Capítulo VI

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*Astrid*

El palacio es un caos, lo único que se puede ver es a cientos de personas corriendo de un lado a otro, no es para tanto, solo es una coronación. Mientras el castillo enloquece por una tonta coronación yo me vuelvo loca tratando de que la alianza de Alemania no cambie en absoluto. Los reyes Ximena y Jacob fallecieron hace un mes dejando a su única hija, Anastasia, en el trono. Lo único que espero es que no quiera cambiar los tratos que nuestros padres tanto se esforzaron en conseguir.

-¡Astrid! ¿Qué estás haciendo deambulando por los pasillos? –grita exasperada Natalie.

-No es para tanto...

-¡Claro que sí! ¡Me harás quedar como la peor dama de compañía! ¡Se supone que te debes de estar preparando para tu coronación! –grita todo tan rápido que me toma un segundo adivinar lo que dijo.

-Su coronación querrás decir, yo ya soy reina.

-Aún no eres la reina de España. –me corrige- No solo es la coronación de Dante. –me toma del brazo jalándome apresurada hacia mi alcoba.

-Es que siento que el mundo está sobre mis hombros. Tengo la coronación, la fiesta y la tonta alianza.

-¿Qué alianza? –dice cerrando la puerta de mi habitación a sus espaldas.

-Alemania, los reyes murieron y tengo que firmar de nuevo contratos con su hija y sus nuevas condiciones. –suspiro- ¿Estoy acabada?

-Depende ¿es mayor o menor que tú? –pregunta Natalie sacando el vestido azul cielo del ropero.

-Mayor, por cinco años...

-Sí, estás acabada. –me interrumpe.

-No tiene que ver nada la edad, yo tengo más experiencia que ella al ser reina. Soy Reina Astrid desde los 10 años.

-No, cariño. Tu padre seguía siendo el rey hasta apenas un año atrás. ¿Recuerdas? La edad acordada era a los 16 años.

-Sí, si si, cómo sea. Ella lleva de reina un mes. –me excuso.

-Claro, eres experta porque tienes 17 años y tienes todo un año de experiencia en eso de ser reina... -dice sarcástica.

-No me importa si tiene 22 años, lo que me causa problemas es que es una reina caprichosa y mimada.

-Conozco alguien así –Natalie me mira con una sonrisa en sus labios.

-¡Oye! ¡Yo no soy nada como ella! Anastasia es una mala reina, va a llevar a Alemania a la ruina.

-Hey tranquila, ella no te cae bien pero no maldigas al pueblo.

-Tienes razón. –digo haciendo una pausa- Bueno, ya tengo que estar lista para la ceremonia.

-¿Pues qué estás esperando? –exclama impaciente.

Me visto con un vestido largo color azul cielo, con pequeños detalles dorados, manga larga y por formalidad debo llevar una capa, así que decido que sea azul marino para hacer contraste con el vestido. Dónde se amarra la capa es un tipo de broche circular de oro con el sello de la dinastía Medici, el rostro de un león.

Natalie decide que mi cabello chocolate se ve mejor recogido así que hace una trenza ajustada.

Al cabo de unos pocos minutos estoy lista para la ceremonia.

Camino a la Sala de Tronos acompañada con Natalie que desde que tengo memoria ha sido más que una dama de compañía para mí, es como la hermana que nunca tuve.

Conforme nos acercamos veo a lo lejos a Dante, nervioso mirando a todas las personas que vienen tan solo para ver nuestra coronación. El padre de Dante murió hace algunos meses pero no fue tan duro para él, estaba enfermo, así que se prepararon para lo peor.

Conocí a Dante en una fiesta que mi padre preparó para mi cumpleaños, con tan solo 15 años cuando lo vi a los ojos supe que él era el chico con el que quería estar, muchos no creen en amor a primera vista, yo tampoco lo creía, hasta que lo conocí a él.

Ese mismo año nos casamos y nuestras naciones firmaron los acuerdos de alianza, siempre tuve en mente que me tendría que casar con una nación, no con un hombre, pero llegó Dante de Medici e hizo que mi cuento perfecto se hiciera realidad.

Ahora dos años después lo veo y me convenzo que él es el amor de mi vida. Dante siente mi mirada sobre su espalda y voltea a verme con una sonrisa nerviosa. Se ve perfecto.

Su cabello es rubio, sus ojos azules como el océano y su sonrisa, la más auténtica que he visto.

Una capa dorada cuelga de sus hombros haciendo contraste con su traje azul marino como el de mi capa. Camina hacia mí con mirada ansiosa.

-Vas a estar bien, solo van a poner una corona sobre su cabeza. –le digo animándolo cuando está a unos pasos lejos de mí.

-No puedes negar que tú también estabas nerviosa en tu coronación, yo te vi. –dice Dante acercándose más.

-Sí, pero ahora lo recuerdo y se me hace ridículo que me haya puesto nerviosa por eso. –me excuso y le doy un suave beso en los labios.

-Sí, voy a estar bien. –dice sonriendo.

-Es un beso de buena suerte...

-Disculpen de interrumpa Majestades, pero ya es hora. –dice una chica en voz baja a unos cuantos pasos de nosotros.

Nos miramos mutuamente y simplemente sonreímos.

-Gracias. –digo a la mujer, ella da media vuelta y se aleja de prisa.

-Necesito más suerte. –dice Dante volteando a ver mis labios.

-No, no la necesitas. –le digo después de unos segundos y me alejo pensando es su cara de indignación que siempre hace.

****

El padre, da el mismo largo sermón y explica las responsabilidades que tiene un rey.

-Reina Astrid, de rodillas. –hago lo que dice el padre y siento sobre mi cabeza el peso de la corona dorada.

Dante acepta todos los términos y se pone de rodillas. No puedo evitar sonreír al ver que colocan la corona de oro sobre su cabeza. Nos miramos a los ojos y al mismo tiempo nos ponemos de pie.

-¡Y que está alianza perdure por siempre! –dice emocionado el padre

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-¡Y que está alianza perdure por siempre! –dice emocionado el padre.

-¡Larga vida a los Reyes! –se escucha Nicholas entre la multitud seguido por los gritos de los demás invitados.

Después de todos los nervios, finalmente Dante sonríe al ver la adoración y respeto de su pueblo. No puedo evitar sentir un alivio al ver que Dante está a mi lado y desde hoy él es mi rey y yo su reina.

Mi LegadoWhere stories live. Discover now