hija, la Princesa Anastasia. -escucho la voz de Ximena a mis espaldas.

Y lo único que quiero hacer es gritar con todas mis fuerzas "¡Tú no eres mi madre!"

-Es un placer conocerla, Su Alteza. -dice el señor haciendo reverencia- Permítame presentarle a la mayor de mis hijas, Sarah Roosevelt.

La chica se da la vuelta y puedo ver sus ojos verdes sobre mí. Ella no es como las demás damas que he tenido, todas se veían encantadas de conocerme, Sarah lo único que hace es una reverencia con una falsa sonrisa en sus labios.

Perfecto.

Presiento que nos llevaremos bien...

Mi LegadoWhere stories live. Discover now